UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.
Duha Hmidan, periodista cisjordana: “¿Cómo de difícil es salir de casa cada mañana sin saber si regresarás con vida?”
Durante las últimas dos semanas he estado intentando escribir. He sostenido el lápiz y el papel repetidamente, intentando explicar lo que estamos pasando en Cisjordania en medio de la guerra que estalló el 7 de octubre. Y me enfrento a una mezcla de emociones.
A veces me siento culpable al describir nuestra terrible experiencia en comparación con la que soportan los civiles en Gaza. Otras veces siento que escribir sobre un problema al que se enfrentan miles de personas en Cisjordania no sirve de mucho. Pero este es un intento de dilucidar lo que me pasó como periodista, madre y esposa. Quizás este ejemplo arroje luz sobre una mínima parte de lo que estamos viviendo.
Mi nombre es Duha Hmidan y vivo con mi esposo y mi hija en la ciudad de Beit Rima, al noroeste de Ramallah en Cisjordania. Antes de la guerra, estábamos acostumbrados a las restricciones del ejército israelí en la entrada de la ciudad. Siempre que querían cortar el movimiento, cerraban sus barreras, impidiendo que la gente entrara o saliera. En consecuencia, la única manera de llegar al centro de la ciudad era a través de otra ruta ardua, que toma dos horas o más mientras en circunstancias normales, el trayecto hasta el centro de la ciudad no duraría más de 30 minutos.
El pasado octubre, cuando la brutalidad se adueño de nuestras vidas, estaba embarazada de nueve meses, así que me invadió un pánico constante a ponerme de parto, especialmente porque no hay hospitales cercanos en mi ciudad. Todos los hospitales están ubicados en Ramallah, a donde Israel nos impide el acceso de cualquier forma. Finalmente decidimos mudarnos allí a vivir con mis padres. Unos días después, mi segunda hija, Taline, nació en medio de este continuo y aterrador miedo.
No podía quedarme en casa de mis padres por mucho tiempo porque muchas de nuestras pertenencias todavía estaban en nuestro hogar y, como madre que acaba de dar a luz, necesitaba la estabilidad y comodidad de mi propia casa.
De vuelta a mi casa, el ejército israelí invadía la ciudad a diario, arrestaba a algunos jóvenes o mataba a otros, y registraba sin piedad las casas de los civiles. Una vez, mi hija mayor, Raseel, se despertó llorando de miedo por los disparos cerca de nuestra casa. La abracé y le aseguré que no nos harían daño y que estaban lejos. Pero, ¿realmente no nos iban a hacer daño? ¿Quién garantiza eso? Me preguntaba cómo explicarles a los niños lo que estaba pasando, cómo calmarlos y cómo asegurar su salud mental teniendo en cuenta las escenas que a diario salían en las noticias. A menudo no enviaba a Raseel a la escuela por miedo a sufrir malos tratos en los puestos de control.
El 19 de febrero, el ejército israelí volvió a asaltar la ciudad. Esta vez sentí el peligro inminente. Me imaginaba las balas alcanzando a mi familia y comencé a tener sueños aterradores por las noches. Sentí repetidamente que necesitaba terapia. Luego me reí de mí misma, pensando que era absurdo encontrar un terapeuta que pudiera borrar todas las escenas brutales que he presenciado: niños muertos, la sangre de corriendo por el suelo y las palizas de civiles en los puestos de control y las violentas detenciones de algunos jóvenes. ¿Cómo de difícil es vivir con miedo constante? ¿Con el corazón acelerado todo el tiempo? ¿Cómo de difícil es salir de casa cada mañana sin saber si regresarás con vida o si un grupo de colonos israelíes te interceptará y te matará?
La decisión de volver a abandonar mi casa no fue nada fácil. En una carrera contra reloj, comencé a embalar nuestras pertenencias, nuestra ropa, nuestros zapatos, ¡hasta nuestros utensilios de cocina! Mientras hacía las maletas, le dije a mi marido que tenía miedo de la idea de la evacuación, miedo de abandonar nuestra casa y volver a ser una refugiada, originaria de un pueblo llamado Beit Rima. Empecé a sentir de nuevo lo que sintieron mis abuelos cuando se vieron obligados a huir de Salbit en 1948. Crecí escuchando historias de mi abuelo sobre ese pueblo, sobre su naturaleza y su belleza. Por un momento, me imaginé volver a ser refugiada y contarles a mis hijos sobre nuestra necesidad de abandonar nuestro hogar en Beit Rima para mantenerlos a salvo. Me imaginé contándoles sobre el horror que siento cada vez que escucho bombas de gas y balas alrededor de nuestra casa.
Cuando el coche comenzó a moverse, traté de crear una atmósfera que borrara el dolor de salir de casa. Nos hicimos fotografías donde aparecíamos sonriendo. El camino era largo, la radio estaba encendida y el locutor explicaba el estado de las carreteras abiertas y cerradas en Cisjordania. Después de un largo viaje, estuvimos frente al puesto de control durante una hora y media, el tiempo se detuvo y las manecillas del reloj no se movieron en absoluto. Mientras intentaba amamantar a mi bebé y distraer a mi hija mayor, que estaba aburrida por la larga espera, Raseel gritó: “¡Necesito ir al baño ahora!”. ¿Qué baño cuando tenemos más de 100 coches delante de nosotros en el puesto de control? ¿Quién se atrevería siquiera a bajar del coche cerca del punto de inspección y correr el riesgo de ser arrestado o atacado?
A pesar de todo esto, lo que estamos pasando no es nada comparado con lo que enfrentan los niños y las madres en Gaza. Siempre digo que al menos tenemos un techo sobre nuestras cabezas que nos protege y comida. En mis oraciones diarias, rezo para que termine la guerra, rezo para que Dios proteja a todos los niños del mundo y para que regresemos a nuestro hogar sanos y salvos y volvamos a movernos con seguridad.
Sobre este blog
UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.