Terrorismos

Vaya por delante mi más enérgica condena por el atentado terrorista de Estambul y una infinita solidaridad hacia las víctimas inocentes que ha ocasionado. El terrorismo yihadista está obsesionado por quebrantar nuestra aplacible existencia y, según a qué distancia nos toque, nuestra angustia será mayor o menor. Hace unos meses, todos éramos Francia. Luego, todos volvimos a ser Bélgica. Hoy, algunos son Turquía, sobre todo, los turcos. Y para 'nuestra tranquilidad' se están tomando medidas de seguridad importantes para que esto no vuelva a ocurrir, al menos en los países pijos.

Sin embargo, estos países pijos tienen en lo más profundo de sus entrañas una violencia que afecta a millones de personas, concretamente a la mitad de la población, a las mujeres. En relación a este 'problema', nadie puede negar que las cosas han cambiado porque se han tomado medidas de protección, porque la atención de la policía hacia las mujeres es radicalmente distinta a la que otorgaban hace años, porque cada vez que se produce un asesinato el alcalde, los concejales y algunos más del pueblo salen a protestar, porque los jueves se han puesto las pilas y son conscientes de que es mejor castigar una agresión que condenar un asesinato... Sin embargo, estamos a años luz de que la protección hacia las mujeres, especialmente -pero no únicamente- hacia las que han denunciado haber sido agredidas, sea similar a todas las medidas que se emplean para proteger nuestros aeropuertos, trenes o cualquier concentración multitudinaria donde el gasto y los medios son un auténtico despropósito.

Ya, que no es lo mismo. Es verdad, son dos tipos de terrorismo distintos. Uno es organizado bajo unas siglas, con unos supuestos fines políticos o religiosos y con una componente fanática tan grande que los victimarios están dispuestos a dejar la vida por 'su causa'. El terrorismo que se emplea contra las mujeres no tiene siglas, pero sí un nombre: machismo. No persigue fines políticos ni religiosos concretos, pero toda la estructura social, todas las normas de conducta, la publicidad, la educación, los convencionalismos no solo lo amparan, sino que fomentan este machismo. Y los más exacerbados ejecutores del terrorismo machista están dispuestos a quitarse la vida después o a pasar el resto de sus días en la cárcel; esto es, se igualan bastante a los fanáticos del otro terrorismo.

Una y otra vez nos equivocamos si para evitar estos terrorismos nos limitamos a potenciar medidas disuasorias con policías, guardaespaldas, escáneres, cacheos, etc. Si estos fanáticos quieren asesinar, lo harán. Hay que impulsar actuaciones por otro lado. Sí, serán más costosas, serán más lentas, pero serán mucho más eficaces. Estas medidas tienen que ir destinadas a conseguir que ningún hombre piense que tiene derecho sobre una mujer y conseguir que ninguna mujer piense que necesita una protección que tiene que pagar con ese peaje; a conseguir que nadie piense que los celos son una muestra de amor porque son una evidencia de posesión; a conseguir que nadie piense que abandonar su mundo para entregárselo a su pareja es un acto de amor porque lo es de sumisión; a conseguir que no se soporte lo insoportable por el bien de sus hijos porque, con toda seguridad, sus hijos vivirán mucho mejor lejos del infierno.