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Kamikazes de la poesía (en papel)

Uno de los poemas del primer número de la revista 'Años diez'

Paula Corroto

La poesía vuelve al papel. Más allá de la eclosión en Internet de los versos, en los últimos meses se han lanzado varias revistas que buscan recuperar la opinión crítica y servir como plataforma para dar a conocer nuevos poetas y alumbrar con poemas desconocidos al lector más mundano. Nada de versión digital: sólo rimas en el formato de siempre.

Entre estos kamikazes de la poesía se encuentran Juan Carlos Reche y Abraham Gragera que, junto al editor de Cuadernos del Vigía, Miguel Ángel Arcas, acaban de lanzar Años Diez. Revista de poesía. A ellos se une Antonio Rivero, quien desde la Universidad de Sevilla también ha editado el magazine Estación Poesía. La editorial asturiana Impronta, por su parte, ha publicado Anáfora, coordinada por Esther Flórez, Cristian David López, Pablo Núñez y María Esther Olivares. ¿Vuelven los tiempos de revistas legendarias como Espadaña o Claraboya?

“El hecho de editar en papel es una decisión valiente y un poco cara, pero la cuestión es cómo editar, no tanto como la publicas. Podría ser igual en digital, pero no sé si se leería igual. El miedo no debería ser obstáculo, y muchas de las cosas que están en internet no llegan a tener lo que tiene una revista en papel. Por ejemplo, los blogs, que en realidad no son elementos para hacer crítica”, resume Reche desde Italia. Más o menos la misma opinión tiene Antonio Rivero para quien “el papel da permanencia y añadido a la poesía, su presentación, sus espacios en blanco, eso solo se consigue en papel y es algo que el lector reconoce”.

Ediciones muy cuidadas

Ninguno de estos impulsores son unos advenedizos el terreno de la poesía. Reche acaba de ser galardonado con el Premio Nacional de Traducción en Italia y Gragera es el último Premio Ojo Crítico de Poesía por El tiempo menos solo. Rivero consiguió el galardón Andaluz a la Traducción Literaria, y los coordinadores de Anáfora ya han editado varios libros, han participado en multitud de festivales y tienen un buen conocimiento de los versos que se mueven en estos tiempos.

Años Diez tiene una edición muy cuidada que hará las delicias de cualquier amante del libro como objeto. Reúne poemas de J. H Prynne y Sandra Mc Pherson, casi dos desconocidos en España, pero no menos interesantes, cartas inéditas de Gerardo Diego o el manifiesto de Charles Olson, El verso proyectivo, en el que clamaba por darle un lugar poético al habla popular ya en los años cincuenta, son algunos de los contenidos de la revista. Nada de un listín con poemas a modo telefónico: “No queríamos hacer algo de nicho especializado, sino abrirla a todos los lectores”, confiesa Reche.

Estación Poesía apuesta por poemas seleccionados, mientras Anáfora se distingue por sus propuestas en prosa y por una edición más periodística con entrevistas. No obstante en todas ellas hay un nexo común: el presente de la poesía.

Una buena masa de poetas y lectores

El título, Años Diez, que habla precisamente de la década en la que vivimos, es bastante premonitorio de por dónde quieren ir en los próximos números. “La poesía es algo presente. Queremos una reflexión sobre el estado de la poética en el siglo XXI, porque ya no estamos en los años ochenta. Y queremos ver cuál es el aspecto físico”, explica Reche. “Nuestra intención es que sea un exponente de todo lo mejor que se está haciendo ahora. Y pueden mediar 40 años desde el poeta más joven y hasta el mayor”, añade Rivero sobre Estación Poesía.

Por lo que señalan los fundadores, este cuerpo poético no se haya nada desmejorado.Sin embargo, sí hay que cuidar ciertos síntomas que pueden dejarlo maltrecho. “La poesía está aprendiendo a vivir en democracia, y eso es peligroso y difícil al mismo tiempo, porque cualquiera puede expresarse. Al perderse las jerarquías y no haber críticos es difícil establecer unas coordenadas. Podríamos decir que algunas características actuales son la búsqueda de las voces personales, no tanto los bandos como en los ochenta y noventa, sino una búsqueda de la voz personal, y ahí cada poeta cristaliza de una manera diferente. Por eso, esta no es una revista de grupo”, apunta Reche.

Con el fin de la guerra de bandos (realistas, experimentalistas etc) se abren multitud de puertas, aunque por casi todas ellas se cuela la voz comprometida. “Sí, una de las preocupaciones es estar muy cerca de la realidad, no tanto de forma realista como hace dos décadas sino con una reflexión de esta realidad para intentar entenderla desde arriba. Después de caída de los relatos, crisis y realismo sucio, el poeta intenta dar un pasito más”, resume este fundador.

Los creadores de estas revistas saben que también cuentan con un buen cuerpo de lectores. España, pese a todo, no es un mal lector de poemas. “Sigue siendo una minoría irreductible, pero son lectores muy cualificados. En una alta proporción también son personas que escriben poesía, pero no hay un retrato robot”, admite Rivero, quien también sostiene que el gran descalabro en las ventas de libros no procede precisamente del ámbito poético, sino de la narrativa: “No se están perdiendo lectores de poesía, y es un número que incluso crece. Y también hay más chicas. La eclosión de chicas es importantísima”.

Como muestra, Reche señala que en España se lee mucha más poesía que en Italia, aunque allí cuenten con D’Annunzio, Pirandello o Sanguinetti. Eso sí, aún no se llega al nivel de Portugal, país de los Pessoa, Alegre o Sa-Carneiro, donde se acaba de editar una antología de poesía a 4,5 euros y 300 páginas, que se ha convertido en el tercer libro más vendido en la FNAC, por encima de los super bestseller. Bendita saudade, que dirían algunos.

Lo importante: la edición, no el formato

La periodicidad de estas revistas pretende estar acorde con el tiempo necesario para degustar un poema. Años Diez tendrá dos números anuales, en primavera y otoño, mientras que Estación Poesía y Anáfora serán cuatrimestrales. Todas se pueden encontrar en las librerías (o mediante suscripción).

Y, a pesar de esta inclinación hacia el papel, tampoco nos encontramos ante un grupo de luditas. Nadie desdeña por sí mismo Internet, blogs o redes sociales. “La opinión en Internet es favorable. Para conseguir mayor difusión de la revista y que no hay un ánimo exclusivista, la difundimos por Internet. Yo leo mucho y todo es bienvenido. Ya será el lector el que escoja donde picotear su poesía. Hay una eclosión enorme y hay grandes voces que están aflorando en el mundo digital y pasa al papel”, resume Rivero.

Como dice el poeta Valerio Magrelli: “La diferencia entre red y mundo editorial no está en el soporte, es decir, en el papel. La credibilidad y el valor de un editor no dependen de la celulosa, sino más bien de un sistema de filtros, de cooptación”. De la criba, al fin y al cabo.

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