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El epicentro de la animación es Madrid

Kara Walker, Lucy of Pulaski

J.M. Costa

La animación nació prácticamente con el cine. Podría decirse que incluso antes, porque los primeras apariciones de la imagen, comenzando por el formidablemente bautizado fenaquistiscopio (1829) tomaron forma de animación, tanto dibujada como fotográfica. En gran medida, la exposición Metamorfosis. Visiones fantásticas de Starewitch, Švankmajer y los hermanos Quay en La Casa Encendida, venía a suponer una visión peculiar de la animación. En este Watch Me Move de la Fundación Canal (Plaza de Castilla), lo que se ofrece es un recorrido comprimido por la historia de esa animación, desde sus principios amanuenses (pero ya híperimaginativos) hasta su actualidad digitalizada y fotorrealista.

Watch Me Move viene del Barbican de Londres, un repositorio de exposiciones vagamente parecido a esta Fundación Canal. Unas exposiciones son exigentes y otras, divulgativas. De hecho, una de las protagonistas de PhotoEspaña, la muy interesante Constructing Worlds: Photography and Architecture in the Modern Age, también viene empaquetada del mismo origen. Esto viene a cuento de explicar que en esta oportunidad se trata de una exposición ideada para todos los públicos. Y que no revela nada nuevo a quien que se haya aproximado a este género con un mínimo interés y haya leído un manual.

Hay muchas aproximaciones posibles, pero Watch Me Move ha elegido la más directa: proyectar las animaciones. Es cierto que muchas tienen duraciones por debajo de los cinco minutos, pero algunas son más largas y teniendo en cuenta que la suma de tiempos viene a superar las tres horas, ya se entiende que la mayoría de ellas se despachará con una ojeada.

Tras estas consideraciones previas, puede entrarse en la exposición misma. Y encontrar, ya desde el principio, que entre lo más interesante está el propio montaje. La variedad de recursos es notable. Este principio apenas consistiría en unos monitores en la pared, si no fuera porque a un trayecto algo quebrado se le une la presencia de espejos que convierten ese tramo en un recorrido raro, un poco desorientador (en buen plan). Hay cabinas semiinsonorizadas cuya parte posterior es una superficie de proyección para otra cabina a la espalda. Grandes pantallas con una selección de clips de series famosas, una forma de presentación por cascos en el apartado bajo el depósito...

Por desgracia, esta imaginación en el montaje no se corresponde siempre con la calidad técnica de lo proyectado, que pasa de la HD a algunas pixelaciones extremas fruto seguramente de recodificaciones erróneas. Un mundo ese de lo más proceloso, pero no es excusa. El sonido tampoco es lo amarillo del huevo, que diría un alemán.

Lo más recomendable es detenerse en el principio. Winsor McCay, Fischinger, Meliés, Percy Smith o Sullivan son ya monumentos al ingenio, pero no solo eso: ponían en cuestión las leyes de la física y de la misma perspectiva lineal de una manera imposible hasta entonces, Hay alguna cosa especial para esta exposición, como el Pauvre Pierrot (1892) de Reynaud, sometido a un proceso de cuasi-restauración desde su peculiar formato original.

Un repaso desde los orígenes

A partir de los 40-50 del siglo XX la cosa va ya con un poco de nostalgia, reconocimiento, reubicación de acontecimientos (series, por ejemplo). De este modo se va avanzado por el nuevo tipo de animación que supuso el anime japonés (una selección muy corta que no tiene en cuenta los abracadabrantes animes de los 2000) hasta llegar al cambio cataclísmico que supuso Jurassic Park en 1993. Es un gran detalle que el recorrido finalice con las carreras de motos del primer Tron (1982), la gran paradoja de una película de la muy conservadora Disney que serviría como pistoletazo de salida a la digitalización.

Tomada en conjunto, Watch Me Move deja un sabor agridulce. Lo que se ve está muy bien, pero hay ausencias que se echan de menos y da la impresión de que se han dejado fuera demasiadas cosas contemporáneas de un corte más experimental dentro de un entorno comercial. La exposición inglesa original incluía proyecciones de obras capitales, un concurso, la celebración de un festival sobre animación y no menos de 170 obras. A Madrid nos han llegado 80. Y nada del programa adjunto.

En cierta forma, ese sabor agridulce se extiende a lo mejor de Watch Me Move: su catálogo. Se trata de un gran recorrido por la historia de una animación que ha pasado de algo marginal a absolutamente protagonista. Bien documentado, escrito e ilustrado. Lo que uno necesita para informarse decentemente. Está muy bien pero ¡ay!, es solo en inglés.

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