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Legendari@s, un festival diferente

Ian Anderson, líder de Jethro Tull, en plena actuación. Foto: MLFestival

Aitor Guenaga

Esta no va a ser una crónica al uso del típico concierto previo al verano en Euskadi. Sería un imposible, porque el BBK Music Legends Festival no aspira a ser otra suma más de bolos a precios desorbitados de la oferta primavera-verano. “El concepto es el concepto”, que decía aquel personaje enloquecido de Airbag de Juanma Bajo Ulloa; y eso es precisamente lo novedoso de esta primera entrega del BBK Music Legends Festival.

¿Un festival para 'viejunos'? Es una forma de verlo. Una forma pobre de verlo, porque efectivamente por el escenario de Sondika en La Ola, Bizkaia, han pasado cabelleras plateadas -las de músicos británicos como Bob Geldof o Graham Nash, por poner dos ejemplos más que evidentes- entregándose al difícil arte de entablar una comunicación directa con uno pocos miles de personas, después de haber probado las mieles de los grandes estadios y las giras mastodónticas. De alguna manera era lo quería decir el propio Nash cuando desde el escenario reconoció ante el respetable eso de que “Este es un buen festival” y que estaba dispuesto a volver a cruzar el charco para estar el año que viene. Hay cercanía entre la audiencia y las estrellas de rock, habitualmente distantes, inalcanzables, como si creyeran no ser de este mundo.

Pero no es la edad lo que ha marcado este festival, pese a que la media de primaveras de las miles de personas -sobre todo en la sesión del sábado- era entre alta y un poco más. Ha habido otras cosas que han terminado por dar un sentido único a este proyecto: prácticamente todas las actuaciones -salvo los dos cabezas de cartel Jethro Tull y Los Lobos- tuvieron lugar a la luz del día. Sin apenas artificios lumínicos. Y eso ya crea un ambiente distinto. Si, además, sumas el entorno -hay quien ha tenido la suerte de ir al festival que se celebra en Gredos todos los veranos y vio cierta similitud con ese toque 'verde' y 'medioambiental' de aquella propuesta musical-, se crea un ambiente diferente. Pero, a diferencia de Gredos, en pequeñito. A la medida humana. Tal vez porque sus impulsores sean un@s enamorad@s de aquella delicia de la literatura que dejó escrita la creadora india Arundhati Roy 'El Dios de las pequeñas cosas'. O porque siguen las estela de lo que ha pretendido ser ese ciclo de Legends en la sala BBK de Bilbao: algo íntimo, facturado con el cuidado del orfebre y la intuición de los buenos organizadores de eventos de calidad.

Y en ese ambiente, hasta los grandes chamanes que han cautivado mareas humanas parecían en el escenario del Music Legends personas normales. Como normal era escuchar un tema tan apropiado y antirracista como el Blackbird de The Beatles acariciado por la voz de Graham Nash, un superviviente del verano del amor californiano, y por las armonías vocales de Shane Fontayne, guitarra y productor de 'This Path Tonight' su último trabajo -que acompañó en los 90 a Springsteen- A falta de Crosby, Stills & Young, aquello sonó a gloria. Sin duda

O como normal parecía ver a Ian Anderson, un setentero por el que no pasan los años, con dificultades para alcanzar algunos tonos de sus clásicos del 'Thick as a Brick' o del 'Aqualung', pero correteando como un juglar por el escenario con su flauta travesera como la primera vez que tuve la suerte de verle en Anoeta en el siglo XX. Ahí es nada. ¿Living in the Past? Para nada. Con una banda tan sobresaliente donde hasta un guitarra casi heavy pegaba con la propuesta musical de Anderson y cia. Y donde todo sonaba como tenía que sonar.

Leyendas legendarias haciendo con mimo lo que saben hacer. Sin trampa ni cartón. ¿O alguien piensa que el torbellino que desplegó Nina Hagen Band era de pega? ¿O que cuando Los Lobos se suben a un escenario solo saben hacer La Bamba? ¿O que la gente de Fakeband acaso quiere hacer honor a su nombre? ¿O que Niko Etxart debe su fama solo a que sus temas eran los más versioneados en las verbenas postfranquistas de los años 80?

El sonido, otra de las grandes diferencias de esta propuesta musical. Simplemente perfecto.

Una pena no haber podido empezar las dos sesiones de este festival a la manera del gran Reverendo Horton Heat, con un buen martini en la mano. O haber tenido más tiempo para tomar el sol que nos regaló la tarde del sábado. O haber podido disfrutar de la docena de leyendas y de bandas no tan legendarias que han completado un cartel de muerte.

Cuando pasadas las doce de la noche sonó la inconfundible voz de Louis Armstrong y su What a Wonderful World y la gente comenzó a abandonar el recinto tras escuchar los últimas notas de Jethro Tull todo parecía estar en su sitio. Y confiada en la cola para coger el tren, el público esperaba en su fuero interno que esta propuesta musical diferente -que es mucho más que un entrante para todos los grandes y masivos festivales que están en ciernes (ARF, BBK Live, etc)- tenga continuidad.

Lo contrario sería un sacrilegio. Lo contrario sería abandonar el Olimpo de las leyendas donde nos quedamos enganchados este fin de semana a unos pocos kilómetros de Bilbao.

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