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Ir o no ir a la cena de empresa: las reuniones multitudinarias son un riesgo también para los vacunados

Un camarero sirve una bebida en el interior de una discoteca, este lunes en Madrid. EFE/Mariscal

Sofía Pérez Mendoza / Cristina Armunia Berges

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Acudir o no a las cenas prenavideñas. Este es el último dilema de mucha gente que estos días celebra reuniones multitudinarias con amigos y compañeros de trabajo antes de irse a casa a pasar la Nochebuena. La expansión del virus en una celebración de sanitarios del hospital de Málaga –ya hay al menos 80 contagiados vinculados al brote, todos asintomáticos o leves– envía un aviso a navegantes, según los expertos, que habría que tener muy presente en las semanas que vienen: los eventos sociales no están exentos de riesgo pese a que todos los asistentes estén vacunados y que incluso se hayan realizado previamente un test de antígenos, como aseguran que ocurrió en Málaga.

“La opción más segura es no ir y la siguiente, ir con todas las precauciones”, resume Ildefonso Hernández, exdirector general de Salud Pública del Gobierno y portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS), que recuerda que los interiores son un ambiente “ideal” para la transmisión “también para vacunados” si no se ventilan bien, se prescinde de las mascarillas y se olvida la distancia de seguridad. Para María Urtasun, de la Asociación Madrileña de Salud Pública, es más importante “valorar si se van a mantener” las medidas que sabemos que nos protegen para tomar una decisión antes que rechazar acudir a cualquier evento de “manera taxativa”. 

Acudir a un lugar sabiendo de antemano que es seguro es cada vez más difícil, advierten los expertos. La ventilación “falla sistemáticamente”, apunta Hernández, y resulta complicado que alguien en un bar –o incluso en una casa– pida que se abran puertas y ventanas. Mucho más con la caída de las temperaturas, añade Urtasun. ¿Cómo se explica? Entra en la ecuación la “fatiga pandémica”, que obliga a medir qué esfuerzos se piden a una población condicionada desde hace un año y medio –a diferentes niveles– por el coronavirus y también el error de pensar que la vacunación por sí sola es suficiente para controlar la pandemia.

La reducción del riesgo de enfermar está demostrada por los datos –Sanidad ya separa las infecciones y hospitalizaciones en vacunados y no vacunados–, pero seguir dejando circular al virus tiene consecuencias a nivel asistencial inmediatas, como la saturación de la Atención Primaria o de las redes de vigilancia. En el caso de Málaga, las bajas laborales de los contagiados han obligado al hospital a contratar relevos. Euskadi, una de las comunidades con peor situación epidemiológica ya ha anunciado la suspensión de las cirugías. La incidencia acumulada en la comunidad alcanza los 746 casos por cada 100.000 habitantes a 14 días.

Antes de detectarse el brote entre sanitarios que ha trascendido a los medios, el Centro de Control de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), dependiente del Ministerio de Sanidad, ya había recomendado establecer límites en torno al número de participantes en eventos sociales “durante las celebraciones de las fiestas navideñas” y más todavía ante la situación de incertidumbre generada por ómicron, la nueva variante de coronavirus que sigue avanzando por todo el mundo.

El consejo, sin embargo, no se ha trasladado abiertamente por parte de todos los gobiernos a los ciudadanos. Un desacierto, según Hernández. “Deben recordar esa recomendación sin aspavientos, pero informando. Es un consejo acertado que yo no hurtaría. Después, que cada uno tome las decisiones en su entorno”, valora el portavoz de SESPAS, guiado por la máxima de que la “perseverancia es una cualidad para tener éxito en salud pública”.

El Gobierno pide “disfrutar con seguridad”

La portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, insistía este martes durante la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros en que “hemos aprendido que podemos disfrutar con seguridad”. Y apelaba a la prevención “a través de los comportamientos individuales, en el ámbito más íntimo y personal, para celebrar las próximas navidades, bien distintas a las anteriores”. Pero la zozobra por el aumento de casos está llevando a algunas personas a replantearse las cenas de empresa o con amigos de estas semanas. 

