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Mover las líneas

Sánchez e Iglesias inician el diálogo para alcanzar un pacto de la izquierda

Elisa Beni

“La sabiduría consiste en saber distinguir la naturaleza del problema y elegir el mal menor”

Maquiavelo. El príncipe

No guardo memoria de la cantidad de bocatas de tortilla que llegué a palmar, en mi lejana adolescencia de instituto, por no dominar algunas normas básicas del arte del disimulo y el ocultamiento. Como consecuencia lógica, acabé sin pareja para el mus. Y es que todo se me ve en la cara. Era y soy así. Las señas o no las captaba o me producían una reacción tan clara y evidente que no dejaba nada al resguardo de los oponentes. Un desastre, vamos. No sólo eso, sino que todo fue después de mal en peor cuando la partida no tenía como finalidad el pago de un almuerzo sino que lo que me jugaba era el montante de un contrato o de cualquier otra actividad profesional. En resumen, soy muy mala negociando porque soy muy mala simulando y porque se me ve venir tan de lejos, que no dejo lugar para que el adversario piense que tengo un as en la manga. Un desastre, ya les digo.

A pesar de eso, o precisamente por ello, he llegado a desarrollar un instinto de admiración y reconocimiento para aquellos que son capaces de moverse con sutileza y efectividad en ese ámbito de la negociación, de mover pieza para cobrarse otra, de tejer sutiles redes en las que conseguir que caiga la reticencia o la ambición del adversario para armar la propia. Es esa carencia íntima, la que me dice que en la cuestión de los pactos se están haciendo lecturas tan lineales como mis partidas de mus y algún representante político hay que está pecando, igual que yo, de falta de habilidad para encubrir sus carencias y sus puntos fuertes y que está pensando que los que tiene enfrente son tan ingenuos y transparentes como él a la hora de plantear sus estrategias. Ya les digo que puede que el mus fuera mucha mejor escuela que Juego de Tronos o Borgen. Algo mucho más centenario, la primera cita conocida es de 1745, y mucho más lleno de la sabiduría de los pueblos. Igual da que proceda del musu en euskera, el beso que sirve de seña, o como apuntan otros del musso latino, estar callado. Ambas cosas nos resultan, a mi y a Pablo Iglesias, igual de arcanas.

No me parece descabellado pensar que el PSOE, que como estructura peina más canas que nadie, haya puesto a macerar a quienes se saben llamados a aportar el grueso mayor de votos a su gobierno. Te recibo el último, vienes el primero pero con los demás, o no te llamamos en unos días. Cuestión de que el imprescindible socio se cueza en su jugo para rebajarle la ebullición inicial. La lógica de las urnas es la que es, y eso no es un juego, pero nadie obliga a ninguno de los participantes a obtener lo que busca con un precio mayor del que pueda pagar en buena lid. Eso es política, señoras y señores, y quien no sepa jugar porque desconozca las normas o porque le pierdan los nervios, acabará palmando, como yo con los bocadillos. Lo curioso es que da la sensación de que conocedores los socialistas, y todos los demás, que no es un secreto, del punto de debilidad que le producen a Podemos los resultados municipales, el desmantelamiento de su poder territorial y los problemas de liderazgo, y haciendo de tal conocimiento virtud para sus intereses, los líderes de este partido respondan con tanta candidez como yo hacía, descubriendo no sólo su juego sino sus miedos, sus prisas y sus suspicacias.

No soy quién para decirle a Iglesias que no es buena cosa repetir una y otra vez lo que le perturba pensar en quedarse fuera del gobierno y lo complicado que le resultaría, ahora que las cosas andan enrarecidas en la formación. Hay un poco del error inicial de nuevo, de aquel seré vicepresidente y exijo tales ministerios, al quiero algún ministerio, el que sea, no me dejéis fuera. Creo que dicen todos los manuales, maquiavélicos o no, que no es bueno dejar ver el juego. Ya les digo, como en el mus.

Y no estoy preocupada. Las cosas van a salir, aunque todos debemos prepararnos para aceptar que no en todos los casos la solución será de nuestro total agrado, dado que con la aritmética democrática que hemos vertido en las distintas urnas, no existe baza alguna en la que un grupo se lleve todos los triunfos. La política es el arte de lo posible.

Tampoco parecen grandes jugadores los que interpretan de forma lineal y textual todo lo que se lanza al ruedo de la palabra pública. Han surgido indignados por la pretensión de Celaá de que Ciudadanos y el Partido Popular se abstenga para que Sánchez no tenga que pactar con esas bestias furibundas, los nacionalistas, que ellos mismos se han ocupado de estigmatizar. Jetas, les llaman por pedir lo que los socialistas de entonces ya hicieron, con la deserción del hemiciclo del propio Sánchez que no se avino a tal historia. Aún así hay quien se cree que realmente están solicitando al adversario que les deje gobernar, como si no fuera más obvio que tal reto lanzado lo que pretende es mover las líneas rojas que los partidos de derecha y ultra derecha le han colocado al propio partido socialista. Unas líneas que no existen para ellos. Unas líneas en muchos casos cínicas y absurdas, como la de la abstención de Bildu en Navarra, como si el propio Maroto no hubiera aceptado los votos de la formación en 2013 para salvar sus presupuestos en Vitoria: “No me tiemblan las piernas para llegar a acuerdos con nadie” le dijo al concejal abertzale Belakortu. Eso era cuando le tocaba. Ahora le colocan un cordón sanitario al PSOE que pretende abarcar incluso al PNV, ese partido indeseable con el que se hartaron de pactar Aznar y Rajoy. Esas líneas son en muchos casos totalmente artificiales y pretenden consagrar el principio de que cualquier combinación que mantenga a la derecha en el poder -es su sitio y su sino natural- es conveniente, incluso si incluye a Vox, pero que es preciso imposibilitar cualquier geometría a los progresistas para mantenerlos alejados del gobierno. De los catalanes, ni hablamos. Así que no es mala estrategia mover la líneas, y decirles que si tan pecado es aceptar votos nacionalistas, y dado que las urnas han hablado claro sobre quién debe gobernar, pues que se inmolen ellos para evitarlo y, esta es la segunda parte, si no que dejen de hacer el perro del hortelano.

Y es que algunos, además de la estrategia de pactos, se juegan su lugar en el tablero. No es Ciudadanos el menor. Tiene que conseguir tocar poder. No le queda otra. Si tras todo este sudoku su papel se limita a sumar automáticamente con la derecha donde sea necesario, dejará de serlo. Eso sí creo que lo tienen claro.

Insisto en que yo estoy tranquila. Ahora la partida es de otros. Analizar viene después de que haya una acción sobre la que establecer el pensamiento crítico. Habrá acciones y no todas nos gustarán. Mientras unos siguen jugando al impávido, no me hagan explicárselo que es un juego muy borbón y versallesco, otros hacen gestos que más que señas son desesperadas llamadas al tren que creen que pasa sin detenerse. En un mundo ajeno a todos ellos está la ¿alcaldesa? de Barcelona y es que Colau no es que sea buena en estas lides es que, ya saben, ella es egipcia.

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