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“Cuando un agresor te hace regalos, no te está pidiendo perdón sino apuntalando su poder”

Maribel Maseda, autora del libro 'La zona segura'.

Sofía Pérez Mendoza

“Hace unos años fui testigo de un episodio de maltrato en un parque de niños. Un hombre voceaba a su compañera y le amenazaba con romperle los dientes. Los padres y las madres alejaban a sus hijos de la escena mientras se preguntaban: ¿por qué ella no se va?, ¿por qué no le deja?”.

Esta experiencia, relata Maribel Maseda, fue el impulso que le hacía falta para comenzar a escribir La zona segura (LID Editorial), un libro escrito desde el amor y la comprensión para ayudar a las mujeres que sufren malos tratos –sean del tipo que sean– a salir de la espiral de silencio que impide que abandonen a su agresor.

“Mi intención no ha sido hacer un libro de autoayuda, sino que les llegue el mensaje de que las entendemos. Es una herramienta para que las mujeres tomen conciencia de su problema, que es el primer paso para salir del agujero”, explica esta enfermera especialista en Psiquiatría. Los mecanismos que permiten la perpetuación de esta violencia en el tiempo son, según Maseda, todavía muy desconocidos. “Aunque hay empatía –admite–, el conocimiento es aún muy escaso y, sin darnos cuenta, lo vamos permitiendo todo”.

“Pasan una media de dos años hasta que una mujer empieza a plantearse que quizás lo que le ocurre no es normal”. Hasta ese momento, ellas intentan negociar y ensayar comportamientos para mantener la estabilidad en la pareja. Cuando la situación se vuelve insostenible, se sienten muy avergonzadas y “suelen acudir al médico, al que le sugieren sus síntomas para que les ayude a discernir entre un mal día y un maltrato”. En este estadio, señala la autora, “están todavía a años luz de acudir a la policía y denunciar”.

“Negociar no significa someterse”

“Cuando hay un primer enfado –por ejemplo, por la ropa que llevas–, la mujer no imagina que el proceso puede desembocar en una agresión, y busca alternativas para solucionar el conflicto. No es que sea sumisa –precisa–, sino que es negociadora. No es autoritaria e impositiva, lo cual no implica sumisión. El problema radica en que el maltratador utiliza esas cualidades para anularla y arrastrarla a una zona gris donde él gobierna, donde se necesita denigrar para adquirir el poder. Ella allí ya no sabe qué es o no correcto”.

Casi hasta el final del proceso, las víctimas piensan que pueden recuperar a su pareja y continuar con la relación. “Intercalan momentos de luna de miel con otros de verdadero infierno; son esos destellos de felicidad los que les empujan a aguantar”, expone Maseda para tratar de explicar la dependencia asociada a la violencia de género. Y va más allá: “Las mujeres seguimos aplicando en muchas ocasiones el rol maternal dentro de la pareja. Se ignora cómo este tipo de relaciones anulan por completo la voluntad de las víctimas y las someten a una dependencia insana que impide que abandonen a su verdugo, como una madre que protege a su hijo y nunca renunciaría a él”.

Pero “proteger no es malo ni está prohibido”, matiza. “Si el hombre quiere proteger a su pareja y a ella le gusta sentirse protegida, no hay unas reglas que digan que eso no es sano”. El problema se instala, indica Maseda, cuando esa actitud se utiliza para castigar a la otra persona si “se porta mal”, es decir, “cuando, por ejemplo, dejas de abrir la puerta a tu pareja, si es que siempre lo haces, para hacerle sentir culpable”. En el sentido contrario, “cuando un agresor te hace regalos, no te está pidiendo perdón sino apuntalando su poder”.

El alcance del maltrato

Para hacernos conscientes del calibre del terror contra las mujeres, Maseda plantea una reflexión: “Si hay alrededor de 600.000 maltratadas, ello significa que hay 600.000 maltratadores. Eso puede significar que, de cada 50 personas en tu entorno, una se relaciona con un maltratador. Pero no se destapa. Hay como una tapadera enorme que lo justifica”.

Y pone como ejemplo frases del tipo: 'La verdad es que trata un poco mal a las mujeres, pero conmigo se porta fenomenal' o 'Hacen comentarios machistas, pero son supermajos'. Y se indigna: “Si en los propios grupos de amigos a veces no reconocemos a una amigo maltratador, ¿por qué exigimos a las mujeres maltratadas que sí lo hagan?”.

Maribel se esfuerza en dejar claro que “no hay nadie del todo bueno o del todo malo”. Es decir, “que un maltratador que a ti te trata fatal, al mismo tiempo puede ser estupendo con tus hijos o con sus amigos”. Pero insiste también en que un hombre que trata a su pareja como a una súbdita sobre la que gobernar “ya era maltratador antes de conocerla y probablemente esta conducta habría emergido, aunque fuera de manera implícita, en otras circunstancias”.

Precisamente el entorno es un apoyo fundamental para que las víctimas vuelvan a su zona segura, “allí donde se viven los pensamientos y los sentimientos con plena libertad”. En este tránsito desde la zona gris, “los amigos y amigas tienen que ir empujándolas hasta al menos el límite entre los dos territorios, el punto justo en el que ellas pueden empezar a tomar conciencia de lo que les ocurre”.

Pero lo fundamental, recalca Maseda, “es acompañar” porque es la mujer la que tiene que tomar la iniciativa de romper la baraja, y “para eso necesita sentirse querida y apoyada”. “Nadie puede llamar al 016 por ellas”.

Cuando la víctima consigue salir de esa zona gris, el trabajo de reconstrucción de la identidad es imprescindible. “Es un error que intente buscar lo positivo de esa relación para fortalecerse –sostiene Maseda–. El proceso de recuperación de la autoestima no tiene nada que agradecer a esa relación, sino que se debe a las propias habilidades de las mujeres para hacer frente a una situación tan complicada. Eso es lo que todos y todas tenemos que poner en valor”.

“Al final me di cuenta de que, a los ojos de la sociedad, la responsabilidad recae siempre sobre la mujer. Si es maltratada, la culpa es suya por 'dejarse', por no romper la relación... Al mismo tiempo, el hogar es una zona tan privada que el hombre se siente protegido por su derecho a la intimidad. Por eso hay que rescatar a estas mujeres y a sus hijos, porque los niños que han conocido eso pueden llegar a ser víctimas o verdugos”.

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