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The Guardian en español

El modelo sanitario privatizado y desigual de EEUU, factor de riesgo en la lucha contra la expansión del coronavirus

Una persona lleva una máscara en Nueva York.

Amanda Holpuch

Nueva York —

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Las autoridades sanitarias estadounidenses que supervisan el avance del coronavirus han recomendado a la población que, para frenar la inevitable propagación de la enfermedad respiratoria, sigan consejos simples. Entre ellos, lavarse las manos, quedarse en casa si se sienten enfermos y hablar con un médico si tienen síntomas de la enfermedad.

Pero en el sistema sanitario de Estados Unidos, en el que aproximadamente 27 millones de personas no tienen o no pueden costearse un seguro médico privado, las cosas nunca son tan simples. Los expertos dicen que para contener el coronavirus hace falta un cambio sistémico, más allá de que más personas se laven las manos. Y apuntan a factores como que las empresas no garantizan bajas pagadas por enfermedad o el coste de la atención médica. En los últimos días, los medios estadounidenses han publicado las primeras historias de personas en cuarentena u hospitalizadas por el coronavirus a las que se han pasado facturas de miles de dólares.

“Para muchos estadounidenses que tienen seguro médico y un buen trabajo con un jefe comprensivo, y yo no soy un experto en el mercado laboral, esas recomendaciones son plausibles”, explica a The Guardian David Blumenthal, presidente de Commonwealth Fund, un think tank sobre salud global. “Pero no son fácilmente factibles para las personas que no tienen seguro médico o que tienen un seguro médico precario, que es alrededor de una quinta parte de la población estadounidense”, apuntala.

El pasado lunes, casi 500 expertos en salud pública y juristas firmaron una carta abierta en la que pidieron al Gobierno que garantice que las personas no duden en buscar asistencia médica o hacerse las pruebas que permiten diagnosticar el coronavirus. “Los políticos deben trabajar directamente con las compañías de seguros para permitir que todos los asegurados adherirse a las recomendaciones de salud pública”, señalan, tras lo que reclaman que se garantice “un acceso amplio y asequible a las pruebas, incluso para los no asegurados”. “Los esfuerzos de control serán menos eficaces si algunas personas no buscan un diagnóstico o una atención adecuada debido a los grandes gastos de su bolsillo o los copagos”, advierten.

La respuesta de la administración Trump a la nueva enfermedad –de la que se han registrado más de 100 contagios y nueve muertes– ha sido muy cuestionada, sobre todo después de que se haya difundido que las autoridades sanitarias fracasaron en su primer intento de producir en masa un kit de prueba de diagnóstico y enviaran a laboratorios cientos de ellos con algunos componentes defectuosos. También se ha exigido ampliar el número de análisis practicados.

Tras las crecientes críticas, el Gobierno se ha comprometido a ampliar esta semana a hasta un millón las pruebas de diagnóstico que se van a poder llevar a cabo. Y el vicepresidente Mike Pence ha salido al paso prometiendo que “cualquier estadounidense podrá someterse al test, sin restricciones, según las órdenes de los médicos”.

Seema Verma, administradora de los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid, ha asegurado que las pruebas para el coronavirus están cubiertas por ambos programas pero, como recuerda The Washington Post, no queda claro cómo se van a gestionar los costos para los millones de estadounidenses que no tienen seguro.

Más temor a las facturas que a las enfermedades graves

La jefa de inmunización de la agencia gubernamental sanitaria CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, Nancy Messonnier, aseguró la semana pasada que la contención del coronavirus era una prioridad porque aún no hay ninguna vacuna o medicamento para prevenirlo y tratarlo. Para ello, dijo que las empresas deberían barajar reemplazar las reuniones presenciales por el teletrabajo. Recomendó a las autoridades escolares que consideren formas de limitar el contacto cara a cara, como dar clases por Internet o incluso el cierre de escuelas. También, aconsejan a las personas que padecen enfermedades respiratorias que busquen asistencia médica cuanto antes.

Pero se sabe que los estadounidenses, en particular los que cuentan con seguros médicos caros o no tienen ningún tipo de seguro, evitan la asistencia médica debido al coste de la misma.

Según una encuesta elaborada en 2018 por la Universidad de Chicago y el Instituto de Salud Occidental, son más los estadounidenses que temen pagar por la atención médica si caían gravemente enfermos (40%) que los temen las enfermedades graves (33%). El estudio también reveló que, en un solo año, cerca del 40% de los estadounidenses se saltó un examen o tratamiento médico y el 44% no fue al médico cuando enfermó o se lesionó por el coste de la asistencia sanitaria.

“Las personas con enfermedades agudas de todo tipo posponen la atención sanitaria cuando no tienen seguro médico o tienen altos deducibles [sumas de dinero que la compañía de seguros no cubre]”, dice Blumenthal. “No podemos esperar que las personas con síntomas de una infección respiratoria aguda no vayan a hacer lo mismo cuando el coronavirus puede presentarse con tos y con fiebre baja, no como una enfermedad completamente debilitante”.

En los países con asistencia sanitaria universal, las personas no siempre van al médico cuando están enfermas. Pero el factor disuasorio, en estos casos, nunca es la amenaza de pagar elevadas facturas por la atención médica. “Este es un problema casi exclusivamente estadounidense cuando se trata del mundo desarrollado”, afirma Blumenthal.

Osmel Martínez Azcue, un estadounidense que normalmente se saltaba las visitas al médico, decidió hacerse la prueba cuando desarrolló síntomas parecidos a los de la gripe después de regresar de China en enero. Aunque normalmente solo iba a una farmacia a comprar medicamentos, esta vez fue a un hospital por la preocupación de sus vecinos.

