España necesita casi el doble de aire acondicionado para combatir el calor severo que hace 40 años

El calor severo que trae la crisis climática hace que cada vez sea más difícil combatirlo. La necesidad de refrigerar los edificios en España para aliviar las altas temperaturas es casi el doble que en 1979, según reflejan los datos de Eurostat.  

La realidad cotidiana se alinea con las estadísticas europeas. Una buena parte de la población española soporta estos días un “importante episodio cálido”, en palabras de la Aemet. Un pico muy inusual, intenso y tempranero. Es decir, hace mucho más calor de lo normal para ser mayo si se miran los registros históricos. En las casas u oficinas hay que paliar temperaturas entre 10 y 15 grados por encima del promedio. “Excepcionalmente altas”, certifica la Agencia.

Lo que muestran los datos de Eurostat es que mantener una temperatura “de confort” en los edificios exige cada vez más refrigeración, “aire acondicionado”, describe la Oficina. La medida que se utiliza es los llamados grados-día de refrigeración (cdd en inglés). 

El indicador refleja cuántos días y grados la temperatura media del aire en el exterior ha sido superior a una temperatura base que se considera de confort. Ese confort es el máximo calor antes de tener que activar el aire acondicionado. Eurostat usa como referencia 21ºC. 

Así que, a medida que los veranos han ido recalentándose debido al cambio climático, como explican los científicos que está ocurriendo, más días al año y con más margen se supera ese umbral de confort, lo que se traduce en un incremento de los grados día de refrigeración. Y una necesidad mayor de aire acondicionado (y de energía para tenerlo en funcionamiento).

En España se ha pasado de 130 cdd en 1979 a 239 en 2021. Un 84% más. Coincide con los registros de la Aemet, que alertan de que los veranos son más largos, unas cinco semanas más que en 1980, y más intensos: “Los datos son consistentes con la percepción de que cada verano hace más calor”, explica la agencia meteorológica.

Esta tendencia consolidada en las últimas cuatro décadas no es una cosa aislada, sino global. En la Unión Europea el “indicador de rigor del calor” casi se ha triplicado: de 36 a 100 cdd en esos mismos 40 años. 

De manera complementaria, el mundo recalentado hace que cada vez haya menos días en los que hace falta poner la calefacción para mantener una temperatura de confort. Hay menos grados-días de calefacción. Los inviernos son más cálidos. ¿Buena noticia? En el Ártico, la capa de hielo se extiende menos y se funde más, lo que altera todo el clima del hemisferio norte, incluida España. En marzo pasado se batió el récord de calor en el Ártico

Eurostat también calcula en qué regiones de la Unión Europea ha crecido más en promedio este chivato del avance del calor sobredimensionado. Los países mediterráneos están en la zona de alerta y España entre ellos. 

Entre las 15 regiones que acumulan un mayor incremento de grados día de refrigeración aparecen muchas españolas: tras Chipre, Malta, Ática e Islas Egeas-Creta (Grecia), aparecen Extremadura, Región de Murcia, Illes Baleares y Andalucía.  

Ese listado confirma los avisos del Panel de expertos en cambio climático (IPCC) que alertan de que la cuenca del Mediterráneo se calienta un 20% más rápido que la media planetaria. En los últimos 35 años ya ha acumulado más de 1ºC extra cuando el límite de seguridad reflejado en el Acuerdo de París contra el cambio climático es “muy por debajo de 2ºC” e idealmente 1,5ºC para el final del siglo XXI.

En definitiva, lo que cuenta este dato es cómo la población tiene que lidiar con un calor más riguroso, ya sea porque es más intenso (con temperaturas más altas) o más prolongado (dura más días).

El calor severo tiene consecuencias. La más grave, sobre la salud de las personas. En España, a pesar de haber reducido el impacto de las olas de calor, el exceso de mortalidad atribuido a las altas temperaturas está en una media de 1.790 fallecimientos anuales entre 2016 y 2020, según los datos del Instituto de Salud Carlos III.

Además, el círculo nefasto que une calentamiento global, temperaturas disparadas e incendios forestales de grandes dimensiones estuvo bien alimentado, sin ir más lejos, el año pasado. Las olas de calor que fueron barriendo el Mediterráneo de este a oeste llevaron adherida una sucesión de grandes incendios forestales: desde Turquía hasta España, pasando por fuegos devastadores en Grecia e Italia. Navalacruz y Sierra Bermeja –con su célebre pirocúmulo– los atestiguaron.