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“Entre disparar pelotas de goma al que llega a nado y abrir fronteras hay soluciones intermedias”

El coordinador de CEAR Málaga en el patio del centro /FOTO: Néstor Cenizo

Néstor Cenizo

En pleno centro de Málaga hay un corralón como otros, pero distinto, porque en él habitan quienes dejaron atrás su vida huyendo de la muerte. 22 cuartos (con 62 camas) desembocan al patio central, donde hay un barracón de madera y unos despachos modestos en los que atiende Francisco Cansino (1976), coordinador en Málaga de la ONG Comisión de Ayuda al Refugiado. La ONG nació al calor de la democracia (1979) y hoy sobrevive entre expedientes de regulación de empleo a los recortes en las subvenciones. El centro de Málaga, “con la soga al cuello”, llegó a buscar realojamiento para sus ocupantes, después de más de dos décadas de servicio. Pero aquí sigue este corralón, en cuyo patio hay una palmera y un naranjo y un chirimoyo, y en sus cuartos, personas que abandonaron su lugar de origen para no morir por lo que piensan, por lo que sienten, por lo que creen o por lo que son.

¿De qué huye quien acaba ocupando una habitación aquí?

El perfil del refugiado es no tener un perfil. Si se quiere estereotipar, de una zona de conflicto, como Siria o Mali. Pero no sólo eso. Hay personas que huyen de Rusia por ser homosexuales. Hay quien no se lo cree, quien dice: ‘estará mal visto’. Y no: es que corre peligro su vida. También hay personas de Sudamérica que huyen por ser homosexuales. Esto se está empezando a reconocer [en España se admite legalmente la orientación sexual como motivo de persecución que justifica la protección desde el año 2009]. Pero es difícil demostrar una persecución. Estamos en torno al 4% de reconocimiento del estatuto de refugiado. El resto de peticiones son desestimadas. Países como Alemania reconocen en torno al 40% de las solicitudes.

Quien huye, ¿encuentra lo que busca en España?

Depende de los perfiles. Para el que viene sin nada, todo lo que recibe es bueno. Pero quien tenía una gran posición en su país sufre un choque. Se tiene que poner en una cola para la comida, y en su casa no; si además comía muy bien, y ha tenido que huir por una situación de guerra, el choque es grande. Muchos vienen con expectativas muy altas, pero la realidad es la que es. Podemos ayudar a buscar un trabajo, pero en España hay 5 millones de parados y el refugiado es otro más.

¿Cómo se gestiona esa frustración? Al final se trata de manejar unas expectativas que no se corresponden a la realidad…

Hay que tener paciencia, constancia y hacerles ver que ellos son responsables del cambio. No de la situación en la que han llegado, evidentemente. Pero tienen que ser conscientes de que tienen la posibilidad de cambiar las cosas. Yo no puedo aprender español por ellos. Y es duro pensar que tienes que partir de cero. Tenemos desde analfabetos hasta doctores, y al doctor tienes que explicarle que, de momento, no va a serlo aquí. Que a largo plazo vamos a trabajar porque convalide sus títulos, pero que en principio… Cambiar las perspectivas es difícil. Nuestro trabajo es hacerles ver que son los dueños de su vida.

El plazo general establecido por la ley para resolver un expediente de asilo es de seis meses, pero el caso de Gamal, que contamos en eldiario.es/andalucía, aún no se ha resuelto… ¿Hay una demora intencionada por parte de la administración en dar una respuesta a las solicitudes de asilo?

No creo, aunque en determinados casos (pienso en expedientes de refugiados de Mali o Costa de Marfil), quizá sí. Sospechosamente, se dilatan hasta que cambia la situación del país. El proceso de protección internacional no es fácil: requiere un estudio, no basta con contar un relato. Pero quizás se está privilegiando la búsqueda del motivo para no conceder la protección. Seguro que se nos cuela alguna solicitud de personas cuya vida no corre peligro, pero ocurre más al revés. La angustia es muy difícil fingirla. Yo he visto en una cara el terror absoluto. Recuerdo un chico de Costa de Marfil; en una semana denegaron la solicitud a tres personas con las que compartía habitación, y quedaba él. Y era terror lo que tenía en la cara. Porque lo que le habían hecho era brutal. Había sufrido violaciones y torturas físicas muy contundentes. Creemos que el porcentaje de personas que consigue la protección internacional es muy bajo.

