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El PP valenciano, al estilo de los terroristas suicidas

La imagen del cierre de Canal 9.

Julià Álvaro

Cierto, hoy los valencianos hemos perdido Ràdio 9 y Canal 9. Concretado el cierre de las dos emisoras, el País Valenciano se queda de forma efectiva sin medios de comunicación públicos. Una pérdida terrible. Un país sin medios de comunicación propios, un país con medios que solo responden a una lógica de mercado es un país que vive de prestado. Adiós información de proximidad, adiós cultura propia, adiós imaginario compartido, adiós lengua propia.

Pero no deberíamos engañarnos. La gente de la calle lo sabe: la pérdida real de Radiotelevisión Valenciana (RTVV) viene de lejos. El País Valenciano hace mucho tiempo que no dispone de radio y televisiones públicas. RTVV ha sido la más privada de las cadenas españolas; lleva muchos años siendo, única y exclusivamente, del Partido Popular. La única información de proximidad que daba RTVV era sobre temas anecdóticos que nada tenían que ver con las necesidades informativas de la gente; no era información, era desinformación. La cultura propia que se ofrecía se limitaba a expresiones folclóricas o ligadas a fiestas, sobre todo, religiosas. El imaginario que se proyectaba era reduccionista y sectario e invisibilizaba a todo aquel que no encajara con el modelo de país (modelo región) del PP. En cuanto al idioma propio, se había visto marginado, maltratado y sustituido por el castellano como eje de la programación.

Así pues, con la bajada de persiana digamos que lo que se hace es tirar a la basura el envoltorio vacío de un proyecto tan necesario como incumplido. Sobre el papel, el drama es que se pierde una herramienta básica para el funcionamiento democrático de un país pero, en realidad, y más allá de la brutal injusticia que representa la escabechina laboral perpetrada, a nivel democrático, lo que nos ahorramos los valencianos es un foco de intoxicación mediática. RTVV no tenía salvación posible, no la teníamos sus trabajadores, no la tenían sus usuarios. El PP valenciano actúa como los terroristas suicidas: van a por sus objetivos sin importarles nada más, están dispuestos a todo, están dispuestos a inmolarse. Es lo que ha pasado hoy. Si Alberto Fabra tenía alguna oportunidad de encabezar la candidatura autonómica de 2015, la ha despilfarrado hoy. No se puede hacer tanto mal y tan mal hecho, no se puede demostrar a la vez tan poca honradez y tanta incompetencia.

El País Valenciano es políticamente anémico, desvertebrado y organizado en trincheras. En las últimas semanas hemos visto como los que han abusado de RTVV, los que la han manipulado, los que la han esquilmado, los que han colocado en su plantilla a cualquier amigo, primo o conmilitón ocioso, es decir, el PP, querían cerrarla y, por contra, cómo los que han sido sus víctimas, los perseguidos por ella, los censurados, los que no miraban Canal 9, ni escuchaban Ràdio 9, los maltratados, la reivindicaban y pedían su continuidad. La talla del PP valenciano la da el hecho de que ante tamaño desastre, ni uno solo de sus cargos públicos, ni un simple concejal de pueblo pequeño ha salido a la palestra para desmarcarse de lo que estaba sucediendo.

La renovada movilización ciudadana en favor de RTVV hay que tomarla como un punto de luz y esperanza cara al futuro. Hace unos años, los mismos sectores que ahora se han movilizado a favor de RTVV, la ignoraban porque RTVV les ignoraba a ellos. Era la gente que, desde un cierto espíritu de reserva india, reclamaba poder ver TV3, mientras daba por perdido Canal 9 en manos del PP. Pues ya no. Ahora la gente ha salido a reclamar lo suyo, lo que paga, lo que ha de hablar de sus cosas, su gente, su tierra y con su mismo acento del catalán. Los partidos de la oposición también han cambiado el paso y han dejado de quejarse de cuánto salían (poco) o dejaban de salir en Canal 9 para comprometerse en la búsqueda y aplicación de un verdadero modelo de radiotelevisión pública para después de las autonómicas de 2015 que, según las encuestas, serán las elecciones del cambio. Convendrá estar muy atentos y no permitir que se olviden de todo lo que han dicho en las últimas semanas. La RTVV que ha sido imposible durante 24 años puede tener una nueva oportunidad y convendría que la “versión siglo XXI” no fuera como la vieja.

En este sentido, los que deben estar doblemente preocupados son los dirigentes del PP. Al ridículo de sus argumentos para cerrar RTVV, a la evidencia de su desprecio al ciudadano, a lo patético del cierre en sí, hay que sumar que los que más pierden son ellos. Quienes realmente se quedan sin una plataforma de propaganda y presencia mediática son ellos, el PP. La oposición no salía en Canal 9; no la echarán de menos. Si aparecían en pantalla no era para hacerse oír sino para recibir descalificaciones y ser demonizados. Así pues, por este lado, la pérdida es cero. Se argumenta que la derecha, que lo tiene todo pensado, usará las TDT o quién sabe qué emisoras para compensar la pérdida de RTVV, que comprará nuevas voluntades y saldrá adelante. Lo dudo. Dudo que esta derecha valenciana lo tenga todo pensado y que vaya a encontrar canales alternativos potentes. La fuerza de RTVV no la tienen las TDTs, ni las productoras amigas de Madrid. Su penetración social, pese a la bajísima audiencia a la que habían llegado Ràdio 9 y Canal 9, no la pueden ni soñar Intereconomía y similares. Con RTVV, el Partido Popular ha disparado tan estúpidamente a diestro y siniestro que, me temo, ha acabado pegándose un tiro en el pie. Un tiro que, además, puede ser el de gracia.

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