La caza comercial vuelve a cercar el Parque Nacional de Monfragüe

La caza comercial, a base de monterías, vuelve a cercar al Parque Nacional de Monfragüe. La última propuesta que baraja la Junta de Extremadura para reducir su población de venados –a la que ha tenido acceso eldiario.es– prevé permitir la caza de 114 ciervos macho: el único trofeo atractivo para los cazadores. Los únicos que lucen cornamenta. El año pasado el cupo general fue cero.  

El Plan de Acción Selectiva, que se presenta este lunes en la junta rectora del parque, se utiliza para rebajar el número de ciervos en el entorno natural. La superpoblación afecta a la calidad de la especie y a la vegetación (también de gran valor ecológico) del espacio protegido. Sin embargo, la mayoría de ejemplares, y de los que depende la potencia reproductiva, son hembras. La proporción entre ambos sexos llega hasta un 6 a uno a favor de las ciervas, según los propios cálculos del Gobierno regional, encargado de gestionar Monfragüe.

El documento elaborado por la empresa Iungulados para el Gobierno calcula que durante esta temporada se deberían eliminar 777 hembras, un tercio de las “disponibles” y entorno al 15% de los machos. Algunas organizaciones ecologistas ven en este cambio una vía para que se puedan organizar monterías atractivas para las empresas gestoras de cotos de caza.

“En el parque no se pueden organizar cacerías comerciales como tal, pero en las llamadas acciones de control sí se acaba por cobrar por los puestos de tiro. Pero, claro, nadie paga por disparar a hembras”, explica Laura García Pierna de la Fundación Global Nature. Pero hembras es lo que más hace falta reducir.

Mala gestión en años anteriores

La afirmación de García Pierna viene avalada por algunos reproches que la Junta deslizó al aprobar el plan de 2016. Entonces, el Diario Oficial de Extremadura recogía que, en uno de los cotos autorizados a realizar una montería de control, “se observa mala gestión ya que en 2013 se abatieron 12 machos de ciervo, todos autorizados, y solo cinco hembras cuando el cupo era ilimitado y estas son mucho más abundantes”. Al año siguiente, no se disparó ni a una cierva. Si se cubrió el cupo de machos.

El uso de esa especie de puerta de atrás se generalizó de manera que los cotos publicitaban sus batidas y los precios para participar en ellas. Incluso la Fiscalía abrió una investigación sobre una de estas monterías. La autorización oficial amparaba la caza de “ciervos macho manifiestamente selectivos con el fin de mejorar la calidad de la especie”. Selectivo significa, en teoría, con algún defecto.

Tras estos episodios, la Junta no permitió el año pasado la caza de esos machos que buscan los tiradores.  Sin embargo, “esto ha provocado la oposición de muchos propietarios de fincas privadas de Monfragüe, que desde entonces no han cejado en su presión a la administración para que les permita cazar machos adultos”, cuenta Laura García. “Si el objetivo es conseguir una población silvestre de ciervos adecuada a la capacidad de carga del parque, ¿por qué se permite cazar trofeos? Y ¿por qué tienen que ser monterías?”, se pregunta.

Lo cierto es que del cupo cero de 2016 a los 114 de 2017 hay un salto importante. Más si se tiene en cuenta que, desde 2007, los machos cazados con autorización especial ya fueran por ser juveniles o defectuosos, habían sumado 641. Para esta campaña, el informe de Iungulados no pide filtro ninguno para los machos: ni edad ni características. Además,  asegura que “el 72% [de las poblaciones de venados] se encontraban en un estado de calidad bajo o muy bajo, según los indicadores descritos. Únicamente el 14% de las fincas analizadas tenían ciervos en estado óptimo”.

El hecho de que se elija el método de la montería, un acoso a las reses mediante jaurías -las rehalas- que dirigen las presas a los puestos de tiro de los cazadores también merece críticas de los ecologistas. No deja de ser un episodio agresivo para el entorno con docenas de animales corriendo por zonas de alto valor ambiental.

También la Junta ha admitido en años anteriores que “deben iniciarse acciones de control mediante capturaderos o sistemas similares que sustituyan a las acciones cinegéticas en áreas de uso público eliminando totalmente de éstas el ruido de tiros y rehalas de perros”. Pero varias fincas privadas están parcialmente dentro del parque de Monfragüe. Sus cotos son la base del negocio de las empresas cinegéticas que los gestionan.