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Médico rural, trovador y cooperante: el reconocimiento mundial a Manuel Millán

Manuel Millán en Camerún

Alicia Avilés Pozo

“Con muy pocos recursos hacemos de todo”. Es la frase con la que Manuel Millán define la figura del médico rural. Aquel que no necesita grandes equipos tecnológicos para desarrollar su trabajo y que “sabe un poco de todo”. Él lo ha sido durante casi toda su vida y decidió jubilarse, tras trabajar en el Centro de Salud de Brihuega (Guadalajara), para seguir ayudando a los demás, pero en África. Por todo ello, ha sido reconocido por la Conferencia Mundial Wonca, junto con 20 médicos de todo el mundo, debido a su historia personal para conseguir estudiar y trabajar y a su actual dedicación a campañas solidarias.

Wonca ha valorado su dedicación actual a causas solidarias, que le han llevado hasta la República de Chad, donde ha participado en una campaña para operar ceguera evitable junto a varios oftalmólogos zaragozanos de 'Ilumináfrica', así como a Brasil y recientemente a Camerún, donde ha pasado dos meses atendiendo a los pigmeos bagyelis en el Hospital d’Ebome de Kribi.

Millán, criado en el bajo Aragón, empezó a ir a la escuela muy tarde. Debido a los escasos recursos de su familia, con 13 años ya estaba trabajando en una fábrica y estudiando por las noches. Cuando contaba con tan solo 16 años se marchó de su casa hacia Zaragoza y más tarde estudió Medicina, pagando la carrera con su otra vocación, la de cantante. Fue médico gracias al dinero que conseguía llevando sus canciones por España y Europa.

“Era el momento de jubilarse y dejar el sistema occidental”

Así comenzó su trayectoria como médico rural durante 36 años, hasta que decidió jubilarse para dedicar su vida a su familia y a ayudar a los demás. “Era el momento de cerrar el capítulo de ir todos los días a trabajar, de dejar el sistema occidental”, explica. Ya había colaborado económicamente y con recitales con varias OBG pero tenía la “espinita clavada” de viajar a África. Contactó con AMBALA, una pequeña organización que trabaja en el sur de Camerún con personas de escasos recursos. “No podría realizar esa acción de voluntariado si no dejaba el trabajo; así que me jubilé para poner algunos meses de mi vida al servicio de los demás”.

Y lo hizo como médico rural, es decir, como parte de un grupo de sanitarios que son “la enciclopedia de la medicina”. “No sabemos mucho de nada, pero sabemos un poco de todo”. “Los médicos rurales tenemos el mejor perfil para ir a colaborar a sitios donde hay pocos recursos. Otros médicos especializados necesitan mucho aparataje, mientras que nosotros podemos trabajar, como digo yo, en medio del ‘sembrao’. Esa es la medicina de pocos recursos, pero con ellos somos capaces de dar un rendimiento importante”, recalca.

Su experiencia en Camerún ha sido tan gratificante que tiene pensado seguir viajando mientras le acompañe la salud, y lo hará “casi sin tiempo, sin espacio y sin dinero” e intentando corregir “todo aquello que no ha salido como queríamos”. Porque de su experiencia en África se queda con luces y sombras: “está por un lado la satisfacción de poder curar heridas que sin nuestra intervención hubieran significado una amputación, pero por otro la mirada de un niño de cinco años con una enfermedad que aquí puede ser la vida pero que allí es la muerte obligada”.

Una parte fundamental de su labor ha sido el trabajo en materia de higiene, desinfección y asepsia, concienciando sobre nociones básicas como el lavado de manos por parte de enfermeras y médicos locales cuando atienden a pacientes o la limpieza de las superficies en las que se atiende a los enfermos, “cosas que aquí nos parecen básicas pero que allí no están interiorizadas y eso trae consecuencias. Al final de mi estancia habían cambiado algunas cosas y eso es satisfactorio, pero falta ver si esos cambios de actitud se mantienen en el tiempo”.

Su acción como cooperante la está reflejando en el blog Médico y Trovador, donde relata sus viajes cantando y “estando con la gente”. Quiere con ello lanzar el mensaje de todo lo que se puede hacer desde Occidente. “Sería algo tan sencillo como que ellos tengan un poquito más y nosotros un poquito menos”. Recuerda así las palabras de José Luis Sampedro en las que apuntaba que los países occidentales ya no pueden crecer más porque “gastamos recursos para nada, para estar muy bien cuando ya estamos bien”. “Bajar nuestras pretensiones y subir las suyas sería mejorar las dos partes. Pero se mantiene el mundo del consumo, de quemar recursos, cuando ni siquiera es necesario”, lamenta.

Wonca, con sus premios a los héroes rurales, pretende poner en valor a aquellas personas capaces de inspirar a otras a través del servicio, el liderazgo o la vocación y permiten dar a conocer el trabajo que realizan cuidando a pacientes, tomando decisiones y promoviendo estilos de vida saludables o acciones solidarias.

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