¿Y si el Paraíso estuviera en Países Bajos y Adán hablase neerlandés? Así nació una de las teorías más curiosas del humanismo renacentista
El Paraíso se imaginó como un lugar fértil, bañado por ríos y rodeado de árboles que daban fruto sin esfuerzo. Adán y Eva vivían allí en calma, sin conocer el trabajo ni el dolor. El relato bíblico describe que convivían con los animales y que mantenían una relación directa con Dios. Todo cambió cuando desobedecieron la única norma impuesta: no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Esa transgresión provocó su expulsión, que transformó para siempre la idea de origen y perfección de la humanidad.
El interés por reconstruir ese origen alcanzó su punto más intenso cuando distintas tradiciones intentaron identificar la lengua hablada en aquel paraíso perdido, según se recoge en La Brújula Verde. La literatura religiosa atribuyó a ese idioma una pureza anterior a la confusión de Babel. En los siglos posteriores, el debate pasó del ámbito teológico al filológico, convirtiéndose en un intento por recuperar la voz primera del ser humano y la palabra con la que se nombró el mundo.
El intento de encontrar la lengua perdida que habló la humanidad primitiva
El humanista neerlandés Johannes Goropius Becanus se formó en la Universidad de Lovaina, donde estudió filosofía y medicina. Nacido en 1519 en la localidad de Gorp, en Brabante Septentrional, viajó por varios países europeos antes de establecerse en Amberes. Ejerció como médico de las hermanas del emperador Carlos V y recibió una oferta de Felipe II para servir como médico personal, que rechazó por preferir la investigación y el estudio.
Su trabajo más conocido partía de una idea singular: el idioma original de la humanidad no se habría perdido, sino que sobrevivía en el dialecto brabantiano, hablado en la región comprendida entre los ríos Escalda y Mosa. Goropius sostenía que su simplicidad, basada en palabras cortas y directas, lo convertía en la lengua primigenia de Adán. En su libro Hieroglyphica relacionó incluso los jeroglíficos egipcios con ese dialecto, afirmando que todos los idiomas procedían de él.
La hipótesis despertó interés, pero también críticas severas. Algunos intelectuales como Abraham Ortellius o Richard Hakluyt admiraron su audacia, mientras que figuras como Justo Lipsio, Hugo Grocio y Joseph Scaliger la calificaron de absurda. El término goropismo acabó designando cualquier teoría lingüística sin fundamento científico. Leibniz lo incluyó en sus escritos para referirse a las etimologías arbitrarias que pretendían explicar el origen de las lenguas humanas.
Las religiones también buscaron la lengua que usaron Adán y Eva
El debate sobre la lengua de Adán y Eva venía de tradiciones mucho más antiguas. La exégesis judía situaba el origen del idioma adánico en las palabras con las que Adán nombró a los seres y a su compañera, mientras que la patrística cristiana y los pensadores musulmanes ofrecieron interpretaciones distintas. San Agustín defendió en La ciudad de Dios que esa lengua fue preservada por Eber tras la confusión de Babel. En cambio, el cronista Abu al-Fida relató que Eber rechazó participar en la torre y conservó así la lengua pura que luego legó a Abraham.
En esas tradiciones, el hebreo aparecía como heredero de la lengua del Paraíso, aunque no todos coincidían. El cabalista Abraham Abulafia negaba esa continuidad, y el obispo árabe cristiano Sulayman al-Ghaazi defendía que el idioma primigenio era el siríaco. El Génesis, al no especificar cuál fue, dejó abierta la cuestión, lo que permitió siglos de especulación y reinterpretaciones. Dante Alighieri llegó a tratar el asunto en dos obras, primero defendiendo la inmutabilidad de la lengua adánica y más tarde contradiciéndose en La Divina Comedia.
Goropius recogió esas discusiones y las trasladó a su contexto político y cultural. En una época de tensiones religiosas y lingüísticas, su teoría servía para afirmar la dignidad del neerlandés frente al latín. Su influencia se extendió a autores como Simon Stevin, que promovió el uso del neerlandés en la ciencia. Sin embargo, el exceso de orgullo local llevó a que se considerara su propuesta un caso de patriotismo exagerado.
Además de su teoría lingüística, Goropius colaboró con el impresor Christoffel Plantin en la publicación de la Biblia Regia o Biblia Políglota de Amberes, una de las más importantes de su tiempo. También escribió poemas en latín y el tratado Origines Antwerpianae, donde describió las antigüedades de Amberes e incluyó anécdotas sobre costumbres populares. Murió en 1573 en Maastricht, llamado por el duque de Medinaceli, y fue enterrado en la iglesia franciscana de la ciudad, donde aún se conserva su epitafio.
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