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De los gángsters a los bánksters

Miguel Gil Tertre, más conocido como Strand.

Jesús Rocamora

La cultura popular insiste en recordarnos que entre la mafia y nuestros banqueros actuales no hay demasiadas diferencias. Mismos peinados, mismas joyas, mismos zapatos, ambos roban a la luz del día y disfrutan de chalecos antibalas frente a la justicia.

Hace unos meses, el escritor de novela negra Dennis Lehane, autor de Mystic River, decía en una visita a España que prefería los gánsteres a los banqueros: “A la gente le fascinan los gánsteres porque representan el capitalismo al desnudo. Los gánsteres roban, igual que los bancos y las grandes corporaciones, pero lo hacen sin esconderse, sin hipocresía”.

Incluso se ha acuñado el término “bángsters” o “bánksters” para referirnos a todos estos tipos despreciables que han ido saliendo a la luz en los últimos meses a partir de escándalos financieros y en la clandestinidad que ofrecían las cajas de ahorros.

El último en poner a la misma altura a unos y a otros ha sido el músico y productor español Miguel Gil Tertre, más conocido como Strand, que estos días publica Bankstaz’ Paradize (Lovemonk), un EP con seis temas donde no sólo rinde homenaje al gangsta rap y al G-Funk (gangsta funk), sino que se apoya en ellos para trazar un paralelismo entre los ganstaz y los bankstaz. “La analogía entre el comportamiento entre unos y otros me pareció más que evidente”, cuenta el músico, que vive en Bruselas.

También fue evidente su elección de estos estilos musicales para hablar de lo que está pasando ahora en España: “Soy un gran fan de todo el rap de principios de los 90. Había cosas muy serias y otras no tanto: en un vídeo de Eazy-E se hablaba de temas serios, pero también había mucho humor. Otra cosa por la que me fijé en este estilo (que es una influencia básica en mi música) es que es muy exagerado en su visión de la vida. Hay pocos limites, tan pocos como en la gestión de las cajas de ahorros”.

Hablando de cajas de ahorros: el precedente espiritual de Bankstaz’ Paradize está en otro trabajo anterior de Strand, un single titulado Cajas sin ahorros. Ambos han sido posibles gracias a sendas residencias temporales del músico en el estudio Red Bull en Madrid, aunque con unos meses de diferencia.

Cajas sin ahorros se gestó durante dos fines de semana en verano de 2012. Acostumbrado a trabajar con ordenador y en un entorno mucho más modesto, Strand se vio de pronto frente a medios de grabación y sintetizadores analógicos, micrófonos, instrumentos reales como baterías y bajos, y decidió aprovechar para invitar a algunos amigos como Javier Diez-Ena, de Dead Capo, y Mario Zamora, de Lüger, para que le echaran una mano.

“Eran unos días muy calurosos, con la crisis y sus efectos muy presentes –recuerda–. En el estudio, entre toma y toma, hablábamos de cómo están las cosas, y los títulos del proyecto salieron de manera natural. Son cosas que nos preocupaban. Supongo que, al sacar la cabeza del estudio, la realidad es aplastante”.

Música y política y realidad social

Bankstaz’ Paradize nace de una nueva residencia en el estudio Red Bull, durante el invierno de 2013. “Esta vez pensé en traer una sección de vientos (liderada por Dani Niño, de Ginferno, y Los Saxos del Averno) y hacer un homenaje a la música del G-funk y del gangsta rap”.

De nuevo las composiciones dejan ver cómo la realidad ha ido empapando el proyecto: además de los temas Bankstaz’Groove, Ain’t Nuttin’ but a B Thang y Ain’t No Fun if the Bankz Can’t Have None, que rinden un homenaje explícito a aquel rap y que usa a los banqueros para hacer un guiño, hay otros cuyos títulos hacen referencias explícitas a la realidad social que nos ha tocado vivir, como De sucios desahucios y ¡Que soy compañero, coño!.

