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Sergi López: “Cómo es posible que el votante del Frente Nacional sea inmigrante”

El actor Sergi López.

Paula Corroto

A Sergi López (1965) lo imaginamos como ese guardia civil franquista de El laberinto del fauno, como ese chico que busca amor en el sexo de Una relación privada o como ese amigo al que mejor no tener muy cerca en Harry, un amigo que os quiere; pero, cuando se le ve cerca, la impresión es la de un tipo de su pueblo, Vilanova i la Geltrú (Barcelona), contento con lo que hace. Sin ningún tipo de halo extraordinario que indique premios como el César o el del Cine Europeo al mejor actor.

Ahora, de hecho, está en Madrid, donde sólo ha actuado una vez hasta la fecha, para representar en el Teatro del Barrio su monólogo Non Solum, que creó junto a su compañero de estudios Jorge Picó. Ellos mismos se han autogestionado la obra. Aunque dice que no le falta trabajo en Francia, donde ha realizado la mayor parte de su carrera en cine, las cosas no estén tampoco demasiado boyantes: los cinco proyectos que le ofrecieron el año pasado aún están parados.

Non solum es un monólogo que trata sobre la duda, sobre la eterna pregunta de la identidad, hacia dónde vamos y qué queremos hacer. Quizá son interrogantes que vienen más a cuento ahora que en 2005, cuando se estrenó por primera vez y cuando todo iba supuestamente bien.

Nosotros fuimos unos visionarios [risas]. Además, en la obra hay un trozo en el que insultamos gravemente a la autoridad competente. Cuando lo hicimos daba risa y miedo, pensaban que íbamos a quemar el teatro. Pero ahora es algo muy habitual y familiar. Y es verdad lo que dices. En esa época, eso de la duda ya estaba, pero ahora nos hemos dado de bruces con esa pregunta que antes nos hacíamos de broma. Y ahora vemos que es en serio porque está claro que algo hay que hacer.

Y, además, surge otra pregunta: ¿cómo no nos dimos cuenta?

Yo creo que todos en el fondo teníamos la intuición de que algo no iba bien. Eso de ir al banco y que te dijeran “¿cuánto cobras?, ¿1.000 euros? Tú puedes pedir 200.000”. Eso era raro. Pero, claro, si el banco lo decía, pues de puta madre. Antes de 2005 ya notábamos que ese desequilibrio entre ricos y pobres ya estaba, pero ahora nos ha explotado en las manos.

¿Y a ti te ha explotado? En aquella época ganaste el César y el Premio del Cine Europeo con Harry, el amigo que os quiere, protagonizaste éxitos como Una relación privada, Western…, estabas en lo más alto. Ahora te vemos menos en el cine, en las galas.Harry, el amigo que os quiereUna relación privadaWestern

Yo soy muy mal ejemplo para los chicos jóvenes. Yo he tenido mucha suerte. Me han dado premios que no sabes bien si son merecidos. Las películas siempre son un riesgo. Tanto Harry como Una relación privada fueron películas con muy poco presupuesto pero que funcionaron. Fueron una sorpresa. Cuando me ocurrió, tampoco pensé que todas las películas que iba a hacer se iban a convertir en un éxito.

Y con el tiempo he aceptado que no siempre me va a tocar la china. El año pasado estuve en Cannes con una película que no va a ser un éxito. Hay diferentes tipos de éxito y en ese sentido no me quejo. Me proponen muchas cosas y muy distintas, para hacer de malo, de bueno… Es verdad que hace tiempo de los premios, pero eso significa que tenemos margen de mejora.

Empezaste a hacer teatro con tu compañero de estudios Jorge Picó, ¿para hacer algo más artesanal alejado del cine?

Yo fui a una escuela de creación en París, y tengo la visión de que el teatro tienes que hacerlo tú, y tienes que pensar sobre qué quieres hablar y de qué manera. Y sí, tiene algo más de manufactura, más manual. Y es más enriquecedor. Es verdad que yo tengo una cosa con el teatro y el cine algo política. Una cierta implicación con lo que hago.

Me gusta creer que lo que hago no es anodino. Por eso no hago anuncios, ni publicidad. Si todas las películas que hiciera entraran en un formato que encuentro cutre, igual me plantearía dejarlo; pero tengo la suerte de que me proponen cosas cutres y menos cutres. Es verdad que me puedo permitir decir que no a cosas, lo que pasa es que a veces es complicado porque lo fácil es agarrar la pasta, y ya.

