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Joan Romero y Andrés Boix coordinan un foro en el que especialistas en diversos campos aportarán opiniones sosegadas y plurales sobre temas de fondo para una opinión pública bien informada

Inmigración y el futuro de los modelos de integración

Eulalia Palencia Perelló

Los desplazamientos de la población son tan antiguos como la historia misma del ser humano. Hoy en día, los desplazamientos de la población, en un mundo globalizado se han visto favorecidos, convirtiéndose en uno de los fenómenos más importantes en las sociedades actuales. La inmigración presenta aspectos positivos y negativos. En cuanto a los positivos, dadas las características de las sociedades de los países desarrollados hoy en día, hemos de reconocer su contribución al aumento de la tasa de natalidad y sistema de seguridad social, haciendo posible algo que percibimos tan básico como el sistema de pensiones. Además, tras un largo proceso de integración de la diversidad la cultura del país receptor tiende a enriquecerse. En cuanto a los aspectos negativos, la inmigración supone grandes retos para las sociedades acogedoras, como son el tener que dar cabida a un aumento de la población en materias tan importantes como vivienda o la absorción de nueva mano de obra por la economía, en muchos casos no suficientemente fuerte. También, se observan choques culturales que pueden dificultar el entendimiento entre culturas, creando conflicto o exclusión social.

La inmigración, cierto es, presenta numerosos y diversos retos, pero de ellos el país receptor no puede más que salir fortalecido, al tener que enfrentarse a las debilidades de su sistema y construir soluciones que se desea que duren en el largo plazo y que sean aceptadas por todos, aumentando así el consenso. Si bien es innegable la actual crisis que los modelos de integración europeos están viviendo, hay que tomar esta como una nueva oportunidad para mejorar el total de nuestras sociedades. Al contrario de lo que se tiende a pensar, sí existen modelos de integración que parecen funcionar y a los que España y el resto de países de la Unión Europea pueden valorar como ejemplo, no para imitar, sino para mejorar el modelo ya existente en aquello que se pueda adecuar.

Uno de estos países es Canadá, país que desde los años setenta viene diseñando una clara política de inmigración y que dadas sus características históricas (se constituyó por franceses e ingleses, bajo la previa existencia de la población aborigen) recoge el multiculturalismo en su constitución como seña de identidad del país. Por ello, me gustaría hacer un breve repaso a algunos de los puntos clave de su política de

integración de la inmigración, con el fin de extraer algunas conclusiones aplicables al caso español.

En primer lugar, Canadá ha buscado atraer a un perfil de inmigrante con alta cualificación. Para ello, ha creado diversos programas por puntos que valoran el conocimiento de los idiomas oficiales, la cualificación profesional o los años de experiencia laboral. De igual forma, se permite que las empresas nominen a posibles trabajadores para la obtención de un visado. Por otro lado, dependiendo de aquellos sectores de su economía donde se da una mayor necesidad de mano de obra, han creado programas para permitir la entrada legal de trabajadores. Esto ha facilitado una mejor integración, ya que sus inmigrantes tenían un alto perfil profesional y altas oportunidades de encontrar trabajo, si no tenían de antemano una oferta de trabajo, sabiendo que no tendrían problemas en integrarse económicamente, y consecuentemente tampoco sufrirían exclusión social. Sin embargo, esta política puede ser tachada de fuertemente discriminatoria y elitista, algo que Canadá no puede paliar con la aceptación de miles de refugiados al año (46.000), número comparativamente pequeño al total de inmigrantes que llegan al país (250.000).

En segundo lugar, dado al modelo federal existente en Canadá, las provincias tienen amplias competencias, aunque el pilar fundamental de su financiación es la transmisión de ingresos del gobierno federal a las provincias, y luego de estas a las localidades, que cuentan con muy poca competencia en materia financiera, legal y política. Al contrario de lo que uno pudiese imaginar, esto ha llevado a que haya una fuerte colaboración entre los diferentes niveles territoriales e institucionales, como demuestra The Quebec Agreement o anada-Ontario Immigration Agreement, lo cual dificulta que se den contradicciones entre los distintos gobiernos y promueve la existencia de programas conjuntos y coordinados. Sin embargo, mayores competencias en el nivel local, y por lo tanto descentralización, permitiría que se diese respuesta a problemas específicos, de una forma más rápida y efectiva.

En tercer lugar, otro de los aspectos que más dificultades presenta para la integración es la sobre cualificación de los inmigrantes. Por ejemplo, de acuerdo con el informe de la OECD Indicators of Immigrant Integration 2015, en España la sobre cualificación de los inmigrantes es de un 50%. Si bien es cierto que en Canadá esta también se da, es mucho menor, puesto que han diseñado una política de inmigración por la cual han decidido atraer a capital humano altamente cualificado y han sabido integrarlo en su economía. Para ello, han buscado atraer también las inversiones que los inmigrantes pueden traer consigo a través de los vínculos con sus países de origen. Así, mediante un plan conocido como two-ways connection han diversificado y fortalecido su economía. Por otro lado, han proporcionado amplias herramientas para la convalidación de títulos y han diseñado una extensa red de programas de formación para aquellos inmigrantes que no tuviesen una alta cualificación o cuyos títulos no pueden ser homologados. De esta forma, aseguran que se creen trabajos de calidad para los inmigrantes y que estos tengan una posición importante en la sociedad, no quedándose rezagados a trabajos de bajo perfil que tradicionalmente sufren una mayor discriminación social.

