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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Reducir la carga de la deuda y alargar el tiempo de pago, única solución viable para Grecia

Una pintada contra la deuda junto a un escaparate de Atenas.

Pilar Blázquez

Los políticos europeos entraron en pánico con la irrupción de Syriza en la política griega y sobre todo con la posibilidad de que gane las elecciones del domingo. Sus propuestas se han vendido como una catástrofe económica, pero lo cierto es que, sea quien sea el nuevo primer ministro griego, la teoría económica deja muy poco margen de solución al problema del país.

Los analistas coinciden: es imposible que el país pague su deuda. “Sin crecimiento ni inflación no hay ninguna posibilidad efectiva que no pase por la reestructuración”, resume Miguel Arregui, experto en deuda pública de Analistas Financieros Internacionales.

En 2010, se descubrió que Atenas había manipulado, con la inestimable ayuda de Goldman Sachs, las cifras de la economía para entrar en el euro. Desde entonces, todas las políticas diseñadas por Europa y el FMI para tratar de enderezar la situación, dos rescates y 250.000 millones de euros después, han tenido dobles intenciones. Con una, la moral, pretendía dar un escarmiento a los derrochadores griegos. Con la segunda, mucho más importante, se evitaba sentar precedentes ante otros países como Irlanda, Portugal, España e Italia. Y había una tercera más oculta: salvar a los bancos europeos (alemanes sobre todo) que eran en 2010 los principales propietarios de la deuda pública de todos esos países.

Pero como pasó en EEUU con Lehman Brothers, aquí también parece que la solución moral se les ha ido de las manos. Los dos rescates han llevado a la economía griega a desplomarse un 25%, como si hubiera sufrido una guerra. La deuda pública ha pasado del 125% del PIB al 176% (315.000 millones) a finales de 2013. Los ajustes solicitados por los rescatadores, la troika europea y el FMI, han dejado un desolador panorama social. Los sueldos públicos han caído un 20%, igual que las pensiones. La tasa de paro se ha disparado hasta rozar el 26%. Y, entre otras terribles estadísticas, Grecia lidera el ranking de países occidentales en tasa de pobreza infantil.

“Es un problema de ajuste entre el largo plazo y el corto. No se pueden esperar resultados a corto plazo cuando se trata de solucionar un problema de deuda pública. Ni siquiera con unas condiciones tan duras. De hecho, si se hubieran relajado un poco, tal vez ahora no estaríamos hablando de Syriza”, asegura Arregui. Es la trampa de la deuda.

Los bancos salen ganando

Los únicos que han salido ganando durante estos años de ajustes y rescates en Grecia han sido los bancos. Este tiempo les ha servido para traspasar sus bonos griegos a los bancos centrales de cada país. Ahora, el 80% de la deuda pública helena está en las arcas de los supervisores bancarios de Alemania, Francia, España... y también en el Banco Central Europeo (BCE).

En caso de que Grecia dejase de pagar su deuda, el resto de contribuyentes europeos asumiría las pérdidas. La canciller alemana, Angela Merkel, se niega, y por eso ha lanzado esa ofensiva contra Syriza, el partido político con más posibilidades de ganar las elecciones y el que propone que la solución pasa por renegociar la deuda.

La economía griega apenas supone el 2% del PIB de la Unión Europea, así que en caso de aplicar su propuesta, el problema sería mínimo. Pero Alemania tiene miedo de que si Grecia reestructura, siente un precedente para el resto de países con problemas. Por eso ha enarbolado la bandera del miedo: el que no pague que se vaya del euro.

La propuesta cuanto menos es ilegal. “No hay ningún texto legal en Europa que contemple esta posibilidad. Si los griegos decidieran esa opción, habría que inventar cómo hacer el proceso”, explica Miguel Ángel Bernal. Eso sí, “el derecho de Grecia a tomar ese camino es absoluto. Sería la mejor forma de tomar las riendas de su destino”, asegura el economista Arcadi Oliveres.

Una salida traumática

En cualquier caso, todos deberían medir el riesgo. En Europa hay cierto sentimiento de fortaleza. Tal vez en Frankfurt crean que apostar por una salida, de nuevo 'ejemplar', de Grecia del euro, no causaría los estragos que hubiera provocado en 2010 o 2012. El chute millonario del BCE del jueves fortalece esta teoría. Pero también lo de Lehman creían tenerlo controlado. “Una salida del euro sería traumática para todos, griegos y europeos. Con una diferencia, y es que los griegos ya tienen la mitad del daño aplicado”, advierte Arregui.

Todo apunta a que esa situación extrema no llegará. Ni siquiera parece, a pesar de los miedos sembrados, que ésta sea la hoja de ruta de Syriza. Por el contrario, las propuesta del partido liderado por Alexis Tsipras están mucho más en línea de las soluciones que plantean los economistas, aunque difieran en la ejecución de las mismas. “No creo que Syriza vaya a salirse del euro. Lo que plantea es que se mejoren las condiciones para los griegos. Eso es lógico y factible. Sería suficiente con un alargamiento indefinido de la deuda”, explica Pedro Aznar, profesor de Economía de Esade.

Según otros economistas, esta opción también podría beneficiar a los acreedores (los bancos centrales de los países del euro), ya que “Grecia seguiría pagando intereses, de forma más relajada y al anotar la deuda como indefinida no computaría como pérdida en sus balances”, explican fuentes financieras.

Aumentar el tiempo de pago de la deuda

La propuesta del think tank Instituto Bruegel es similar: reducir la carga de la deuda y aumentar el tiempo de pago. Para estos economistas belgas, los recortes que quedan pendientes en la economía griega son puntuales. De hecho, Grecia cerró el 2014 con un crecimiento positivo por primera vez desde que comenzó la crisis. Además, tiene un superávit primario del 2,7% del PIB. Esto significa que, si no tuviera que pagar intereses de la deuda, el Gobierno ingresaría más de lo que gasta. Sus bancos han superado el test de estrés que hizo el BCE en octubre.

Aun así, el país todavía tiene pendiente el reto de activar la actividad industrial y productiva, y lo que es mucho más importante, acabar con sus corrompidas bases políticas y económicas. Desterrar la corrupción, la falta de meritocracia en los cargos públicos, lobbies laborales, camarillas de mando... Según Bruegel, se hace mejor con la presión externa de la Troika y el FMI. De ser así, la propuesta de Syriza de renegociar pensando en el beneficio del pueblo no es tan utópica. Más allá de eso, Grecia tiene pendiente diversificar su tejido productivo para poder impulsar sus estancadas exportaciones.

Es aquí donde realmente se centra el futuro del país a partir del próximo lunes. Las preguntas a resolver por el nuevo gobierno y la Troika serán, básicamente, tres: qué nuevos ajustes tendrá que asumir el país, cómo se va a aliviar la presión sobre el pago de su deuda y cuál será la cuantía definitiva del tercer rescate.

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