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Omella se despide con protestas de las víctimas frente a la Conferencia Episcopal: “No somos simples números”

Las víctimas de abusos, ante la sede de la CEE.

Jesús Bastante

en religiondigital.com —

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Último discurso de Juan José Omella como presidente de la Conferencia Episcopal. Este martes, en torno a las diez de la mañana, se conocerá el nombre de su sucesor. Hay dos candidatos claros: Luis Argüello y el cardenal José Cobo –quien por activa y por pasiva repite que no quiere el puesto– y la posibilidad de alguna sorpresa de última hora. A diferencia de lo que suele ocurrir, el cardenal de Barcelona apenas ha hecho referencia en sus palabras finales a la situación actual: ni amnistía, ni corrupción, ni guerras, ni los casos de pederastia en la Iglesia. Sin embargo, la cuestión de los abusos sexuales estuvo presente desde el primer minuto en la Asamblea de los obispos.

Desde primera hora de la mañana varias asociaciones de víctimas de la pederastia clerical se concentraron a las puertas de la sede de la Conferencia Episcopal exigiendo a los obispos ser recibidos y participar directamente en las decisiones que les afecten. “No solo somos simples números”, han reivindicado a viva voz. A pesar de que el informe del Defensor del Pueblo ha señalado las dimensiones del drama y la reponsabilidad eclesial en su ocultamiento, en lo que respecta a las políticas de la Iglesia española, a día de hoy los supervivientes de los abusos no tienen voz ni voto en cuestiones relativas a su reparación moral y económica.

“Nos resulta inconcebible que los obispos españoles hayan contratado los servicios de un despacho de abogados, Cremades & Calvo-Sotelo, para elaborar un informe sobre pederastia eclesiástica, con el pago de una millonaria cuantía de emolumentos profesionales y ese presunto informe que ha terminado siendo desacreditado por la propia Conferencia Episcopal”, declaraban las víctimas a elDiario.es, criticando las “eternas y patéticas excusas” de buena parte de los obispos, “ninguneando, minimizando y hasta negando la existencia de estos terribles delitos de condición sexual”. De hecho, solo el obispo de Bilbao, Joseba Segura, se paró a hablar con ellas.

“Exigimos hechos, pedimos que la Iglesia actúe con celeridad, asumiendo con trato individualizado la realidad de cada una de sus víctimas y supervivientes. Porque con lo demostrado hasta ahora, su conducta dista mucho de lo que conlleva ser, no solo cristiano, también humano”, clamaban las víctimas. Dentro, en la sala de la Plenaria, los obispos iban a otra muy distinta: decidir quién sucedería a Omella como presidente.

No quiso entrar en eso el cardenal de Barcelona en su último discurso, cuatro años después. Decidió no sentarse a la mesa principal el vicepresidente por un día, el obispo de Málaga Jesús Catalá, en el brete por su gestión del caso del cura que supuestamente drogó y violó a varias mujeres. Catalá será vicepresidente hasta mañana porque Roma, en una decisión sin precedentes, hizo obispo emérito al cardenal Osoro para que no pudiera votar. Osoro asistió a la Plenaria como cardenal en ejercicio, pero no como obispo titular.

Las palabras de Omella giraron en torno a la búsqueda de la comunión y la colaboración entre los obispos, algo especialmente delicado en estos tiempos de polarización, que también afectan a la Iglesia. “Solo seremos creíbles si vivimos esa comunión”, recalcó el todavía presidente del Episcopado, quien hizo un guiño a la 'fachosfera clerical' al recordar a los obispos la necesidad de “alimentar la comunión con el Romano Pontífice y con los demás hermanos obispos, especialmente dentro de la misma Conferencia Episcopal y Provincia eclesiástica”, frente a los que desean la muerte del Papa.

“Ruego a Dios que los trabajos de estos días nos ayuden a vivir estrechamente la comunión; y que nos permitan seguir anunciando la Buena Nueva con esperanza, humildad, valentía y alegría”, finalizaba Omella un discurso. “Pido que disculpéis mis errores y sigamos avanzando unidos”, dijo para luego destacar: “todos somos corresponsables”. Estos días, la responsabilidad de los obispos pasa sobre todo por elegir quién dirigirá la Iglesia española. Tienen que optar por la renovación, o por seguir dando alas al sector más ultraconservador.

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