En un último lugar, hemos de prestar especial atención al colectivo musulmán. Canadá ha sido uno de los países occidentales que menos ha sufrido las consecuencias de la radicalización islámica. Antes de entrar a analizar cual ha sido la actuación de Canadá, hemos de analizar el porqué de este fenómeno. Lo primero es que los inmigrantes de primera generación, por lo general, no llegan nunca ha sentirse nacionales del país al que emigran, de forma que tampoco expresan su descontento, especialmente ante a la discriminación sufrida. Sin embargo, los inmigrantes de segunda y tercera generación sí se sienten nacionales de los países donde residen y eso les lleva a una mayor participación en la vida social y política, pero cuando sus opiniones o necesidades no son escuchadas o respondidas se crea una “crisis de identidad” a la cual el Islam, dadas sus características, ha sabido responder y adaptarse en el contexto del mundo globalizado. Ello ha sido gracias a su concepto de la Umma tal y como explica Pablo Cañete en Los Rostros del Islam es decir, la unión de todos los musulmanes sin importar su nacionalidad o el lugar donde se encuentren y el sentimiento de pertenencia a la comunidad musulmana a pesar de otras diferencias culturales que se puedan tener. A esto hay que sumarle la actitud de la población receptora, quienes hemos fomentado este sentimiento identificando a todos los inmigrantes de fe musulmana por su credo y no por sus países de origen, aunque nada tenga que ver un musulmán de Irán con uno de Marruecos o este con uno de Pakistán.

A pesar de ello, en Canadá una gran mayoría de musulmanes percibe que su país está actuando correctamente en materia de integración de la diversidad. Por ejemplo, un 84% dice ser tratado mejor que en otros países occidentales, y aunque cada día es más común entre los jóvenes sentirse primero musulmanes y en segundo lugar canadienses, siguen sintiéndose muy orgullosos de ser canadienses, y así una larga lista de consideraciones positivas que los inmigrantes musulmanes hacen de Canadá, recogidas en el artículo de CBC News Canada: How Islamophobia is driving young Canadian Muslims to reclaim their identity. Canadá ha logrado esto gracias al carácter de sus políticas, que permiten mantener la identidad religiosa y la canadiense, al igual que la doble nacionalidad. Obviamente, estas políticas vienen acompañadas de una serie de medidas institucionales como el respeto a las festividades religiosas y la vestimenta tradicional en los lugares de trabajo, la representación de las minorías en los medios de comunicación o el fomento de la sociedad civil para fortalecer la voz de las minorías. Este último aspecto, aunque muy positivo, es amenazado por dos riesgos fundamentalmente: la privatización del sistema de integración y la mayor fortaleza de unas minorías sobre otras.

Por último, me gustaría resaltar cuales son las lecciones en materia de inmigración que España puede extraer del ejemplo canadiense. En primer lugar, la necesidad de regular la inmigración a través de las fronteras, sino principalmente a través de los ciclos económicos. Por ejemplo, siguiendo el informe de la OECD, la mayor oleada de inmigración en España se dio entre los años 2000 y 2008, cuando se requería mano de obra de baja cualificación, por lo que la mayoría de inmigrantes poseían un perfil de baja cualificación profesional y ha sido a este colectivo, debido a la crisis, a quienes más ha afectado el paro a largo plazo. Además, la cercanía geográfica supone unamayor presión de la inmigración en el Sur y Este de Europa, hace necesaria una fuerte colaboración y coordinación de las políticas nacionales, especialmente en seguridad de fronteras con la Unión Europea, para que en el futuro todos sintamos en igual medida las desventajas, pero sobre todo los beneficios de la inmigración.

Este último aspecto se relaciona con la obligatoriedad de colaboración entre los diferentes niveles institucionales y territoriales, para que haya una cobertura máxima del modelo de integración, y que se dé la descentralización necesaria para políticas eficaces, rápidas, pero con unos mismos objetivos a largo plazo, y por lo tanto con unas pautas comunes de actuación. En España ya existe esa descentralización, pero sin embargo falta un fuerte proyecto común entre instituciones y gobiernos territoriales para evitar que de puedan dar desigualdades entre el tratamiento de la inmigración.

En este sentido, es importante que el aumento de la descentralización no finalice en la privatización del sistema de integración, algo que ya advierte Jonh Shields en su informe Immigrant Settlement and Integration Services and the Role of Non profit Service Providers: A Cross-national Perspective on Trends, Issues and Evidence. El Estado a fin de cuentas, ha de ser la base de este sistema y ha de velar por el control de ciertas prácticas que sí atentan contra los derechos y libertades individuales, tal como la mutilación genital, pero no el uso de determinada vestimenta o la determinación del credo. La integración de las minorías culturales pasa obligatoriamente por darles voz en el proceso político, y que mejor forma de hacerlo que abrir los canales institucionales a una sociedad civil que necesita fortalecimiento. De esta forma se disminuye la discriminación, cuando a través de asociaciones se realizan actividades en la comunidad, cuando tienen sus propios medios para definir su representación y tienen un medio de defensa. Es importante entender que el fin de estas asociaciones es trabajar mano a mano, y no enfrentar unas a otras. Un ejemplo sería aumentar la representatividad de las minorías reales en los medios de comunicación, algo que en España aún está lejos de lo deseable.

Para finalizar, querría apuntar que si bien hay más respuestas de las que pensamos, lo más importante es plantearnos las preguntas correctas y comenzar una reflexión que nos lleve hacia el mejor sistema de integración posible. ¿Qué prácticas se consienten y cuales no?, ¿queremos la libertad que tradicionalmente hemos definido o estamos abiertos a nuevos tipos de libertad?, ¿definimos correctamente la integración?, ¿cómo surge realmente esta crisis de identidad?, ¿qué mecanismos pueden paliarla?, ¿qué tipo de inmigración queremos?, ¿hasta que punto estamos dispuestos a colaborar con la Unión Europea, o más bien la Unión Europea está dispuesta a colaborar con nosotros en materia de inmigración?, y así un largo etcétera que definirá nuestro futuro.

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