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El Parlamento 'inhibido'

Olga Rodríguez

El apagón informativo impuesto en el Congreso de los diputados ante la llegada del presidente del Banco Central Europeo al hemiciclo para comparecer a puerta cerrada, sin presencia de la prensa, encierra toda una metáfora de nuestra actualidad. El empleo de inhibidores de frecuencia anuló el funcionamiento de Internet y la telefonía móvil durante tres horas. Este hecho ha generado multitud de mensajes en el buzón de la Defensora de la comunidad de eldiario.es.

“Llegó a Madrid el tecnócrata y ex directivo de Goldman Sachs, Mario Draghi, y el Congreso actuó como si llegara un gran jefe que iba a sentar cátedra. Es bastante indignante que se impida incluso a los diputados retransmitir lo que pasa en el Congreso, que es la casa que representa al pueblo. La grabación de la intervención de Draghi que hicieron dos diputados tuvo que ser clandestina y no pudo ser difundida en directo por culpa de los inhibidores de frecuencia.¿No merece esto una reflexión? ¿No pueden los directivos de los grandes medios de comunicación actuar y denunciar conjuntamente hechos como este, o las ruedas de prensa sin preguntas? ¿No están quizá demasiado callados los representantes de los medios?”, se pregunta Myriam Guillén en el buzón de la Defensora.

Diversos medios se hicieron eco del apagón informativo que obligó a los periodistas a echar mano de la telefonía fija. Algunos informadores expresaron su indignación a través de las redes sociales, y la asociación de periodistas parlamentarios anunció que estudiará elevar una queja por los métodos empleados.

En un principio se dijo que el propio Draghi había solicitado la comparecencia a puerta cerrada, pero tras su intervención el presidente del Banco Central Europeo aseguró que no había impuesto condiciones, y la página web del BCE publicó el texto de su discurso.

El presidente del Congreso, Jesús Posada, asumió la responsabilidad del formato y declaró que se había fijado siguiendo el modelo establecido en el Parlamento alemán para un acto similar. El BCE es una institución que, a pesar de no ser elegida por los ciudadanos, adopta decisiones que influyen directamente en la vida y la economía de la gente. Millones de personas perciben las consecuencias de sus políticas.

Pero el presidente del Parlamento, la institución que tiene que representar al pueblo, decidió cerrar las puertas e impedir que se pudieran escuchar en directo los altos designios económicos de Draghi.

Cabe destacar la iniciativa de los parlamentarios que, entendiendo que debían tomar el relevo de los periodistas censurados, aprovecharon su acceso a la comparecencia de Draghi para intentar retransmitirla en directo a través de una página web titulada “Ellos cierran el Congreso, nosotros lo abrimos”.

La censura tecnológica les impidió hacerlo en tiempo real, pero pudieron difundirla minutos más tarde. Con ello dejaron clara su voluntad de desbloquear la censura y asumieron la tarea informativa como una responsabilidad característica de contextos libres y democráticos. PSOE, Izquierda Plural y UPyD anunciaron la elevación de una queja formal por el empeño de Posada de mantener bajo secreto la intervención de Draghi.

Si imposiciones como la mencionada se convirtieran en habituales la libertad de información se vería seriamente dañada. De ahí la necesidad de que los propios medios de comunicación estén en alerta para reaccionar de inmediato ante stuaciones como la descrita.

Dentro de las redacciones se necesita un tejido lo suficientemente sólido para estar dispuesto a denunciar no solo las ruedas de prensa sin preguntas, las comparecencias a puerta cerrada en el Congreso, el empleo de inhibidores de frecuencia que bloquean las comunicaciones, sino también, llegado el momento, la falta de reacción oficial de los medios de comunicación.

En este sentido, y en un contexto como el actual, es preciso recordar el peligro que supone que los periodistas asuman sin fisuras las directrices de la empresa para la que trabajan hasta llegar a considerarla su patria, su secta. Relatar la realidad implica molestar al poder e incluso tener que rebelarse contra sus imposiciones.

El periodismo ha sufrido cierto estado de hibernación durante mucho tiempo. La crisis, los despidos, la fragmentación que están experimentado algunas empresas informativas, el abuso cada vez mayor del infoentretenimiento disfrazado de información, han servido, paradójicamente, para impulsar un despertar en el oficio.

Están surgiendo nuevas iniciativas periodísticas que intentan mantenerse al margen de los grandes poderes para gozar de independencia y honestidad. Y dentro de las redacciones hay periodistas que a título individual batallan para romper los hilos del servilismo acomodado. Pero hacen falta más.

En estos años ha habido momentos en los que cualquier crítica, cualquier intento de romper el pensamiento dominante en las redacciones era considerado radical, estrafalario, antisistema. En algunos casos se ha llegado a niveles de absoluta sumisión.

Por eso es preciso insistir en que el periodismo nunca puede ser el instrumento del poder político o económico, sino una herramienta para que la ciudadanía sea más libre. No es fácil. Los informadores pueden verse perseguidos a través de tácticas de persuasión en forma de despido, de marginación efectiva de la vida laboral, de la amenaza de naturaleza económica. Como decía Kapuscinski, esta es una profesión “que requiere una lucha continua y un estado de alerta constante”.

Los periodistas tenemos que luchar y estar en estado de alerta constante ante los grandes poderes y ante nuestros propios jefes. La crítica constructiva y la voluntad de defender la libertad de información contra los servilismos son imprescindibles en las redacciones que aspiren a practicar un periodismo de calidad. El miedo a decir no, el miedo a poner peros, crea silencios que terminan alzándose como murallas.

El mejor periodista no es el que obecede ciegamente las imposiciones de sus superiores, sino el que es capaz de mantener una lucha diaria contra los intereses de quienes desearían reducir la información a mera propaganda. Dicho en palabras de la Defensora del lector del diario estadounidense The New York Times:

“Los líderes brillantes aprecian de algún modo la piedra dentro del zapato, por irritante que pueda ser. Una organización que no tolere al irritante no está lejos de ser una dictadura. Aquella que puede absorber y aprender de la crítica será probablemente más saludable”.

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