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“La lucha contra el cambio climático debe incluirse en la reforma de la Constitución”

El arquitecto urbanista, Fernando Prats

Eduardo Azumendi

Parafraseando a Barak Omaba, el arquitecto urbanista Fernando Prats repite una y otra vez que formamos parte de las primeras generaciones que han comprendido la “extraordinaria dimensión del reto ecológico” y puede ser la “última que tiene la posibilidad de afrontarlo para evitar un auténtico drama humano”. Prats ha participado recientemente en el Congreso Euskal Hiria 2017, organizado por el Departamento de Medio Ambiente, Planificación Territorial y Vivienda del Gobierno vasco. Este congreso ha tratado de simbolizar la idea de un territorio en continua evolución y desarrollo, en el que se produce una natural convivencia entre la población y el territorio, y en el que se busca la autosuficiencia de los diversos recursos, la equidad y la cohesión social.

En su ponencia, Prats ha insistido en la importancia de que los ciudadanos sean conscientes del momento que les ha tocado vivir y dejen de mirar hacia otro lado al pensar y decidir sobre las ciudades y pueblos.

'Pronto ya puede ser muy tarde'. Ese es el segundo aviso de la comunidad científica con respecto al cambio climático. ¿Está de acuerdo?

Coincido plenamente. El tiempo para las dilaciones se ha acabado. El llamamiento de los científicos es dramático, avisando que apenas queda tiempo para reaccionar.

Pero sigue habiendo negacionistas e incluso gobiernos como el de Estados Unidos que ningunea a los científicos y se desmarca del acuerdo de París.

Dejando al margen a Trump, que es una caricatura, los políticos en general no están asumiendo la tensión y la excepcionalidad del momento con la urgencia que tiene. Hay muchos intereses que no quieren aceptar estos retos si no los pueden gestionar ellos mismos. Pero en relación a la población, cuando está bien informada y sabe lo que está en juego tiene una capacidad de reacción mayor de lo que nos imaginamos.

¿Usted cree que esa ciudadanía está bien informada?

No. La lucha contra el cambio climático no está en la agenda política ni en la agenda pública. Es decir, hay otros intereses dominantes en ambas agendas. Es una cuestión cultural. En el imaginario social, el concepto que tenemos del mundo, estos temas son demasiado nuevos.

Pero ya no hay tiempo.

Científicamente no hay duda, incluso se habla de un cambio de época. El aumento de eventos extremos, como incendios, tifones, sequía....está ahí, pero falta alguien que le ponga el cascabel al gato. La lucha contra el cambio climático debe incluirse en la reforma de la Constitución de la que tanto se está hablando ahora.

Barak Obama ya lo intentó.

Sí, pero insisto que al ciudadano común no le llega la información. Lee de vez en cuando cosas y se hace una vaga idea del cambio climático, pero no es consciente de la gravedad. Y hablamos de que en el medio plazo las consecuencias serán de alcance civilizatorio. Los estados mayores que asesoran a los políticos, al menos a nivel europeo, sí son conscientes de que afrontamos un reto de una dimensión extraordinaria. Muy recientemente, las grandes empresas han reconocido en Davos que de los cinco retos que tiene planteada la humanidad en términos de urgencia tres tienen que ver con el medio ambiente. El cuarto es el terrorismo y el quinto, la quiebra de internet. Significa mirar el mundo de otra manera, que el PIB no es lo más importante. Esa transformación mental es decisiva, hemos cambiado de época pero seguimos con la mentalidad de la etapa anterior.

¿Cuando habla de medio plazo se refiere a 50 años?

El inicio ya se ha producido. Antes de mediados de siglo, si es que aún quedan oportunidades de corregir, tendríamos que corregir profundamente ciertos procesos. Estamos en la cuenta atrás. Son momentos de emergencia y excepción y nos comportamos de acuerdo a esa situación.

El nivel de abuso de los recursos naturales es desmesurado.

De los nueve ciclos básicos que es imprescindible no desbordar para mantener la vida tal y como la conocemos, los límites de dos no han sido evaluados, pero los otros siete están desbordados en un 88% de su capacidad. Hablamos de suelo, biodiversidad, emisiones de gases de efecto invernadero.....

Frente a eso plantea fórmulas como la biorregión, la biociudad.

