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'Morir', la película llena de miradas con la que Fernando Franco maltrata y alivia al espectador... por su bien [Crítica]

Marián Álvarez y Andrés Gertrudix, en una escena de la película 'Morir'

David Martos

San Sebastián —

Morir es una película sobre el proceso de la muerte. No sobre la muerte como momento [final o de paso a otra fase, según], sino sobre cómo nos morimos. Y por encima de todo sobre qué ocurre alrededor de una persona que se muere. Cuatro años después de dirigir La herida, su debut en la dirección de largos, Fernando Franco vuelve al Festival de San Sebastián con una historia que nace de la novela de Arthur Schnitzler con el mismo nombre. En Morir, como en La herida, hay lluvia y hay reflexión. Hay sufrimiento. Pero también hay una manera determinada de entender la producción cinematográfica: la de la historia pequeña que va a lo universal desde un número reducido de actores.

Porque si hay algo que destacar en Morir, quizá injustamente excluida de la sección oficial de San Sebastián, es el dúo protagonista [Andrés Gertrúdix y Marian Álvarez]. Mientras sus personajes mueren, uno en lo físico y el otro en lo emocional, los dos se miran. Se pasan 90 minutos mirándose, comunicándose con la mirada; y en esas miradas hay mucha más información que en las líneas de diálogo, algunas de ellas algo impostadas en ese contexto de naturalidad que genera Franco. Y en el cruce de miradas se produce una situación que conocen bien muchos de los lectores: el maltrato [involuntario] del cuidado sobre el cuidados. Así también, con cariño y por su bien, maltrata el director al espectador.

Es verdad que le provee de un par de alivios dramáticos, todos a cargo de Marián Álvarez, cuya vis cómica tenemos aún que descubrir. Y que los paisajes costeros ayudan a perder la mirada y a reflexionar entre tanto sufrimiento. ¿Innecesario sufrimiento? ¿Excesivo sufrimiento? Podemos plantearnos si la película carga demasiado las tintas sobre las obviedades de la muerte, pero es que en el siglo XXI nos hemos empeñado en esconder las obviedades bajo la alfombra. Y empezamos a tropezarnos con ese gran bulto.

KKKKKKk [6,5]

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