¿Has dicho que no a algún director importante que te podía haber metido en una de esas películas cutres, como tú dices?

Sí, sí, a mogollón. Una vez, un director que me gusta mucho, y que es un número uno, me envió un guión y me pareció fantástico, pero cuando lo leí no me gustó. Y pensé: ¿le digo que sí porque es este tío? Pero también: ¿se merece tener a un actor que le va a decir esto que hacemos no me gusta? Así que preferí decirle que no. Claro, esto es un privilegio que lo haces si tienes otra cosa.

De hecho, tú puedes montar una compañía y autogestionarla en un momento en el que se han reducido las ayudas al teatro, a las salas.

Sí, y es una vergüenza. Que el ciudadano tenga capacidad para organizarse es necesario y está muy bien. Luego está la responsabilidad de las instituciones públicas, que tienen que garantizar espacios. Hay una vocación en la cultura que tiene que ser pública, al igual que la sanidad y la educación…

Lo que pasa es que la idea de lo público se está ametrallando por todas partes y lo que se dice es ‘lo público son estos teatros que cuestan una pasta y no va nadie’. Sí, no va nadie porque se dejan y no se hace nada para que la gente vaya. La vocación del teatro es una cosa colectiva. Es algo que nos une a todos.

¿Recibes trabajos de Francia? ¿Cómo está la situación allí?

Francia está mejor que aquí, pero se les acerca lo que hemos vivido aquí. En un mundo donde el que manda es el dinero, cuando las cosas van mal el capital se pregunta por qué se pone tanto dinero en sanidad, educación y cultura. Y se recorta. De donde no se recorta es de otras cosas. Y esta reflexión es la que ahora está en Francia, donde las cosas están mejor porque llevan más tiempo protegiendo la cultura.

Tienen la excepción cultural.

Sí, sí, y, de hecho, la gente en el instituto estudia Historia de Francia y dentro de ella, Historia del Cine Francés, como un patrimonio suyo. El cine, el teatro, tienen una legislación específica, pero para todos, actores, técnicos, etc. La gente que trabaja en el mundo del espectáculo como freelance, los días que no trabajan cobran una especie de paro. Al Estado le cuesta mucho dinero, pero cuando te lo cuentan te quedas alucinado. Claro, con lo que les viene, esto está en peligro.

El otro día un amigo me dijo que la ministra de Cultura [Aurélie Filippetti] le había comentado que venían veinte años de caída. Ellos tienen mucho que perder, mucho más que nosotros, porque tienen muchos recursos destinados a la cultura. Si nosotros tenemos tres teatros públicos, ellos tienen 300; con lo cual, tienen mucho que recortar.

Y con esta situación, ¿cómo observas el ascenso del Frente Nacional de Marine Le Pen?

Es terrible. Y no sabes explicar cómo es posible que el votante del Frente Nacional sea inmigrante. Las clases más desfavorecidas se acaban agarrando a un clavo ardiendo. Yo lo entiendo así. Ya lleva años, pero es cierto que con Marine está creciendo y ha ganado en ciudades como Perpiñán, Aviñón. El director del Festival de Aviñón dijo después de las elecciones que se lo iba a llevar [el festival], pero luego dijo que este año ya estaba programado.

Pero sí, en el Frente Nacional aprovechan el hecho de que la gente se da cuenta de que entre los que legislan y el capital hay un lazo y que luego está todo el pueblo, y como el discurso de Le Pen es “menos políticos: todos a la calle”… Así captan a los votantes. Lo que no dicen es “todos los políticos a la calle, pero mando yo”.

¿En España podría surgir una fuerza así?

España es muy curiosa porque es un país que ha sufrido la extrema derecha más recientemente que ellos y los franquistas no se fueron a Brasil con la Transición. Yo supongo que algún partido tendrá que recoger toda esta ideología. Aparte de España 2000, que son cuatro, en algún partido estará toda esta gente.

Sólo habías actuado una vez en Madrid. ¿Por qué? ¿Has pensado alguna vez que fuera por ser catalán, por el hecho de haber defendido el independentismo?

No, no, no. Vaya, no creo. Aquí la gente me trata muy bien. Madrid es muy sorprendente. Es verdad que en Cataluña a veces se habla de Madrid como si fuera una entelequia y seguramente se quieren referir al Gobierno, las instituciones. Pero la gente aquí es una pasada. No sé, este espectáculo lo estrenamos en castellano en Avilés y luego no acabamos de encontrar el lazo. Quizá, como lo distribuimos nosotros, no lo hacemos bien.