Para visualizar el problema suelo utilizar la imagen del Titanic. Estamos a punto de colisión. Es un rumbo difícil de cambiar. Hay que hacer dos cosas: intentar que el choque con el iceberg sea lo menos brutal posible y preparar el máximo número de botes salvavidas para ayudar al máximo de la tripulación si el accidente es catastrófico. Esos botes salvavidas son las biorregiones. Si el trasatlántico que el sistema global tiene un accidente y no es capaz de reformarse y tenemos que organizarnos de otras manera, esos botes salvavidas o Arcas de Noé son las biorregiones. Un territorio para la vida donde se pudieran establecer nuevas relaciones de convivencia entre el mundo urbano, el mundo rural y la naturaleza. Con una responsabilidad común en gestionar eso de una manera responsable.

¿Esos botes salvavidas o Arcas de Noé serán hechos aislados?

No. Se trata de que cooperen entre ellas, con intercambios entre ellas, pero siendo lo más autonómas posibles. Una de las cosas que no se van a poder mantener una logística de la globalización que haga que las alpargatas puedan venir de Corea del Norte por procesos de transporte con costes energéticos inasumibles. Hay que pensar que el transporte hoy en día se basa en el petróleo en el 90%. La sociedad en la que vivimos solo será posible sobre la base de contar con energía infinita, barata y que no genere impactos medioambientales. Como el mayor consumo que hacemos es de energías fósiles que provocan impactos, no vamos a poder mantener la sociedad tal y como la conocemos ahora.

¿Están delimitadas esas biorregiones?

No, pero el mundo local entendido como algo más que una ciudad, tienen un elemento muy importante que es el de la proximidad. Ese mundo próximo se manera en escalas menores que las de un país, pero eso no quita para que los países hagan sus deberes.

¿La solución son las energías renovables?

Pero las energías renovables no pueden sustituir de golpe a los combustibles fósiles. Es imposible resolver con energías renovables el 100% de las necesidades energéticas actuales. La pregunta es: ¿qué tipo de procesos podemos poner en juego que no consuman tanta energía? Un edificio bien pensado tiene posibilidades de gastar mucha menos energía en su funcionamiento normal. La movilidad también puede ayudar porque no vamos a poder mantener el nivel de transporte privado tan intenso como el que ahora existe en las ciudades. La contaminación que se vive en algunas ciudades es incompatible con la vida.

En cuestión de movilidad, ¿el coche eléctrico puede ser la solución?

Para hablar de movilidad eléctrica hay que tener en cuenta el ciclo de vida completo de lo que significa. El coche eléctrico gasta mucha energía en su fabricación, en su posterior reciclaje y, si echas todas las cuentas de lo que significa el ciclo de vida entero de un coche eléctrico, no salen. Sobre todo, cuando el ritmo de adquisición de automóviles en el mundo crece de manera espectacular. Se pueden reducir las emisiones de gases de efecto invernadero por parte de un coche, pero el ritmo de nuevos automóviles puestos en circulación se comen esas ventajas. Como resultado final en una ciudad, el coche eléctrico puede aportar, pero no es sustituible la movilidad actual al 100% por sistemas eléctricos.

¿La eficiencia ya no es suficiente?

La ecoeficiencia es necesaria, pero en los tiempos actuales y con la urgencia que existe no va a resolver el tema por sí sola. Hay que cambiar la forma de producir y de consumir. Y, sobre todo, nuestra forma de pensar. A partir de ahí, reconstruir otra forma de relación. Hay que cerrar el grifo, pero no basta. Lo difícil es encontrar a alguien que tenga en la cabeza esta necesidad.

¿Cómo tendría que ser el territorio para ser congruente con los retos que están encima de la mesa?

Si el ciudadano se hace esa pregunta tendrá claro a quién debe votar. Por ejemplo, no vamos a poder abordar alimentación para todos en las próximas décadas sin un cambio de dieta. Eso lleva a valorar más la dieta de proximidad, basada en vegetales. Esa pequeña revolución regional no es difícil de estimular. Podemos empezar por eso, por no tirar los alimentos, por dejar el coche en casa... Estas cosas a nivel urbano y regional se pueden entender mejor. Esa es la manera de que cada ciudadano haga su aportación al cambio global. El caso es que es difícil que deje de ir en coche si alguien no me da una alternativa de transporte público eficaz y eficiente. El cambio se debe facilitar. Necesitamos un relato alternativo al cambio de época, a lo que se entiende por la buena vida y el consumo ilimitado. Hay que convencer a los ciudadanos de que merece la pena hacer cambios para encontrar una salida hacia el futuro.

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