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App de contagios, compra de Fitbit y big data: Google aumenta su poder en el sector sanitario

Google compró Fitbit, uno de los principales fabricantes de 'wearables', por 2.100 millones de dólares.

Carlos del Castillo

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En noviembre de 2019 Google hizo oficial la compra de Fitbit por 2.100 millones de dólares. Este fabricante es una de las referencias del mercado de los relojes inteligentes, pulseras deportivas digitales y otros dispositivos del segmento wearable o tecnología vestible, capaces de medir un gran número de constantes vitales del usuario para mejorar su salud y rendimiento deportivo. Aunque (según varios estudios) hay escasa evidencia de que este tipo de productos supongan un beneficio real para la salud de sus propietarios, su capacidad para engordar bases de datos con su información sanitaria está fuera de duda. Unido al poder de Google para vender publicidad segmentada en función de esos datos, la fusión del gigante tecnológico con Fitbit levantó suspicacias desde el principio, pero la pandemia de coronavirus le ha dado una nueva dimensión.

La UE anunció que analizaría el acuerdo y tomaría una decisión para el 20 de julio. En la recta final del proceso, una veintena de organizaciones de consumidores y asociaciones de defensa de los derechos digitales le han recordado las “serias preocupaciones” que entraña. “Los wearables como los de Fitbit podrían dar detalles a las compañías de todo lo que hacen los usuarios, veinticuatro horas al día siete días a la semana, permitiéndoles retroalimentarlos constantemente con servicios digitales. La forma en que los wearables se están utilizando para rastrear los contagios por COVID-19 y dar acceso a los médicos a información sanitaria es un oportuno ejemplo de esto”, avisan en un comunicado conjunto firmado, entre otras, por el BEUC (que agrupa a 43 asociaciones de consumidores de 32 países europeos) y la Federación de Consumidores de América (EEUU).

En su alerta, estas organizaciones advierten que lo que está en juego no es solo la posibilidad de que Google aumente aún más su posición dominante en el mercado de la publicidad online con los “excepcionalmente valiosos conjuntos de datos de salud y localización de Fitbit y sus capacidades de recolección”, sino el futuro del incipiente sector de la asistencia médica digital. La fusión de las capacidades de las dos empresas en este área podría “privar a sus competidores de la capacidad de competir eficazmente”, lo que afectaría a la innovación, a los precios y a los estándares de privacidad en esta incipiente esfera de servicios digitales, exponen.

Aunque la tecnología vestible no supuso el éxito inmediato que muchos esperaban y fue precisamente Google quien lo sufrió con el batacazo de las Google Glass, las organizaciones de consumidores recalcan que no es una vía muerta. “Los wearables podrían sustituir a los teléfonos inteligentes como la principal puerta de entrada a Internet, al igual que los teléfonos inteligentes sustituyeron a los ordenadores personales”. “La adquisición de Fitbit podría expandir el inmenso poder de Google en los mercados digitales al sector de la atención médica global”, que valoran en 8.700 millones de dólares.

Google niega que la adquisición de Fitbit tenga como objetivo hacerse con los datos personales que maneja esta empresa. Lo hizo cuando surgieron las primeras críticas tras comprar al fabricante de wearables y lo ha repetido tras la pandemia. “A lo largo de este proceso, hemos sido claros acerca de nuestro compromiso de no usar los datos de salud y bienestar de Fitbit para los anuncios de Google”, ha comunicado una portavoz de la compañía a eldiario.es: “Al igual que con el resto de nuestros productos, con los wearables seremos transparentes sobre los datos que recopilamos y por qué. Y no vendemos información personal a nadie”.

Los datos ya no lo son todo 

“Hemos tomado nota del aviso de las organizaciones de consumidores sobre la operación Google-Fitbit”, ha explicado una portavoz de la Comisión Europea a eldiario.es. Según ha revelado este jueves el Financial Times, la UE ha profundizado la investigación de la fusión tras el paso de la pandemia de coronavirus por Europa. Ha enviado “dos extensos cuestionarios” de 60 páginas a los rivales del gigante tecnológico, preguntándoles cómo afecta a la competencia, si creen que supondrá una desventaja para otras apps de fitness y salud en la tienda de aplicaciones de Android, así como su impacto en el sector de la asistencia médica digital. El detalle de los cuestionarios sugiere que Bruselas podría bloquear la operación, según han explicado fuentes conocedoras del proceso al citado medio.

Las autoridades de varios países europeos, incluida España, ya dieron un aviso a Google, junto a Apple, por la forma en la que las multinacionales impusieron su posición dominante en plena pandemia para decidir cómo iban a funcionar las apps de rastreo de contactos para prevenir contagios de coronavirus. La negativa de ambas compañías a modificar sus sistemas impidió que las apps de los países que optaron por un estándar centralizado –en el que es el estado quien controla las bases de datos de los contactos de cada persona– pudieran funcionar correctamente en sus teléfonos. Ellas preferían el descentralizado –en el que los datos de los contactos se almacenan solo en el dispositivo de cada usuario–, el recomendado por los expertos en privacidad, pero también el que daba una mayor capacidad de control a las dos multinacionales sobre el sistema. Francia y Reino Unido han visto fracasar sus primeras apps de rastreo por este motivo.

“En tiempos como estos, los gobiernos esperamos que las compañías tecnológicas establezcan los estándares digitales teniendo en cuenta el bienestar general y las necesidades de los países (...) la tecnología debe ser diseñada de manera que los gobiernos elegidos democráticamente podamos evaluar y juzgar su aceptación. Creemos que desafiar este derecho mediante la imposición de estándares técnicos representa un paso en falso y una oportunidad perdida para una colaboración abierta entre los gobiernos y el sector privado”, expresaron en una carta conjunta Carme Artigas, secretaria de Estado de Digitalización, junto a sus homólogos francés, portugués, alemán e italiana.

Pese a que estos países se tomaron muy en serio la afrenta a su “soberanía digital” (el secretario de Estado francés llegó a afirmar en el Parlamento que no era casualidad que fueran su país y el Reino Unido los que intentaron oponerse a la voluntad de Google y Apple, puesto que son los dos únicos estados europeos con armas nucleares), las multinacionales consiguieron imponer su criterio. Fue un punto a favor de la privacidad, pero también una muestra del poder de ambas compañías en decisiones políticas clave.

Incluso los científicos y académicos que hicieron campaña por la adopción de los sistemas de rastreo descentralizados han avisado sobre este punto. “Se suele decir que, en el mundo digital, los datos son poder”, explica Christopher Vealey, uno de los expertos que se mostraron más críticos con el Gobierno británico por optar por el método centralizado. “Pero los datos son solo un medio para llegar a un fin”, detalla en un artículo en The Guardian: “Están surgiendo nuevas herramientas criptográficas que permiten alcanzar los mismos fines potencialmente problemáticos que persiguen esas empresas sin invadir la privacidad. Estas herramientas les dan a quienes controlan y coordinan millones o incluso miles de millones de computadoras el poder monopolístico para analizar o dar forma a comunidades o países, o incluso para cambiar el comportamiento individual”.

“En todas las crisis mundiales, las pandemias y las convulsiones sociales que pueden llegar, los que controlan los ordenadores, no los que tienen los conjuntos de datos más grandes, tienen la mejor visibilidad y la mejor capacidad, y quizás la más aterradora, de cambiar el mundo”, avisa Vealey.

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