Tú estás a favor de la consulta en Cataluña, eres simpatizante de las CUP, ¿cómo observas esta tensión entre Cataluña y el Gobierno central?

Es complicado. Yo pienso que tarde o temprano habrá que entenderse y ponerse de acuerdo. Lo que está ocurriendo en Cataluña es lo mismo que está ocurriendo en España. Hay algo que tiene que ver con la soberanía popular, con la gente de la calle. [Artur] Mas va muy por detrás, quiere conservar su sillón y se ha hecho independentista hace cuatro días. Yo era independentista desde jovencito. Mas lo hace porque algo está pasando en la calle.

Hay un movimiento popular que va por delante y, en este sentido, sí se parece a lo que está pasando en España y en Madrid con las marchas del otro día [22M]. Está ocurriendo algo que no tiene que ver directamente con un partido concreto. Y es por eso por lo que simpatizo con las CUP, porque no acaba de ser un partido, sino una cosa asamblearia. La gente ya no se pregunta a qué partido votará sino que dice: “vamos a organizarnos y a decidir qué cambiamos”. Y además, los catalanes, vascos, españoles, tenemos un enemigo común que es el capital.

Entonces, ¿qué quieres cambiar con la independencia de Cataluña?

Hay cosas que cambiarían, y para mejor. Yo entiendo la independencia como una oportunidad de oro para avanzar hacia un Gobierno que esté más cerca de la gente. No una independencia para que acabe estando el Banco Europeo.

O Mas.

Exactamente. A Mas seguramente nos lo tengamos que tragar, aunque no creo que dure mucho. Yo entiendo la independencia para llegar a un sitio más justo. Y luego, las relaciones con el resto del Estado pues serán complicadas. Habrá gente a la que le resultará más doloroso, menos doloroso. Pero yo incluso pienso que los españoles están más abiertos para aceptar esto de lo que se dice.

Además, ¿los catalanes y extremeños van a dejar de hacer negocios entre ellos? No. Es evidente que hay muchos más lazos entre Cataluña y España que con Italia. Además, un gran porcentaje de la gente de Cataluña es de generaciones que vienen de otros sitios de España.

Los lazos con España son muy fuertes, empezando por la lengua. Hablamos español, que no es una lengua marciana, y la gente, si tiene ganas de entenderse, se entiende. Es verdad que un amigo me dijo que, si somos independientes, no seremos más catalanes de lo que ya somos, y es verdad, pero que los otros lo reconozcan es el principio para poder avanzar.

¿Vas a trabajar ahora en Francia? ¿En España?

Donde me salga trabajo. Supongo que en Francia me seguirán saliendo cosas y también seguiré trabajando con Jorge. De todas formas, no me había pasado nunca en la vida, pero el año pasado me llegaron cinco proyectos y a estas alturas no se ha empezado con nada. Del año pasado se prorrogaron a este y no sé cuándo se harán. Lo próximo que voy a hacer será la obra 30/40 Livingstone en el Festival de Aviñón y después, si todo va bien, de estas cinco películas quizá podamos rodar una.

¿De España no te llega nada? Lo cierto es que los rodajes están bajo mínimos.

Sí, me llegan cosas. Es verdad que está todo muy parado, pero me ha llegado alguna cosa que no me ha gustado.

¿No harías televisión?

No. A mí la tele me da un poco de respeto porque, con poco que hagas, tiene mucha repercusión. Y la verdad es que, con las entrevistas, festivales, etc., ya estoy hasta el gorro de verme. Que la gente no me conozca del todo me va bien. Estoy un poco harto de repercusión. Si puedo hacer cine y teatro, lo prefiero.

En aquella época de los premios y los éxitos de taquilla, ¿nunca pensaste en irte a Estados Unidos?

No. Incluso en Francia me dijeron que me quedara allí a vivir y ya me parecía lejano. No me veía esperando a que me llamaran para hacer películas. Por eso decidí irme a mi pueblo, hacer teatro y organizarme. Y lo de Estados Unidos, los ejemplos que vi yo con El laberinto del fauno y las cosas que me propusieron fueron muy cutres. Todo era cosa de pasta y promoción… y yo no estoy haciendo una carrera estratégica. Yo estoy viviendo.

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