Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Gobierno y PP reducen a un acuerdo mínimo en vivienda la Conferencia de Presidentes
Incertidumbre en los Altos del Golán mientras las tropas israelíes se adentran en Siria
Opinión - ¡Con los jueces hemos topado! Por Esther Palomera

El Papa elige a un aragonés, progresista y no independentista al frente de la Iglesia catalana

El obispo de Logroño sustituirá a Sistach en el Arzobispado de Barcelona

Jesús Bastante

Juan José Omella es, desde este mediodía, nuevo arzobispo de Barcelona, sustituyendo al cardenal Lluís Martínez Sistach. La noticia, que acaba de ser confirmada por la Nunciatura, estaba en todos los mentideros eclesiásticos desde hace semanas, y más allá de su significación política -un obispo no catalán en el momento más delicado del proceso independentista-, da las claves del modelo de Iglesia que busca Francisco para España: obispos que sean “pastores” y no “príncipes”, centrados en lo social, con capacidad de diálogo y de escucha, y que sepan tender puentes en las situaciones complicadas. Un año después del nombramiento de Carlos Osoro en Madrid, la designación de Omella en Barcelona abre definitivamente la etapa “post Rouco” en la Iglesia española.

El elegido es un hombre diferente, cercano y abierto, nada que ver con la escuela episcopal que surgió en las últimas dos décadas de la mano del cardenal Rouco Varela. En el fondo, y en las formas. Y es que Juan José Omella ha sabido dar pasos adelante cuando nadie más lo hacía. El más relevante sucedió hace ahora diez años, una semana después de que, por primera vez en la historia de la democracia española, una veintena de obispos se colocaran delante de una pancarta para manifestarse contra la ley del matrimonio igualitario en España. Siete días después, Omella fue el único obispo que participó en la marcha contra la pobreza.

Un gesto que define al hombre que este mediodía se ha convertido, oficialmente, en el sucesor del cardenal Sistach al frente de la principal diócesis catalana: un obispo social, preocupado por los pobres y los descartados, y alejado de las tesis más reaccionarias del episcopado español.

Omella y Osoro, ejes del cambio para España

Monseñor Omella (Cretas, Teruel, 1946) es, junto a Carlos Osoro, el hombre del Papa Francisco en España. No en vano Bergoglio lo designó hace pocos meses miembro de la Congregación de Obispos. Su nombramiento marca el deseo del Papa de que la Iglesia catalana mantenga una posición no partidista ante el proceso independentista en el país, sabedor de que, sea cual sea el resultado final, seguirá habiendo fieles a los que pastorear.

Quienes conocen a Omella lo definen como un hombre sensible a la cuestión catalana, que conoce el catalán (nació y se crió en la zona de la Franja aragonesa). “Es un pastor abierto, ponderado, que conoce la situación y que no viene con prejuicios anticatalanistas”, asegura un eclesiástico que ha estado muy cerca del nombramiento, que ha contado con la tutela, y el visto bueno, del cardenal Sistach.

Pese a todo, su designación ha sorprendido, y mucho, a importantes sectores de la Iglesia catalana, que consideraban que, en la actual situación, el candidato natural era el arzobispo de Urgell y copríncipe de Andorra, Joan Enric Vives, o el obispo auxiliar de Barcelona, Sebastiá Talltavull. El nombramiento, según ha podido saber este diario, ha caído como un jarro de agua fría en sectores cristianos del Govern, quienes hasta última hora intentaron interceder ante la Santa Sede para que el designado fuera un eclesiástico catalán.

Así, sectores como Èsglesia Plural han mostrado en un comunicado sus dudas sobre si el nuevo prelado “velará por el respeto a la personalidad propia de la Iglesia catalana y acompañará decididamente al país en el proceso para alcanzar la plena soberanía y construir una sociedad más humana y justa”.

No lo va a tener fácil monseñor Omella. La actual situación en Catalunya, inmersa en un proceso de consecuencias impredecibles, no favorece la presencia de un “extraño”. Aunque habla y entiende el idioma, el nuevo arzobispo de Barcelona no es catalán, y sus primeros pasos serán analizados con lupa tanto desde la Generalitat como desde Madrid. Los más veteranos recuerdan las dificultades que tuvo el cardenal Marcelo González Martín cuando fue impuesto por el franquismo en los años sesenta, y no quieren que la historia se repita.

 Un obispo centrado en lo social

Por contra, el nuevo obispo tendrá a su favor el absoluto apoyo del cardenal saliente, Lluís Martínez Sistach, y del propio Papa Francisco, quien ha apostado fuerte por monseñor Omella. Con este nombramiento, Bergoglio quiere mostrar a los obispos españoles cuál debe ser el perfil de pastor en el actual momento histórico: hombres cercanos a sus fieles, que sepan encontrarse con todos, escuchar antes de tomar decisiones , que sepa tender puentes (algo imprescindible hoy en Catalunya) y que se implique de lleno con los descartados de la sociedad. Y en esto Omella es uno de los líderes entre los obispos españoles.

En los últimos meses, el obispo ha presentado el documento en varias provincias, reclamando a los partidos políticos, especialmente de cara a las próximas generales, un pacto de Estado que “deje a un lado la ideología y los partidismos” para “trabajar de forma conjunta y con otras asociaciones y entidades para lograr un pacto social, en el que puedan participar todos y no se aísle a nadie”.

Junto con su labor social, monseñor Omella se ha convertido en el punto de conexión entre el Papa Francisco y España, especialmente en las cuestiones más delicadas. Así, el futuro arzobispo de Barcelona ha tenido un papel destacado en la gestión de algunos de los últimos escándalos relacionados con los abusos a menores, especialmente los acontecidos en Granada -el famoso “caso Romanones”- y en el del menor víctima de presuntos abusos en el colegio Gaztelueta, propiedad del Opus Dei en Bizkaia.

Etiquetas
stats