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El ultramarinos de los sentidos

Imagen de un concierto celebrado recientemente en el local. / La vida tiene sentidos

María Muñoz

El cierre de una coctelería y “las soledades” encontradas de dos mujeres se convirtieron en el germen del que un año después salió La vida tiene sentidos, una tienda que ofrece artículos de pequeños productores locales, ecológicos y de comercio justo y un lugar de encuentro en el que hablar de filosofía con sentido del humor, aprender a hacer un combinado o probar una cerveza artesana. Abierto hace apenas un mes en el madrileño barrio de Lavapiés, el local propone recuperar los espacios de encuentro ciudadano de los antiguos ultramarinos.

“Nuestro lema es Pienso, luego consumo porque creemos que ya que hay que comprar y consumir pues esta debe ser una actividad placentera en un lugar donde se puedan hacer además otras cosas”, explica Patricia Soto, impulsora del proyecto junto a Maite León. Se conocen “desde hace años” y cuando la coctelería que regentaba Soto comenzó a resentirse por la crisis se encontraron y empezaron a hablar de lo que podían hacer juntas. “Finalmente yo tuve que cerrar mi bar y Maite llevaba tiempo buscando un trabajo así que juntamos nuestras soledades”, explica.

Poco antes de cerrar su bar, la coctelería El Mojito, Soto había empezado a organizar actividades más allá de la vida nocturna del local. “Comencé a hacer catas organizadas, degustaciones por encargo en casas, actividades relacionadas con los cócteles y el cine y a la gente le gustaba mucho”, explica. Tras el cierre, su futura socia y ella decidieron que debían buscar un lugar en el que continuar con esas actividades, “y al poco pensamos y si también organizamos más talleres, y si también ponemos una tienda, y si contactamos con pequeños productores para vender sus productos”, detalla Soto.

Pequeños productores

Empezaron a asesorarse y localizaron el local. Después llegaron las obras, los muebles, de cartón para el techo y las estanterías, y los clásicos palés para el resto de mobiliario. Y en marzo abrieron sus puertas. Por un lado está el ultramarinos donde ofrecen productos locales, de comercio justo o ecológicos. “No queremos encasillarnos en nada y la única premisa de la que partimos es que tratamos directamente con el productor para saltarnos a los distribuidores”, señala la socia del local. Eso sí, también tratan de ajustar los precios lo máximo posible “porque queremos que sea asequible”. Hay desde quesos asturianos, vinos de pequeñas bodegas a cuatro euros a huevos, pan café o embutidos. “Procuramos movernos mucho por las ferias donde hablamos directamente con los productores”, explica.

Todos los muebles tienen ruedas, lo que facilita transformar el espacio en función de las actividades que se desarrollen en él. “Tenemos un taller de poesía en el que participarán 15 personas y necesitan todo el local para ellas o la tienda permanece abierta para el que quiera participar en la tertulia filosófica, que durante este mes gira en torno al sentido del humor”, señala Soto, quien explica que en el local están abiertas a cualquier propuesta que los vecinos quieran hacer.

La vida tiene sentidos quiere recuperar los espacios que suponían los antiguos ultramarinos, esos pequeños colmados donde la gente no solo iba a comprar sino también a relacionarse y a saber qué es lo que ocurría en el barrio y a los vecinos. “Muchos pasan, miran a través del cristal, vuelven a pasar otro día y al final se animan a entrar y descubren un lugar que es algo más que una tienda”, describe Soto. De momento, “el espacio va más rápido que la tienda”, y todos los fines de semana ofrecen una gran variedad de talleres y actividades: desde clases de costura, de cocina para aprender a hacer pan, cuentacuentos o degustar una cerveza artesanal o hacer una cata con el vino de una pequeña bodega. “La casa la tenemos, ahora poco a poco iremos llenándola”, afirma.

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