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Ideas para mejorar el mundo

Una ciclista en Logroño.

María Ramírez

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“Cuando los bomberos entraron en la casa a través de una ventana escucharon el sonido de una radio encendida. El ruido los guió hasta una habitación cerrada. Dentro encontraron el cadáver de un hombre tumbado en la cama, como si la muerte lo hubiera sorprendido en mitad de la siesta. Llevaba las gafas todavía puestas y un transistor Sony apoyado en el hombro.”

Así encontraron a Chema Candela, periodista deportivo de Radio Nacional de 58 años, como cuenta en esta crónica en El País Juan Diego Quesada, dura, precisa e importante como todo lo que hace este reportero, con algunas historias de las más de 800 personas que han muerto en sus casas en Madrid por la pandemia.

Esto es lo que hemos vivido. Esto es lo que puede seguir pasando mientras no haya remedio contra el virulento virus.

Ver al vecino dándole a un cazo con inquina para molestar más a otro vecino con el máximo ruido posible es triste -en muchos lugares la protesta es más contra el vecino que contra un político que no está en la calle para escuchar. Por molesto que pueda ser, esto está protegido por la Constitución y entra dentro del libre ejercicio del derecho de protesta. Lo que es una agresión contra la salud pública es lo que hacen cientos de personas al salir a protestar a las calles sin guardar las distancias, arriesgándose al contagio y jugando a la ruleta rusa con la vida de los demás.

Ahora todos sabemos qué puede hacer este virus, que ha matado a una velocidad que no veíamos desde las guerras mundiales. Tal vez anestesiados por la dimensión o por la suerte de no haber sido tocados de cerca por la tragedia, esos grupos que se aglomeran en las calles y plazas de todos han optado por poner en riesgo la vida de los demás con el amparo de políticos como los portavoces de Vox o la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Por peligrosos que sean quienes protestan, nuestros problemas son más grandes. El principal problema sigue siendo que faltan herramientas médicas y más ideas para vivir de otra manera. La primera parte depende en buena medida de las autoridades públicas, es decir de los gobiernos central, autonómicos y locales. Pero la segunda parte también depende de ciudadanos.

Sobra ruido y faltan ideas. Esto no es una novedad en estos últimos años de fragmentación política, pero las consecuencias de dejar que sólo se hable del ruido son ahora especialmente peligrosas.

En lugar de pedirlo y esperar, los ciudadanos podemos aportar ideas con nuestra experiencia.

Por eso, en nuestro boletín diario sobre el coronavirus, he empezado a pedir ideas concretas a nuestros queridos lectores –los que nos han apoyado, nos han animado y nos han hecho sentirnos un poco útiles con sus preguntas. Las necesitamos para este nuevo mundo en el que conviviremos con la amenaza constante del virus: ideas para la educación, la sanidad, el transporte o las rutinas diarias.

Ya me han llegado muchas interesantes (¡gracias!) y, con esa inocencia e idealismo que nos falta tan a menudo en España, imagino conseguir “100 ideas para mejorar el mundo” ¿Suena cursi? ¿Rimbombante? Puede ser, pero pensar en ideas concretas parece mejor plan que darle a un cazo con una cuchara.

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