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La Mayora, apuros de la ciencia en tiempos de crisis

Polinización manual en el centro de investigación de La Mayora

Néstor Cenizo

Hace cincuenta años no había fresas en Huelva, ni mangos en la costa oriental de Málaga y tomates, pocos se recogían en Almería. Hoy, las fresas llegan a Europa desde el sur. Los mangos y aguacates, de la Axarquía malagueña. Y los tomates, de los invernaderos del este andaluz. No es que la fruta se inventara en un laboratorio, pero La Mayora, el instituto de investigación hortofrutícola dependiente del CSIC y la Universidad de Málaga, se siente con derecho a reclamar que una parte de ese éxito es suya y a dar la voz de alarma: el apoyo a la ciencia parece que tiene más de discurso institucional que de voluntad sólida.

La Mayora es una estación experimental fundada en 1961 sobre 45 hectáreas de Algarrobo (Málaga), apenas a un par de kilómetros del mar. De dimensión modesta (14 investigadores, unos 80 trabajadores estables), su prestigio internacional es, sin embargo, notable. Enrique Moriones, su director, acaba de regresar de un viaje al extranjero (ha visitado China, México y y Francia durante los últimos meses), donde busca lo que no halla en España. Desde 2009, el presupuesto del CSIC, del que dependen las instalaciones de La Mayora, ha sufrido un recorte de más del 30%. La capacidad de captar recursos para investigación se ha reducido drásticamente: hay menos contratos públicos, las cajas rurales que resisten la crisis se baten en retirada y las empresas prefieren amarrar sus pocos ahorros antes que invertir en ciencia.

En ese contexto de crisis de inversión, el Plan Estatal de Investigación, que se convoca anualmente en diciembre, ha tenido en vilo a los centros de investigación, hasta su publicación el pasado 6 de noviembre, con 11 meses de retraso. En 2012 representó el 52% del total de los ingresos generados por La Mayora por actividades de investigación. La Junta de Andalucía lleva dos años sin resolver los proyectos de excelencia. Los proyectos se pierden y las personas formadas para trabajar en ellos se van y, en muchos casos, ya no volverán: “Muchos científicos ni se plantean regresar. Los investigadores que están en el extranjero rechazan las ofertas. La perspectiva futura es fatal, porque no se apuesta por la investigación. Y esas personas lo saben”.

Sin investigadores no hay investigación, y el corolario de todo es que en el futuro se pagarán las patentes extranjeras. La Mayora ha trabajado, precisamente, en la mejora de las variedades de tomate, de mango, de aguacate o de fresa, con el fin de adaptarlas a las condiciones climatológicas del sur, excepcionales para el “cultivo de primor” o extratemprano. Hoy mantiene 20 proyectos vivos y 28 contratos de investigación, por un valor aproximado de unos 3,7 millones de euros, aunque el gasto anual en proyectos en 2013 no superará los 700.000 euros. Moriones explica el valor de la investigación pública: “La institución pública da acceso a la innovación a muchas empresas que carecen de la tecnología para obtenerla por sí mismas. Si una empresa hace el desarrollo y la investigación, se quedará con la variedad. E impedirá que otros la tengan, salvo que le paguen. Pero no será de acceso público. ”¿Por qué algunas empresas han registrado variedades de semillas de soja o maíz? Porque ellas hicieron la investigación y le pusieron su sello. Y es comprensible que ocurra así“.

Pero de ese trabajo pocos son conscientes. “El ciudadano español está aprendiendo a entender la importancia de la investigación”, explica el director de La Mayora. Los datos, en todo caso, muestran una importancia creciente de los productos hortofrutícolas en la balanza exterior. La fresa de Huelva fue en 2012 el tercer producto más exportado desde Andalucía, por un total de 458 millones de euros, según los datos de la Consejería de Agricultura. El cultivo de aguacate, el mango y la chirimoya generó 420.000, 227.000 y 252.000 jornales en 2012, según La Mayora. Y la superficie dedicada a estos cultivos subtropicales supera las 17.000 hectáreas, cuando hace un par de décadas su presencia era testimonial.

“Nos somos buenos divulgadores y la gente no percibe el valor de lo que hacemos”

La Mayora ha contribuido a la expansión del aguacate y del mango o a la consolidación de los cultivos de tomate de invierno, porque en sus invernaderos se investiga la resistencia del polen al frío o qué variedades resisten a las plagas. De eso quizá no es consciente el ciudadano común, pero sí quienes integran el sector. La Asociación Española de Productores de Frutas Subtropicales emitió en septiembre un comunicado alertando de la situación de la estación experimental, y el subdelegado del Gobierno en Málaga, Jorge Hernández Mollar, se apresuró a garantizar su continuidad. Enrique Colilles, gerente de TROPS (la cooperativa que aglutina el 60% de la producción nacional de mango) explica que La Mayora aporta “solvencia técnica para la comercialización” y prestigio internacional al producto. Sin embargo, percibe también cierta lejanía respecto al agricultor, y llama a la institución a tender puentes, a comunicar mejor en qué proyectos está trabajando o a organizar jornadas de formación, porque “a veces, el agricultor no sabe qué recursos tiene a su alcance”. Otros productores consultados para este reportaje critican que La Mayora trabaje “al margen del mercado” y creen que “ha vivido muchos años a espaldas del sector”.

“No somos buenos divulgadores, y quizá la gente no percibe el valor de lo que hacemos”, concede el director, partidario de intensificar la cooperación con el sector privado. La otra vía para garantizar la continuidad del centro pasa por estrechar lazos con otros focos de investigación, para lo que se constituyó el Instituto Mixto de Hortifruticultura Subtropical y Mediterránea con la Universidad de Málaga. Por ahí pasa el futuro de La Mayora y que, cuando amaine la crisis, los investigadores sigan en el laboratorio.

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