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¿Qué podemos esperar de 'Blade Runner 2049'?

Póster de 'Blade Runner 2049'

Francesc Miró

Suele ser lugar común recurrir a Dangerous Days, el magno documental de Charles de Lauzirika sobre el rodaje de Blade Runner, para explicar la trascendencia ineludible de la película de Ridley Scott. No es baladí, pues se trata de un film de más de tres horas y media que narra minuciosamente cómo Blade Runner surge del conflicto para revelarse como un milagro.

El rodaje de la película original fue un auténtico calvario en el que hubo desde boicots contra el director hasta supuestas maldiciones por un product placement retrofuturista, pasando por un guion reescrito diez veces, y por un director absolutamente obsesionado con acariciar el particular universo de Philip K. Dick, padre del relato en el que se basaba. El resultado, defendido en más de una ocasión por el propio autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, es una de las obras más impactantes y perturbadoras de la historia del género, ahí ahí con el 2001: Odisea en el espacio de Kubrick o la Metrópolis de Fritz Lang. Una obra capital para entender el cine moderno de la que ya se han vertido ríos de tinta, que no son la cuestión fundamental de este texto.

La llegada del primer tráiler internacional de Blade Runner 2049, secuela de la película estrenada hace 35 años y que aterrizará en las pantallas en octubre, viene a confirmar que el proceso de producción de este largometraje ha sido radicalmente distinto al de su precursor. Para empezar, nace en plena revalorización artística de las dos décadas anteriores al nuevo milenio. Y además, viene envuelta en un halo de prestigio y calidad del que aquella estaba lejos de gozar. Sin conflicto, ni el ambiente turbio que rodeó a la original, y enfrentándose a una audiencia de unos estándares visuales y narrativos absolutamente distintos a los de la película de Ridley Scott.¿Podemos esperar que nazca el mismo milagro? Hay indicios de que, al menos, podemos tener fe.

Replicantes de ayer y hoy

Todos, o casi todos, los actores implicados en Blade Runner obtuvieron el estatus de 'icono' a medida que el filme creaba escuela en sentido estético, formal e implícito. La eterna Rachael interpretada por Sean Young fue, y sigue siendo, un repentino resurgir atemporal de un modelo estético marcado por la femme fatale del cine negro. Cuando esa figura ya se encontraba en franca decadencia en la cultura pop, ella sola encarnó un personaje que captaba toda la esencia del estereotipo y profundizaba en él hasta cotas aún hoy estudiadas.

Le dio la contra una muñeca rota llamada Pris, modelo de replicante interpretado por una espeluznante y brillante Daryl Hannah. Y qué decir de Rutger Hauer, cuya encarnación de Roy Batty sigue siendo hoy motivo de discusión. A todos ellos, les seguían la pista Harrison Ford y Edward James Olmos, un actor de una presencia incontestable.

De todo el plantel, estos dos últimos son los únicos que repiten en la secuela. Del segundo sabemos poco, pero del primero no sorprende su deriva. Desde que retomase en 2008 su papel de Indiana Jones en la denostada El reino de la calavera de cristal, Harrison Ford parece ser la melancolía de la industria hecha actor. Tras su Han Solo viejo y cansado de El despertar de la fuerza, el Rick Deckard de Blade Runner 2049 apunta en la misma dirección: un arquetipo crepuscular que ejerce de mentor de alguien que heredará su testigo.

El reparto de Blade Runner 2049 nos hace pensar en un director de casting fanático del proceso de selección de la original, pues muchos de sus roles parecen repetidos, y la mayoría de los perfiles de sus profesionales tienen su reflejo en la actualidad.

El heredero de lo que era Ford en la original -la gran estrella del plantel- se llama Ryan Gosling, e interpreta al Agente K, un Blade Runner que busca respuestas en lo que parece ser una reintepretación incómoda y hierática de su papel en Solo Dios perdona. Le acompañan la siempre impecable Robin Wright, Dave Bautista, Ana de Armas y Jared Leto. Todos parecen encarnar nuevas piezas de un viejo tablero: la jefe de policía, el replicante de inusitado poder, la replicante de carga sexual y el Creador. Este último, además, ciego. Como si el dramático final de su arquetipo en la película de 1982 aún tuviese ecos en la que nos ocupa.

Un creador detrás de todo

El creador de esta maquinaria de expectativas- puede que hype sería un término demasiado joven para lo que despierta el tráiler-, no está tan ciego como Leto, por suerte para todos. Denis Villeneuve será el principal responsable de que Blade Runner 2049 salga más o menos airosa del peso que recae sobre sus hombros. ¿Por qué? Porque hoy es uno de los directores mejor valorados del panorama internacional, merecidamente.

El realizador canadiense no llega a esta superproducción con las manos vacías. Hace escasos meses pasaba por nuestras pantallas otra película de ciencia ficción con su firma: La llegada. Un film excelente que se cuenta, no solo entre lo mejor del año, sino también entre lo más destacable del género en los últimos años. Una reflexión sobre el poder del lenguaje, -el verbal pero también el cinematográfico-, tocado por una íntima y poderosa idea de la herencia.

Amén de que este film ya se presentaba como el colofón momentáneo de una carrera más o menos ascendente. Incendies era un melodrama sólido pero eficaz, Enemy un hábil trampantojo, Sicario una potente máquina sensorial y Prisioneros una obra maestra, simple y llanamente.

Además, cuenta con la ayuda de quien escribiese el guion de la original, Hampton Fancher, la música del talentoso Jóhann Jóhannsson y el director de fotografía de películas como Cadena Perpetua, No es país para viejos o Fargo; Roger Deakins.

Philip K. Dick, decía que la verdadera medida de un hombre es “lo rápido que puede responder a las necesidades de los demás”. Denis Villeneuve tiene todas las miradas puestas en él y parece que va a tener que atender a más necesidades de las que el escritor californiano habría imaginado jamás. Si dará la talla, es un misterio cuya respuesta podríamos confiar en que nos la diese el talento cinematográfico que destilan todos sus trabajos anteriores. Aunque de cielos más altos han caído meteoritos.

La filosofía del cazador y la presa

Blade Runner nunca fue solo una película de un hombre disparando contra personas que parecían humanas. En cierto sentido, lo que hace grandes a las grandes películas de ciencia ficción es su utilización de la especulación como poder de reflexión sobre realidades que tienen más que ver con el aquí y el ahora que con cualquier futuro. El abordaje de las grandes dudas epistemológicas se agazapa en cada clásico.

Lo cierto es que la literatura de Philip K. Dick ya lo hacía. Él “dejó claro que la literatura de ciencia-ficción no es solo anticipación de lo material sino la corroboracion de que la esencia humana va a ser igual hoy, aquí, en una dimensión alternativa o en el fin literal de los tiempos”, decía John Tones en un artículo sobre su literatura.

La supervivencia de la esclavitud disfrazada, el peligro de tener un creador y no un padre o la búsqueda de lo que nos hace realmente humanos son solo algunos de los temas de su armazón simbólico.

Por lo que sabemos, parece que Blade Runner 2049 no se quedará en el ejercicio estético de quitarle el polvo a viejos mitos, como hizo la séptima entrega de la saga Star Wars. Sus adelantos apuntan a un producto con distintas miras. Imágenes que recuerdan a la Guerra Fría, desolados paisajes de un pasado que podría ser el nuestro, ojos que batallan con recuerdos, lucha de clases, explotados, explotadores y matones a sueldo… “El mundo gira en torno a un muro que separa clases. Di que no existe ese muro, y la querra está garantizada”, nos dice la voz a una de Robin Wright. La suerte está echada.

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