“La frase ‘¡Que soy compañero, coño!’ me parece que define (en todos los sentidos que le quieras dar) la España del siglo XXI. ¿Qué pasa? ¿Si eres compañero, no me puedes pegar? ¿Si lo eres, me puedes pegar? Pero ¿si voy disfrazado? ¿Y si resulta que todos somos compañeros en esto? Esa frase es una estampa de Goya, es una escena de Valle-Inclán”, dice el músico.

Para Strand, que su trabajo refleje la situación que tiene alrededor no es algo nuevo. En 2003 publicó el álbum Paz, cuyo título está inspirado en los bombardeos en Bagdad que durante aquellos días veía por televisión, “y entonces ninguna otra palabra me vino a la mente”. El disco se abría con el tema Soy petróleo, soy la muerte. Y en 2006 le tocó el turno a un nuevo disco, Al-djaber, inspirado en sus lecturas sobre la inmigración del norte de África, en el que incluyó 36 inmigrantes.

“La música que habla de política no tiene por qué ser necesariamente mejor, pero toda buena música que encima habla del presente es algo muy poderoso –afirma–. Public Enemy o los Clash no son buenos simplemente por ser políticos. Su sonido ya era una declaración. De hecho, hay cantautores muy políticos que son un tostón. Prince es genial a pesar de no ser especialmente político. Curtis Mayfield y Marvin Gaye son geniales y políticos”.

Strand no sigue de cerca el trabajo de gente como Fundación Robo, que en los últimos tiempos también ha plasmado la realidad en forma de canciones, pero entiende que “la música es una forma como cualquier otra de pasar un mensaje. Cada uno habla de lo que quiere, pero debe saber que su elección no es inocente. A mí me afecta (mucho) lo que veo, y es de lo que me gusta hablar, pero entiendo que hay gente a la que no. Más que de la política en la música, me gusta la gente que habla de las cosas que suceden, de los problemas de la sociedad”.

En general, ante el clima actual, en el que la sociedad no duda en salir a la calle para cuestionar unas leyes que nos devuelven a treinta años atrás, “pienso que la gente debe defender lo que crea, e intentar no perder el humor. Pero hay que tener cuidado con la ironía, porque te puede convertir en un amargado o un cínico”.

Vientos afrobeat, trompetas financieras

Como decíamos más arriba, estos seis temas son parte de un proyecto colectivo en el que han intervenido muchas manos. El nombre completo de esta suerte de supergrupo que se ha montado alrededor del estudio Red Bull como sede es Strand and the Banksters with the Financial Horns. Y es que además de The Financial Horns, una sección de vientos de soul-afrobeat formada por Frank Santiuste (trompeta), Fran Sánchez (trombón) y Dani Niño (saxo barítono), aquí han vuelto a colaborar Javier Diez-Ena, de Dead Capo, y Mario Zamora, de Lüger: ellos son The Banksters (junto al ingeniero Oswaldo Terrones).

De nuevo, nada raro para alguien en cuyo CV tiene colaboraciones con el escritor Barry Gifford y músicos del ámbito del rap (con NonGenetic, de Shadow Huntaz) o de la clásica/electrónica (conn Takeshi Nishimoto). Para Strand, “colaborar siempre es enriquecedor para no estancarte y para seguir aprendiendo. En el caso de Javier y Mario, ellos aportan su perspectiva y sus arreglos. Yo puedo tener una idea que posiblemente no sea la mejor. En directo, si los presupuestos lo permiten, me gustaría en vez de tocar solo poder hacer unos directos con ellos, además de un batería y la sección de vientos”.

Bankstaz’ Paradize se cierra precisamente con la remezcla de Ain’t Nuttin’ but a B Thang, a cargo de Om Unit, que lo empuja un pelín en el tiempo y lo lleva del gangsta a terrenos más electrónicos y cinematográficos, como una melodía encargada de acompañar los títulos de crédito en una película de género negro. Aunque lo que aquí se cuente no tenga nada de ficción.

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