¿Y por qué ocurre esto?

Parece que existiese un cupo, aunque eso no es oficial. Nos parece sangrante la diferencia con otros países. Curiosamente en los países frontera (España, Italia, Grecia) desciende el número de asilados. Que en Ceuta y Melilla descienda el número de solicitantes no tiene sentido. Es un derecho de las personas que llegan a la frontera ser informados de la posibilidad de solicitar asilo, y no se hace. Muchos de quienes cruzan o saltan la valla vienen de zonas de conflicto. El gran problema es que no llegan a solicitar asilo. A quienes llegan a Ceuta y Melilla les dejan salir [hacia la península] si no piden asilo. Muchas personas nos cuentan que les dicen que si lo piden se van a quedar allí. Eso sí explica que haya un descenso en las solicitudes en los CETI. Es una vulneración de la Constitución, porque tienen libertad de tránsito. Ya hay resoluciones en contra, pero entre tanto, esas personas se ven desprotegidas.

¿Qué suponen las llamadas ‘devoluciones en caliente’ desde el punto de vista del Convenio de Ginebra?

Nosotros defendemos la legalidad. Que entren diez personas juntas no significa que haya que devolver a esas diez; hay que ver el caso de cada persona. Entendemos que eso requiere medios, y que debe haber un control de la frontera. No podemos acusar al Guardia Civil hasta que se aclare la situación, pero el control de la frontera no puede ser a cualquier precio. Le vamos a exigir a Marruecos que respete los derechos de esas personas… Es que estamos hablando de Marruecos. Nuestros propios usuarios nos cuentan cómo las autoridades marroquíes les azuzan para que salten en determinados momentos.

En el último informe publicado por CEAR se asegura que el número de peticiones de protección internacional en España durante 2012 fue de 2.580, por las 77.540 de Alemania o las 66.650 de Francia. Es la cifra más baja de los últimos 25 años. Se concedieron 220 estatutos de refugiado. Hace dos semanas se cerró temporalmente la frontera de Melilla por temor a que entraran varias decenas de refugiados sirios. ¿Cómo se explica esta resistencia a ofrecer asilo?

A mí me cuesta entenderlo. Hay muchas personas que evitan pedir asilo en España. Lo estamos comprobando con los sirios. El problema es que la ley les obliga a pedirlo en el primer país al que llegan, y el segundo país puede decidir si los acepta o no. Evidentemente la crisis no ayuda, pero es cierto que nunca hemos tenido números espectaculares de acogida. La tradición de protección internacional en España es menor que en otros países de Europa, porque aquí tuvimos una dictadura. Hay una norma no escrita o un objetivo no reconocido de no admitir ni muchas peticiones de asilo ni resolver positivamente.

¿Hay temor a un efecto llamada?

No sé si es el temor al efecto llamada o que no contamos con la infraestructura suficiente para resolver estos casos. Sí sabemos que las peticiones se demoran para ser resueltas; a lo mejor es que no se quieren asumir más peticiones. La gran mayoría de los refugiados están en países en desarrollo. Si en cuanto comienza el conflicto en Siria, lo primero que hace España es exigir el visado a los sirios, ellos se van al país de al lado. Esa es la política española, externalizar las fronteras para que no lleguen aquí.

¿Se confunde refugiado con inmigrante?

Absolutamente. La gente simplifica mucho: ‘Sí, por los motivos que sea, vienes de tu país. Tu situación es complicada, pero la nuestra también’. Nuestro trabajo es explicar que esto no es así, y que España tiene sus compromisos internacionales de defender a las personas que huyen de un conflicto armado o por otros motivos.

¿Y cuál es su respuesta a ese argumento?

Entre disparar pelotas de goma al que está llegando a nado y abrir fronteras hay muchas soluciones intermedias. Las fronteras hay que protegerlas de algún modo, pero hay un margen bastante ancho. Vivimos en un mundo global y los problemas de otros países son, en parte, problemas nuestros. Yo creo que, claramente, tenemos margen para ampliar el número de personas a las que se concede protección internacional. Y hay que refrescar la memoria: personas jóvenes hemos nacido en una dictadura. No se nos debe olvidar. Nos puede pasar a todos.

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