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Un fantasma recorre Europa

Johnson busca asesoramiento legal para clausurar el parlamento, según la prensa

Antón Losada

Pero no se alarmen señores propietarios y rentistas, no es el de siempre. Es otro fantasma. Se llama tacticismo y recorre Europa a lomos de líderes cegados por la ilusión de hercúleas victorias electorales a coste cero y enemigos devastados y desolados gratis total. 

El fantasma del tacticismo recorre Europa, dejando a su paso un rastro de instituciones maltratadas y violentadas y sociedades polarizadas y asustadas por unos políticos seguros de que, para hacer política, basta con estar en el sitio justo en el momento justo, convencidos de que el paso del tiempo sin resolver nada, solo desgasta a los demás y seguros de poseer el don de encantar a las masas con sus relatos donde los malos, de nuevo, siempre son todos los demás. Y lo peor no es que lo crean. Lo peor es que, cuanto más les desmiente la realidad, más convencidos están de tener razón.

En Italia, Matteo Renzi convocó un referéndum convencido de que los italianos le darían permiso para hacer un país a su medida, pero tuvo que irse a casa para no tener que acabar gobernando con los Cinco Estrellas. Hoy tiene que hacer primer ministro a un “grillini” y vicepresidente a otro. 

Matteo Salvini forzó una moción de censura guiado por unas encuestas que le confirmaban que una mayoría de italianos creía que todos eran malos menos él y seguro de que, en agosto, los demás estaban de vacaciones y no sabrían reaccionar. Como todos los neofascistas, cometió el error de creer que la democracia es una víctima frágil si se la intimida con suficiente convicción. Pero la democracia es un ser vivo más fuerte y resistente de lo que parece y sabe cómo deshacerse de los cuerpos extraños: expulsándolos.

En el Reino Unido, Boris Johnson y medio partido tory promovieron el Brexit para hacerse sin esfuerzo con el control de partido y el Gobierno una vez que su ejecución hubiera devorado, por este orden, a David Cameron y luego a Theresa May. Solo había que sentarse a esperar. Movilizaron el voto de salida apelando al sueño húmedo de recuperar el poder de la Inglaterra del imperio y luego se quitaron de en medio para no quemarse en la gestión de una salida imposible. Pero ahora el fuego va a por ellos porque ya no queda nada más por quemar. 

Disolver el Parlamento un mes no parece la mejor manera de “recuperar el control” –“Take back control”- como rezaba el lema de los leavers. Esa contradicción perseguirá y acabará alcanzando a Boris Johnson, por mucho que corra. Hacerlo porque no puede asegurar ni la mayoría en el partido, ni la mayoría en el Parlamento, ni la mayoría en la sociedad, se parece mucho a una huida hacia delante.

En España todos harían bien en tomar buena nota de lo que sucede cuando te pones a jugar con el tiempo para desgastar a los demás creyéndote inmune, cuando fuerzas al límite las reglas del sistema, para torcerlas en tu beneficio y ganar con el reglamento, o cuando convocas a las urnas para que te den la razón; el fantasma del tacticismo siempre comparece para cobrarse las deudas por tanta frivolidad y falta de criterio.

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