La longevidad humana no depende solo del estilo de vida o del entorno. Un estudio publicado en GeroScience muestra que la herencia genética de poblaciones humanas prehistóricas sigue influyendo hoy en la probabilidad de alcanzar edades extremas. En el caso de Italia, los investigadores han detectado que las personas centenarias presentan una mayor afinidad genética con los cazadores-recolectores occidentales del Mesolítico, un grupo que habitó Europa tras la última glaciación, hace más de 14.000 años.
El análisis realizado y el por qué de la elección de Italia
El trabajo analiza datos genómicos completos de 333 centenarios italianos, definidos como individuos que superaron el percentil 99 de supervivencia de su cohorte de nacimiento, y los compara con los de 690 personas sanas de la población general, emparejadas por origen geográfico. A diferencia de estudios previos centrados en genes concretos, esta investigación adopta un enfoque paleogenómico, incorporando ADN antiguo para examinar cómo distintos componentes ancestrales contribuyen a la longevidad actual.
La elección de Italia no es casual. La población de la península conserva la huella de varias grandes oleadas migratorias prehistóricas que también configuraron el mapa genético europeo: los cazadores-recolectores mesolíticos, los primeros agricultores neolíticos llegados desde Anatolia, los pastores de las estepas euroasiáticas de la Edad del Bronce y poblaciones relacionadas con el Cáucaso y el Irán neolítico.
Qué detectaron en la comparativa
Al comparar los genomas actuales con los de 103 individuos antiguos representativos de estos grandes grupos ancestrales, los investigadores observaron que los centenarios no se diferencian del resto de la población italiana en casi ninguno de esos componentes. La excepción es clara: las personas que alcanzan los 100 años muestran de forma consistente una mayor proximidad genética a los Western Hunter-Gatherers (WHG), los cazadores-recolectores occidentales del Mesolítico.
Esta asociación se repite con distintos métodos de análisis, incluidos análisis de componentes principales, estadísticas de afinidad genética, modelos de regresión logística y técnicas de “pintado cromosómico” que permiten rastrear fragmentos del genoma heredados de poblaciones antiguas. Según los modelos estadísticos, un aumento de una desviación estándar en la ascendencia WHG se asocia con un incremento del 38% en las probabilidades de alcanzar los 100 años, incluso tras ajustar por la estructura genética norte-sur de Italia. El efecto es más acusado en las mujeres.
Qué no encontraron
El estudio también es explícito en lo que no encuentra. No se detecta una relación significativa entre la longevidad extrema y la ascendencia asociada a los agricultores neolíticos, a los pastores de las estepas ni a los componentes genéticos vinculados al Cáucaso o al Irán neolítico. En el caso de las mujeres, aparece incluso una asociación negativa con la herencia genética de la Edad del Bronce relacionada con las estepas, aunque los autores piden cautela al interpretar este resultado.
Los investigadores señalan que estas diferencias podrían estar relacionadas con mecanismos biológicos implicados en el envejecimiento, como la inflamación crónica. El estudio muestra que los centenarios presentan una mayor carga de alelos asociados a la longevidad procedentes del linaje WHG, un patrón que no se observa en el grupo de control, y que apunta a la acumulación de pequeños efectos genéticos repartidos por todo el genoma.
En cualquier caso, los autores subrayan que sus resultados no implican determinismo genético. La longevidad sigue siendo un rasgo complejo, en el que influyen factores ambientales, sociales y sanitarios. Sin embargo, el trabajo demuestra que la historia genética de las poblaciones humanas sigue dejando una huella medible en la salud actual y abre la puerta a incorporar la paleogenómica al estudio del envejecimiento humano.