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La fetichización del gueto, o cuando lo pobre mola

Vogue India: Agosto de 2008

Lucía Lijtmaer

Se le echaron encima. Tras anunciar que sus modelos iban a desfilar para Dolce & Gabbana en la pasarela de Milán, el empresario boliviano residente en Buenos Aires Guido Fuentes tuvo que atender a numerosos medios de comunicación. La razón de la atención mediática no era únicamente el patriotismo local por la presencia de las modelos en un acto internacional, sino por la procedencia de estas: Guido Fuentes es dueño de Guido Models, una empresa gestada en la Villa 31, que contrata principalmente a modelos de la villa miseria más céntrica de la capital argentina.

La respuesta de los medios fue enorme, y comenzaron a proliferar los editoriales que promulgaban o condenaban el retorno del “ghetto chic” o la glorificación de una estética de pobreza por parte de las grandes marcas de lujo. Tras varios días de revuelo mediático, Dolce & Gabbana desmintió cualquier relación con Guido Models o Paolo Galimberti, el intermediario que se había puesto en contacto con Fuentes, a través de este escueto comunicado.

La polémica, en este caso, parece haber tratado injustamente a Guido Models, una empresa que ya había sido inmortalizada en un documental dirigido por Julieta Sans, y que busca dar una oportunidad a las adolescentes de la villa para que salgan de un entorno estigmatizado y empobrecido, dónde el abandono escolar ronda el 70%. En declaraciones al diario Perfil, Fuentes dejaba claro su cometido: “Que se termine la discriminación y que nos cataloguen de delincuentes o chorros [ladrones]. Que vean que somos trabajadores, con sueños”.

El otro lado de la calle: la ostentación del poverty chicpoverty chic

Dolce & Gabanna estuvo a punto de entrar en la picota por la notoriedad que ha alcanzado la última ola de turismo de clase en la moda occidental: el poverty chic, en todas escalofriantes versiones. Detallamos aquí los casos más relevantes.

El estilismo irónico moderno: Miyako Bellizzi se ha hecho famosa como estilista de grandes editoriales de moda que tratan a glamourosas amas de casa del gueto -inspiradas en el barrio de Compton, Los Ángeles, con el mayor índice de criminalidad y pobreza del país- o reportajes de estilo ubicados en una prisión ficticia en el que las presas modelos usan uniformes de Calvin Klein y joyas de Aoko Su mientras se amenazan con navajas.

El indigente estetizado

Quizás el elemento más popular de esta saga en la que lo pobre mola es el regreso del desaliño en su versión más absurda. Según este último ejemplo, hay cazadores de tendencias que se han convencido de que en la extrema pobreza hay estilo a tener en cuenta. Primero fue el chino Cheng Guorong, más conocido como Brother Sharp, un vagabundo chino al que un fotógrafo descubrió en las aceras de Ningbo, e hizo famoso de la noche a la mañana. Más recientemente llegó Slavik, sobre quien el fotógrafo Yurkov Dyachyshyn afirmaba: “No es como los otros vagabundos, no lleva bolsas y escarba en la basura, y se cambia varias veces de ropa al día, es el vagabundo más estiloso del mundo.”

En la misma línea, la modelo Erin Wasson tomaba como inspiración “a los más pobres, como los vagabundos de Venice Beach”. Intentando explicar el revuelto que tuvieron sus declaraciones en Nylon afirmó más tarde que “esa gente no quiere tener trabajo, es su decisión”.

El vagabundo como musa fue también parte de una colección de Vivienne Westwood, dónde los modelos aparecían con ropa superpuesta y maquillaje que simulaba la congelación de sus rostros -siendo la hipotermia aún una de las principales causas de muerte de los indigentes que duermen a la intemperie-.

 Como posible apartado de la sección anterior está el diseño de producto trendy-callejero-sin conciencia del monedero “Lucky Beggar” (literalmente “mendigo afortunado”), diseñado por George Skelcher e inspirado en “los vagabundos del Bowery, que mendigan con vasos de cartón”. Pese a que en la descripción del producto se advierte que parte de los beneficios de la venta se destinan a una organización que ayuda a la gente sin hogar, no queda claro qué porcentaje de los veinte euros que cuesta el monedero de lujo serán para tan loable causa.

 La campaña de moda de la “pobreza chic”: Para el que pensara que no hay mejor complemento que un buen bolso, la diseñadora Deepika Govind fue un paso más allá con su colección veraniega dónde una modelo vestida con tejidos tradicionales posaba junto a dos granjeros empobrecidos. Pese a la polémica imagen, Govind justificó que los trabajadores simbolizaban “la tradición del tejido, que ahora tiene un nuevo toque contemporáneo”. Una vez más, ahí va otra campaña de moda.

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