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Se busca BlaBlaCar dirección Teruel

Este es el famoso torico, que se encuentra en la plaza del mismo nombre

Cristina Armunia Berges

“Bueno, es que si no hay gente cómo iba a pasar un AVE por aquí”, sentenció una compañera de viaje en el último BlaBlaCar que me trajo de Teruel (Narnia para mis amigos) a Madrid (ciudad en la que vivo desde hace 12 años). Ser de esta pequeña ciudad es curioso y divertido, sin embargo, la cruda realidad es que para llegar a mi casa un viernes después de salir del trabajo en el centro de la capital libro una auténtica batalla.

“Qué exagerada eres”, “pero si Teruel no existe”, “¿hay cines en Teruel?”, “no pareces del norte”. No soy exagerada, Teruel es una provincia abandonada y despoblada a la que no ha llegado infraestructura básica como una conexión de tren desde Madrid. 'Teruel existe' y estas dos palabras fueron un lema de una gran campaña para conseguir visibilizar a la provincia, pero se han convertido en un mal chiste. En Teruel solo hay un cine, es precioso, es el cine Maravillas. Y no, Teruel no está en el norte. Si miras un mapa verás que su capital está en línea recta con Madrid, ni al norte ni al sur.

Cuando quiero ir a visitar a mi familia no basta con ir a la estación, comprar un billete y ocupar mi asiento como haría una persona de cualquier otra capital de provincia. A Teruel solo se puede llegar por carretera, más de 100 kilómetros se hacen por una vía nacional que se hiela en invierno y, desde hace varios meses, ha quedado suspendido el servicio directo de autobuses. Pura fantasía.

Ese servicio, el que funcionaba mañanas y tardes de lunes, miércoles y viernes, estaba subvencionado por el Gobierno de Aragón. El Ejecutivo autonómico aprovechó un cambio de empresa concesionaria para dejar de financiarlo y así presionar a Ayuntamiento y Gobierno central para que, de una vez por todas, se hiciera algo.

Varios meses después, la situación es exactamente la misma. El autobús que menos tarda, hace el recorrido en cuatro horas y media, según estipula el horario. El que más, sobrepasa las cinco horas porque para en tal cantidad de pueblos que, a partir del décimo, empiezas a desesperarte y a mirar a todos los lados buscando respuestas. Si cogéis alguna vez este servicio de transporte único en su especie os recomiendo ejercitar la meditación y no beber mucha agua porque, en toda mi vida, jamás me he topado con un autobús con aseos o con aseos en funcionamiento.

Esta realidad siempre me ha causado una impotencia inmensa. El peor momento de todos fue el día en el que una compañera periodista de Teruel me contó que, buscando testimonios, se encontró con que una persona mayor se había meado encima. Al parecer, le dio miedo o vergüenza pedirle a conductor que parase un momento porque ya se había realizado el descanso a mitad de camino.

En estos momentos, yo no puedo llegar a Teruel un viernes por la tarde en transporte público porque el último autobús rumbo a Narnia sale a las 16:45 horas y yo termino de trabajar a las 18.30. Puedo ir en AVE a Zaragoza y que allí me venga a buscar alguien o tratar de coger otro autobús. Esto supondría más de cinco horas de viaje y mucho dinero. Un billete de AVE a Zaragoza cuesta en torno a 50 euros. El autobús a Teruel vale en torno a 18.

Desde que se produjo el cambio de empresa concesionaria planifico mis visitas familiares en base a si hay o no disponible algún BlaBlaCar. Abro la aplicación, pongo el nombre de las dos capitales y cruzo los dedos. La mayor parte de las veces, nadie hace este recorrido; en ocasiones, lo hacen tres o cuatro conductores; si tengo suerte, hay un coche que va a Teruel un viernes después de las seis. Cuando esto sucede, con la técnica depurada de una pistolera, abro cartera, saco tarjeta y compro billete. ¡No os podéis imaginar el subidón que puedo llegar a tener en ese momento!

En coche, los 300 kilómetros que separan mis dos casas se hacen en escasas tres horas. Así que cada vez que consigo BlaBlaCar, se monta una fiesta de mensajes inconexos y emoticonos en el grupo de Whatsapp familiar. “Mamá, papá, tengo BlaBlaCar”. Mi madre suele responder con el emoticono de un fantasma, yo no sé por qué. Y mi padre escribe siempre “muy bien bonita”.

Efectivamente, en Teruel viven muy pocas personas y pedir que el AVE pasase por nuestra provincia pudo parecer algo rocambolesco. Pero no lo fue. La campaña siempre quiso ir más allá, hacer que por Teruel pasase uno de los grandes ejes de infraestructura de la península para así conseguir atraer a más empresas y dejar de perder población joven. Es verdad que somos pocos, unos 35.000 en la capital, pero ¿qué culpa tengo yo de haber nacido en una ciudad en la que no hay un servicio digno de transportes?

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