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The Guardian en español

Una redada en un club gay consolida la campaña homófoba del Gobierno de Malasia

Imagen de archivo de la campaña por la liberación de dos homosexuales marroquíes.

Hannah Ellis-Petersen

Durante las primeras horas del sábado, la policía y autoridades del Gobierno llevaron a cabo una redada en un pequeño club nocturno en Kuala Lumpur.

El local, llamado Blue Boy, es popular entre la comunidad LGTB, pero hacía años que las autoridades no le prestaban atención. Eso cambió este fin de semana. El Departamento Religioso del Territorio Federal e Islámico de Malasia (JAKIM) arrestó a veinte hombres y les condenó a recibir tratamiento psicológico por “comportamiento ilícito”.

El ministro de Gobierno Khalid Samad difundió después un comunicado sobre las motivaciones de la redada. “Ojalá que esta iniciativa ayude a impedir que la cultura LGTB se expanda en nuestra sociedad”, afirmó.

Fue una clara señal para la comunidad LGTB. Thilaga Sulathireh, cofundadora del grupo Justice for Sisters, que lucha por los derechos de la comunidad trans, afrima: “Nos están atacando de una forma sin precedentes”.

Sólo dos días antes de la redada, una mujer transexual fue brutalmente golpeada en la calle en Seremban mientras siete personas observaban la agresión. El ataque le dejó con costillas rotas, fractura en la espina dorsal y el bazo reventado.

Esa misma semana, un tribunal de la sharia decidió enviar a prisión a una pareja de lesbianas tras ser sorprendidas teniendo relaciones sexuales en un coche, siendo la primera vez en años que se emite un fallo judicial de estas características en Malasia. El juez señaló: “Es una lección y un recordatorio no sólo para vosotras dos, sino para toda la sociedad”.

Las elecciones generales de mayo fueron celebradas como el inicio de una nueva era, pero los primeros 100 días de gestión del nuevo Gobierno han estado marcados por un aumento en la discriminación, el acoso y los crímenes de odio violentos contra miembros de la comunidad LGTB.

La homosexualidad es ilegal en Malasia, país de mayoría musulmana, y no hay ninguna ley que prohíba la discriminación y garantice el derecho a la orientación sexual y la identidad de género.

Thilaga asegura que lo que ella ha descrito como “homofobia y transfobia promovidos por el Estado” ha aumentado el clima de miedo y ha traído como consecuencia mayor discriminación en los últimos tres meses.

“También estamos registrando una gran reducción de los espacios de la comunidad LGTB –espacios físicos, online y de cualquier tipo”, apunta Thilaga. “Este nivel de agresión es nuevo y la situación se está volviendo realmente alarmante. Escuchamos muchos casos de personas de la comunidad que se están deprimiendo, que están teniendo pensamientos suicidas y que no se sienten seguros para acudir a instituciones públicas o siquiera salir a espacios públicos”.

El Gobierno anterior, liderado por Najib Razak, era abiertamente homófobo y utilizó las leyes contra la sodomía para difamar y meter entre rejas durante casi una década al opositor Anwar Ibrahim. Ahora en la oposición, los políticos, incluidos aquellos vinculados al partido islámico PAS, han incrementado aún más la retórica contra la comunidad LGTB.

Es una táctica que busca ganar popularidad y poner al nuevo Gobierno en una posición política difícil, obligándolo a dejar clara su postura sobre un tema que está considerado un cáliz envenenado. El viceprimer ministro, Wan Azizah, ha declarado en privado que la comunidad LGTB debería tener igualdad de derechos, siempre que mantengan su “práctica” en privado y no “glorifiquen su estilo de vida”.

Otros miembros del Ejecutivo han sido más directos en su condena pública. El ministro de Asuntos Religiosos, Mujahid Yusof Rawa, ha afirmado que el Gobierno podría “tomar medidas proactivas para aplacar el crecimiento de la comunidad lesbiana, homosexual, bisexual y transgénero y ayudar a estas personas a regresar al camino correcto y llevar una vida normal”. El viceministro de Asuntos Públicos, Lee Boon Chye, declaró la semana pasada que la gente de la comunidad LGTB tiene un “desorden orgánico”.

La primera víctima pública de esta embestida fue Numan Afifi, que es gay y activista por los derechos de la comunidad LGTB. Numan fue designado secretario de prensa del ministro de Juventud y Deportes el pasado julio, pero tuvo que dimitir a los pocos días por la fuerte campaña que se organizó en su contra.

“Siempre me imaginé que algunos sectores iban a reaccionar, pero no pensé que sería durante la primera semana, y no estábamos preparados para una campaña tan feroz”, explica Numan. “Ahora, las mujeres trans nos informan de que son acosadas por sus jefes y que a algunas les han obligado a cortarse el pelo o a vestirse de forma diferente”.

La dimisión de Numan fue sólo el comienzo. También en julio, las autoridades organizaron una conferencia para 300 consejeros estudiantiles, profesores y miembros del Gobierno que se enfocó en formas de corregir y “curar” el comportamiento LGTB. Luego, en agosto, el ministro de Asuntos Religiosos ordenó que se quitaran los retratos de dos famosos activistas por los derechos LGTB, Nisha Ayub y Pang Khee Teik, de una exhibición pública de arte. También anunció que se establecería un ente regulador para supervisar la actividad LGTB en internet. La semana pasada, una ministra de la oposición dijo que se debería prohibir que miembros de la comunidad LGTB trabajen en guarderías. Mientras, crece un movimiento que busca boicotear los emprendimientos de personas trans.

Charles Santiago, político de la coalición que está en el Gobierno, ha sido uno de los pocos en defender a la comunidad LGTB. “Estas personas son ciudadanos de nuestro país, son parte de la familia malaya y no les podemos discriminar”, dijo. También auguró que la campaña de odio “probablemente empeorará”.

Traducido por Lucía Balducci

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