A la que iba a acudir Juan José, por ejemplo, que trabaja en el sector energético en Madrid, se ha suspendido. “La cena oficial, la que organizan las diferentes direcciones, se canceló hace dos semanas por la subida de la incidencia. Nosotros, los amiguetes, nos vamos a juntar para hacer una cena, pero eso no lo sabe nadie de la empresa más que los del departamento”, explica este treintañero. De alguna manera, Juan José y sus compañeros de trabajo van a aplicarse la recomendación de Sanidad de limitar el número de personas que acuden a las celebraciones navideñas. Ellos, por ejemplo, han pasado de ser unos 30 a ser finalmente 10. 

Miguel tenía bastante claro que iba a acudir a la fiesta del trabajo también en Madrid, pero ahora tiene ciertas dudas. Su empresa, relacionada con la publicidad y la tecnología, tiene entre 100 y 150 trabajadores, aunque cree que habrá muchas ausencias. “Mi empresa, que es más o menos pequeñita, ha organizado una cena en un sitio cerrado. No sé cuánta gente iremos, sé que todo el mundo no va a ir, pero vamos a ser bastantes”. Miguel, que da por hecho que en el evento va a ser difícil mantener las medidas mínimas de seguridad, ha pensado en llamar al departamento de recursos humanos para saber si la empresa se está planteando cambiarla a un espacio abierto. “Y si no, mi solución es entrar dentro, tomar una copa y volver a salir. Pasar un rato, pero casi todo el tiempo fuera con los fumadores”, concluye.  

En el trabajo de Vanesa no llegaron ni a anunciar comida de empresa este año. “Todos creíamos que íbamos a tener comida este año”, comenta esta joven que trabaja en un departamento de marketing, “pero como son muy conservadores, con la COVID no se han atrevido”, explica. Como Juan José, algunos compañeros de equipo harán una comida y una tarde de copas por el centro de Madrid casi dos semanas antes de viajar a La Rioja para pasar la Navidad en familia. Muchas hacen cuentas para realizar un autoconfinamiento días antes de la fecha señalada, repitiendo la operación del año pasado.

La “falsa seguridad” de los test de antígenos

Otra de las lecciones aprendidas, a falta de conocer más detalles, tras el brote detectado en Málaga es que los test de antígenos no son infalibles y pueden generar, avisan los expertos, una sensación de “falsa seguridad”. Los trabajadores que participaron en la comida se habían realizado una prueba antes de juntarse, según los delegados sindicales del hospital, que insisten en que no está claro que el brote se originara en aquella comida.

“Si esto sucedió así, nos vuelve a poner delante que los test rápidos no son una carta que te dé vía libre. Tienen más sensibilidad cuando hay síntomas. Si no los hay es más controvertido”, asegura Urtasun. Hernández recuerda que “ni el pasaporte COVID ni el test nos aseguran la no infección”. “No puede servir para pensar que todo el monte es orégano, aunque ya sabemos que es incómodo no poder abrazarse o hablar alto en una celebración”, añade. 

Según el último informe del Instituto de Salud Carlos III, el 6,1% de los contagios notificados a la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica se produjeron en el “ámbito social” frente al 38,4% que se dieron en los domicilios. En el ámbito laboral el porcentaje llega al 5%. “Cargamos las tintas sobre el ocio y la diversión y no nos fijamos tanto en las condiciones de otras cosas. Pedirle a la gente que se quede en su casa y no vaya a una cena y paralelamente decirles que acudan tranquilos al trabajo sin restricciones de aforo o incluso sin mascarilla no tiene sentido”, comenta la epidemióloga María Urtasun, que insiste en que la clave para que la población siga las recomendaciones de salud pública es tener un “discurso coherente”. También en Navidad. 

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