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Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.

Cifuentes se empieza a preocupar por la contaminación, ¿para cuándo Rajoy?

Señal que indica el límite de velocidad en la M30 durante el protocolo contra la contaminación.

Pedro Bravo

¿Quién ha dicho que los altísimos niveles de contaminación con los que convivimos últimamente en Madrid son malos? Por lo visto, la única posibilidad que tenemos de empezar a librarnos de la porquería del aire es sufrirla durante mucho tiempo y en dosis bien tóxicas, como está pasando este otoño seco y caluroso como nunca. Así es como se ha producido el milagro de que dos administraciones generalmente divergentes, Comunidad y Ayuntamiento, estén a punto de coincidir en políticas de calidad del aire. Si el consistorio que preside Manuela Carmena tiene ya en marcha (parte de su) Plan A, el gobierno que dirige Cristina Cifuentes ha dejado caer su Plan Azul + que se aprobará el martes y que establece las actuaciones cuando los niveles de polución se pongan feos.

Por lo que se ha podido leer, el protocolo regional tiene cuatro escenarios según las concentraciones de dióxido de nitrógeno, los mismos y los mismos niveles que aplica ya la ciudad. Pero hay diferencias. En los escenarios uno y dos, las medidas que impone la Comunidad de Madrid son sobre todo informativas: aviso a los responsables políticos y organismos y a los ciudadanos a través de redes sociales y medios de comunicación y promoción del transporte público (en el uno) y mensajes directos a población sensible y las medidas que establezcan los Ayuntamientos (en el dos). En este escenario también empiezan los límites: velocidad reducida a 90 km/h en M-40, M-45 y las radiales y a 70 km/h en carreteras comarcales y locales. 

En el tercer nivel se mantienen las anteriores y se suman otras como la recomendación para reducir el uso de calefacciones; flexibilidad de horario en las administraciones públicas, limitación de las operaciones contaminantes en obras públicas y reducción a 100 km/h de la velocidad máxima en las radiales fuera de la M30.

En el cuarto nivel llegan las restricciones al tráfico: no podrán circular ni estacionar los vehículos que no lleven bien visible los distintivos Cero y Eco que distribuye la DGT y se podrán seguir moviendo libremente los vehículos de transporte público, los de emergencias, los de alta ocupación (mínimo tres personas), los de movilidad reducida, las bicis y las motos. El Plan Azul +, además, obliga a las poblaciones madrileñas de más de 75.000 habitantes a crear y poner en marcha sus propios programas de calidad del aire, lo cual está muy bien aunque no se haya especificado si van a dar indicaciones sobre cómo hacerlo.

Como dije al principio, el plan de la Comunidad está a punto de coincidir con el del Ayuntamiento pero no lo hace, más allá de los niveles y las fases, porque es más flojo en todos los escenarios. Si finalmente se queda así, las dos primeras fases serán decorativas y poco más. La experiencia de la aplicación del protocolo del Ayuntamiento dice que sólo se registran caídas importantes de circulación cuando llegan las restricciones a la misma. En la última fase dos vivida, hace una semana, el tráfico en Madrid bajó entre un 1% y un 2% nada más y eso que la norma reducía la velocidad a 70 km/h en la M30 e impedía aparcar en zona SER a los no residentes. No es difícil imaginar que no se conseguirá mucho más lanzando unos tuits.

En cuanto a la prohibición de circular en fase cuatro para los vehículos más contaminantes, hay quien cree que es más justa la de la Comunidad, que en ese caso impide el paso a los vehículos según su matrícula sea par o impar. También hay quien dice que la de la ciudad es más equitativa, porque no influye en ella si el coche es modelo reciente y por eso menos contaminante. En cualquier caso, la DGT no ha terminado de distribuir bien las etiquetas identificativas, lo cual puede provocar unos cuantos fastidios.

Ojo a Singapur

¿Qué sería lo ideal? Pues que de verdad las dos administraciones y todas las localidades de la región actuasen de forma coordinada. El asunto del tráfico y de la polución en Madrid es un problema que requiere soluciones urgentes y que no se puede ver de forma aislada. Habría sido un puntazo que la Comunidad anunciase una norma aún más restrictiva, un punto para la salud pública de todos, un punto político y comunicativo para quienes gobiernan la región, un punto para el Ayuntamiento, que ya anda pensando en hacer más estricto su propio protocolo (una posibilidad es que pasen también al sistema de etiquetas de la DGT), y un punto para los madrileños, que tendríamos mucho más fácil entender y aplicar las reglas.

Puestos a soñar, lo que sería de verdad estupendo es que fuese el propio Estado el que se pusiese serio con esto. Ciudades y regiones de todo el mundo están tomando medidas, delimitando zonas de protección, estableciendo restricciones a los vehículos más contaminantes y hasta cobrando por circular, pero ninguna parece que esté parando el tráfico y el humo de forma muy tajante. Quizá por eso haya que seguir el modelo de Singapur. En el país asiático no sólo puede llegar a ser cuatro veces más caro un coche que aquí, entre el coste del vehículo y el del certificado que hay que obtener para comprarlo, sino que hay una cuota para limitar el crecimiento del parque automovilístico que, a partir de febrero del año que viene, va a ser cero (salvo para “vehículos limpios”). ¿Alguien se imagina a Mariano Rajoy firmando una ley así? Yo sí, pero es que a mí la contaminación me da unos colocones de campeonato.

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