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Bonitos, interesantes y fresquitos: cinco pueblos de España con historia en los que escapar del calor

Cada verano, la subida de las temperaturas lleva a muchas personas a plantearse la misma pregunta: ¿cómo evitar que las olas de calor que asolan gran parte del país condicionen nuestras vacaciones? Aunque las costas y las grandes ciudades siguen siendo de los destinos más populares, cada vez son más las personas que buscan alternativas más tranquilas, menos masificadas y, sobre todo, más frescas. La solución está en muchos de los pequeños pueblos del interior y del norte, enclaves con encanto, rodeados de naturaleza, con temperaturas agradables y una historia que contar.

Aquí te proponemos una ruta por cinco pueblos españoles que reúnen tres cualidades difíciles de combinar: son bonitos, interesantes y fresquitos. Desde rincones medievales en Castilla hasta joyas naturales del norte, estos lugares no solo ofrecen un respiro térmico, sino también una experiencia cultural y patrimonial que vale la pena descubrir.

Albarracín (Teruel, Aragón)

Declarado Monumento Nacional en 1961 y candidato habitual a la lista de los pueblos más bonitos de España, Albarracín es una joya enclavada en la sierra del mismo nombre, en la provincia de Teruel. A más de 1.180 metros de altitud, este pueblo se convierte en un refugio ideal para huir del calor abrasador de las tierras bajas. En pleno agosto, la temperatura media rara vez supera los 28 grados centígrados durante el día, y por la noche se agradece incluso una chaqueta ligera.

Albarracín es un ejemplo perfecto de conservación histórica. Sus calles empedradas, sus casas de tonos rojizos y sus murallas, que trepan por la montaña, ofrecen una imagen que parece sacada de una novela medieval. Pasear por su casco antiguo es adentrarse en un laberinto de historia, donde cada rincón sorprende, desde la catedral del Salvador, el antiguo castillo musulmán o los restos de la muralla defensiva hasta el Museo Diocesano, que guarda valiosas piezas de arte sacro.

Pero Albarracín también es naturaleza. El entorno natural del Parque Cultural de la Sierra de Albarracín invita al senderismo, al avistamiento de aves y a disfrutar de parajes como los Pinares de Rodeno o el barranco de la Hoz.

Cangas de Onís (Asturias)

En el corazón de Asturias, rodeado de montañas verdes y ríos cristalinos, Cangas de Onís es un lugar donde el frescor en verano no es una fantasía, sino una realidad. Con máximas que rondan los 24 grados y un ambiente húmedo que mitiga el calor, es uno de los destinos favoritos para quienes buscan naturaleza, tranquilidad e historia.

Cangas fue la primera ciudad del Reino de Asturias tras la victoria de Don Pelayo en la batalla de Covadonga en el siglo VIII. De hecho, uno de los mayores atractivos de la zona es el Real Sitio de Covadonga, a pocos kilómetros del pueblo, donde se encuentra la Basílica, la Santa Cueva y el sepulcro del legendario caudillo astur.

El famoso puente romano de Cangas, aunque en realidad de apariencia medieval, con su cruz colgante, es uno de los símbolos más fotografiados de Asturias. Además, desde el pueblo se puede acceder fácilmente a rutas por los Picos de Europa, hacer descenso en canoa por el río Sella o visitar los Lagos de Covadonga, un espectáculo natural a más de mil metros de altitud.

En cuanto a la gastronomía, Cangas ofrece lo mejor de la cocina asturiana, como la fabada, los quesos de cabrales, la sidra y algunos pescados frescos para disfrutar aún más cuando el clima invita a comer al aire libre y sin derretirse.

Valverde de los Arroyos (Guadalajara, Castilla-La Mancha)

En la vertiente norte del Pico Ocejón, dentro de la llamada Sierra Norte de Guadalajara, se encuentra Valverde de los Arroyos, uno de los pueblos que mejor conservan la arquitectura negra característica de esta zona. Las casas construidas con pizarra oscura y tejados inclinados dan al lugar un aspecto singular, en contraste con la vegetación de montaña que lo rodea.

Aunque Castilla-La Mancha es sinónimo de calor para muchos, la altitud y el entorno boscoso de Valverde hacen que las temperaturas veraniegas sean suaves, raramente por encima de los 25 grados. Además, el clima fresco se combina con el sonido constante del agua, ya que el pueblo está surcado por pequeños arroyos y cerca se encuentra la cascada de Despeñalagua.

El valor patrimonial de Valverde reside en su arquitectura tradicional y en la conservación de sus costumbres. De hecho, es uno de los pueblos que forman parte de la ruta de los Pueblos Negros y de la red de Los Pueblos más bonitos de España. En verano, la tranquilidad es uno de sus mayores lujos, ideal para paseos sin prisa, lecturas a la sombra y cielos estrellados libres de contaminación lumínica.

Bárcena Mayor (Cantabria)

En pleno Parque Natural Saja-Besaya, dentro de un valle frondoso y atravesado por el río Argoza, se encuentra Bárcena Mayor, uno de los pueblos más antiguos y bonitos de Cantabria. Rodeado de bosques de robles y hayas, y a una altitud de unos 495 metros, este enclave combina frescura climática, belleza arquitectónica y una paz que parece de otro tiempo.

Bárcena Mayor ha sido declarado Conjunto Histórico-Artístico y es uno de los pocos pueblos que han conservado íntegramente la estructura de sus casas montañesas, con balcones de madera llenos de flores, tejados de teja roja y empedrados que conducen a la plaza central. Cabe destacar que el entorno natural es su mayor riqueza, puesto que desde aquí parten múltiples rutas de senderismo, como la que conduce al alto de la Cruz de Fuentes o al nacimiento del río Saja.

La Alberca (Salamanca, Castilla y León)

Finalizamos nuestro recorrido en La Alberca, uno de los pueblos más conocidos de la provincia de Salamanca y pionero en ser declarado Conjunto Histórico en España, en 1940. Situado a unos 1.048 metros de altitud, en plena Sierra de Francia, este pueblo combina un clima moderado con una intensa vida cultural y una arquitectura que ha permanecido casi inalterada durante siglos.

En el corazón de la Plaza Mayor se alzan construcciones emblemáticas que reflejan el peso histórico de la localidad. Entre ellas destacan la Casa Ducal, el edificio del Ayuntamiento y el antiguo hospital de peregrinos, vestigios que nos transportan al pasado y revelan aspectos clave de la vida y la organización social de este singular enclave.

Al pasear por sus calles, es fácil toparse con una estampa curiosa y entrañable: el famoso “marrano de San Antón”, un cerdo que vive en libertad por el pueblo y al que los vecinos cuidan y alimentan desde el verano hasta el 17 de enero. Ese día, coincidiendo con la festividad del santo, se sortea entre los habitantes, dando continuidad a una de las tradiciones más singulares y arraigadas de la localidad.

Además del encanto visual, La Alberca cuenta con un legado espiritual e histórico. Aquí se encuentra el monasterio de Las Batuecas, uno de los centros religiosos más aislados y místicos del país. También está cerca el santuario de la Peña de Francia, con unas vistas espectaculares desde más de 1.700 metros de altura.

Como añadido, para los amantes del buen comer, es una parada obligatoria en las rutas gastronómicas que celebran los embutidos ibéricos artesanos y los vinos de la Sierra, perfectos para saborear a la sombra de una terraza con encanto.