En una conversación con el Miami Herald, explicó que tenía un plan de seguro limitado, así que intentó que las pruebas fueron las mínimas, temiendo el precio de los escáneres CT recomendados por los médicos. Después de hacerse pruebas más pequeñas y menos costosas, los médicos le dijeron que lo que tenía era la gripe, no el coronavirus. Le cobraron 3.270 dólares (2.928 euros). El hospital respondió al Miami Herald que de esa factura, Osmel solo tenía que pagar 1.400 dólares.

Para Azcue, su experiencia refleja cómo los costos de la atención médica en EEUU pueden interferir en los esfuerzos de prevención del coronavirus. “¿Cómo pueden esperar que los ciudadanos corrientes contribuyan a eliminar el riesgo potencial de contagio de persona a persona si los hospitales están deseosos de cobrarnos 3.270 dólares por un simple análisis de sangre y una muestra nasal?”.

Quedarse en casa cuando la baja no está garantizada

Para contener el coronavirus, el CDC ha enfatizado lo importante que es evitar las multitudes, el trabajo desde casa e incluso la autocuarentena, una recomendación que puede ser difícil de seguir en el único país rico del mundo que no exige a las empresas que paguen a los trabajadores los días de baja por enfermedad.

Al menos tres de cada 10 empleados no se ausentaron del trabajo cuando enfermaron con la gripe porcina H1N1 en 2009, según el Instituto de Investigación de Políticas para la Mujer. Según explica el instituto, esto provocó hasta siete millones de infecciones más y pudo extender el brote.

“Para que la gente se tome en serio las recomendaciones de los CDC necesitamos mucha infraestructura antes”, señala Carol Joyner, directora del Proyecto Laboral para Familias Trabajadoras, una organización sin fines de lucro que aboga por mejores políticas familiares en el lugar de trabajo.

Para las personas que trabajan de cara al público y tienen bajos salarios, quedarse en casa y no trabajar pocas veces es una opción.

El salario medio de los trabajadores que no tienen bajas pagadas por enfermedad es de 10 dólares la hora, según un informe del Centro para el Progreso Estadounidense de 2012“.

Si un trabajador con este salario tiene una familia de dos hijos y falta más de tres días al trabajo sin baja remunerada, la familia se quedaría por debajo del umbral de pobreza“, sostiene el centro.

De acuerdo con el estudio, el 38% de los trabajadores del sector privado carecen incluso de un día de baja por enfermedad remunerado, un porcentaje mucho mayor en el caso de los trabajadores a tiempo parcial, con un 73% sin acceso.

Es probable que entre estos empleados haya personas que trabajan con el público, como camareros y conductores de autobuses, o personas que trabajan con poblaciones vulnerables, como cuidadores y de guarderías. También son empleos en los que el teletrabajo, que el CDC advirtió que podría ser necesario a medida que se propaga el brote de coronavirus, no es una opción.

“La población que gana los sueldos más bajos, que a menudo son personas negras y mujeres, es la que se verá más afectada por el coronavirus”, afirma Joyner. Estos son también los grupos que, según demuestran los estudios una y otra vez, tienen el peor acceso a seguros médicos asequibles y a una baja médica o por motivos familiares remunerada.

Según un estudio de los CDC de 2014, uno de cada cinco trabajadores que sirven alimentos aseguró haber trabajado al menos una vez en el año anterior mientras estaba enfermo con vómitos o diarrea. Los factores más significativos que influyeron en su decisión fueron el miedo a perder el trabajo y el no querer que sus compañeros cuenten con poco personal.

Karen Scott, estudiante de doctorado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), advirtió en un artículo en The Conversation de que cuando los empleados van al trabajo enfermos “una crisis sanitaria manejable puede salirse de control”. Scott aconseja a los consumidores que preguntaran sobre las políticas de bajas pagadas por enfermedad en sus restaurantes favoritos, algo que puede afectar a la cultura de la empresa.

También se está impulsando una legislación para crear un seguro nacional de baja familiar y médica pagada, la Ley de Familias Saludables, que busca establecer una base de siete días de enfermedad pagados cada año.

Pero la situación no es mucho mejor para los trabajadores que sí tienen baja pagada. La cultura laboral en los Estados Unidos no favorece que los empleados se cojan días de enfermedad, incluso cuando son necesarios. Según un estudio realizado en octubre de 2019 por la empresa de recursos humanos Accountemps, el 90% de los profesionales han ido a trabajar con síntomas de resfriado o gripe.

Los trabajadores del sector privado que tienen días de enfermedad pagados tienen un promedio de siete por año, ya sea tras uno, cinco o 10 años trabajando en la empresa, según la Oficina de Estadísticas Laborales de EEUU. A los 20 años de carrera en la empresa la media sube a ocho días de enfermedad pagados. Esto es la mitad del tiempo recomendado para una autocuarentena.

Incluso la recomendación más básica, lavarse las manos más frecuentemente con agua y jabón, ha sido cuestionada. “Lavarse las manos' es un gran consejo para la gente que no se relaciona con cientos de personas al día”, ha dicho la escritora y activista por los derechos laborales Talia Jane en Twitter. “No puedo dejar el puesto para lavarme las manos después de cada cliente cuyo dinero y comida he tocado mientras embolsaba sus productos. Tampoco podemos usar guantes o máscaras”.

Este artículo ha sido actualizado y ligeramente ampliado por la redacción de eldiario.es

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