Llegó a ser un símbolo de estatus y fue Cristobal Colón quien la trajo a Europa: la curiosa historia de la piña

Hoy las vemos con total normalidad en los supermercados, pero hace cientos de años la piña era un alimento de lujo que pocos se podían permitir. Para conocer cómo esta fruta tropical llegó hasta nuestras cestas de la compra, debemos remontarnos a 1493, fecha en la que se dice que Cristóbal Colón la encontró por primera vez durante su segundo viaje a las Américas, en la isla de Guadalupe.

“La primera referencia escrita a la piña fue proporcionada por Michele da Cuneo. Originario de Savona en Italia, da Cuneo fue parte de la tripulación que acompañó a Colón en su segunda travesía del Atlántico. En una carta dirigida a un amigo, describe su visita a la isla de Santa María de Guadalupe. Entre la lista de frutas en su carta está la primera referencia a la piña”, explica un estudio de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Nueva de Lisboa. 

Los españoles trasladaron este y otros alimentos a España para que la realeza pudiera conocerlos. Según explicó Pedro Mártir de Angiera, erudito que servía entonces en la corte castellana, una de las pocas piñas frescas que llegaron a Sevilla fue llevada a la Corte Real para el reconocimiento del rey Fernando II de Aragón. “Esta fruta, que el rey prefiere a todas las demás, no crece en un árbol sino en una planta, similar a una alcachofa”, escribió, según recupera el estudio portgués.

Con su sabor, su color y su forma, la piña conquistó a las élites aristocráticas. Durante los siglos XVI y XVII, la fruta se convirtió en un lujo teniendo en cuenta que transportarla desde el Caribe implicaba viajes muy largos y su producción no estaba al alcance de Europa sin costosos invernaderos. Así fue cómo pasó de ser solo un alimento a convertirse en un símbolo de estatus social y riqueza

Los nobles y la realeza exhibían piñas en banquetes, fiestas y recepciones como muestra de su poder económico. El delirio con esta fruta tan exclusiva llegó a tal nivel que algunos hasta la alquilaban para exhibirla en eventos sociales. Se dice que algunas personas en aquella época llegaron a pagar por horas no para comérselas, sino para presumir de ellas ante los demás. La piña llegó a estar a la altura de un coche o un reloj de lujo en la actualidad.

Una fruta deliciosa, pero también “libre” de referencias

La piña destacó por su forma (ninguna de las frutas populares de la época tenían un aspecto tan diferente como el suyo) y por el sabor (dulce y llamativo). Pero la Dra. Lauren O’Hagan, de la Escuela de Inglés, Comunicación y Filosofía de la Universidad de Cardiff, explica en un reportaje de la BBC que esta fruta también destacó por no estar asociada a ningún significado cultural o religioso previo.

“La piña era desconocida previamente en el Viejo Mundo, por lo que estaba libre de las resonancias culturales de otras frutas, lo que permitía a la gente crear nuevos significados a partir de ella”, señaló. Por ejemplo, la manzana ya estaba asociada con el fruto prohibido en el Jardín del Edén, simbolizando la tentación y el pecado. O la granada, cuyas semillas mantenían a Perséfone en el inframundo según la mitología griega, simbolizando la muerte y la resurrección.