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Política de ‘prime time’

José R. Hernández

Santa Cruz de Tenerife —

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Pues qué quieren que les diga. A mí, lo del repentino empacho televisivo de Pedro Sánchez me produce un no sé qué que qué sé yo que me deja hablando solo. Y es que la llamadita al Sálvame de Jorge Javier fue más bien un momentazo empanadillas de Móstoles en toda regla, y no me digan que no.

Para colmo, sin habernos recuperado aún de tamaña sacudida emocional, el flamante secretario general del PSOE se presenta en el plató de El Hormiguero, arreglado pero informal, y se presta a las monerías del Pablo Motos más caramelizado y sus secuaces.

O soy yo, que con los años y los devastadores efectos de la dieta de la alcachofa en mi cuenta corriente me estoy volviendo un poco paranoico y en todo intuyo un oscuro y pernicioso objetivo aleccionador, o es que alguien en Ferraz ha pensado que con la estrategia del candidato friki (campechano o cercano al ciudadano, dirían ellos) se captan más votos que con el tradicional modelo de cartel electoral con totizo repeinado, media sonrisa, corbata bermellón y photoshop en las patas de gallo.

No es que quiera pensar mal, pero pa mí que los de la rosa creen, como si fuera un dogma de fe, que si a Pablo Iglesias le fue padrísimo con su aparición como contertulio en La Sexta, Pedro Sánchez lo va a petar con sus cameos en prime time.

Debo reconocer que esta táctica no es nada original, sino que más bien es como los vestidos de las novias, que siempre llevan algo nuevo, algo viejo y algo prestado. Así, con mayor o menor acierto, ha habido otros muchos que alternaron los mítines en estadios y plazas de toros con los platós de Ana Rosa, María Teresa o Susanna Griso, y quienes, incluso, se plantaron en El Intermedio de Wyoming , pero fracasaron de lo lindo cual analfabeto funcional en un talent show.

Tal vez sea una cosa de costumbre, porque en países como Venezuela el fallecido presidente Chávez se mantuvo años y años líder en la parrilla de la caja tonta (más tonta tal vez que nunca) con su programa Aló Presidente.

En EEUU lo extraño es que los políticos no salgan a diario en la pequeña pantalla demostrando a los televidentes (votantes) sus habilidades deportivas, de canto o humorísticas. Tanto es así que raro es el mes en que Obama no se eche unos dáncines en la CBS o la NBC o se difunda un falso robado del momento en el que le estampa un piquito a la primera dama durante la recepción a un embajador en la Casa Blanca o al club de leones de turno.

A su modo, pero en vez de en formato televisivo en versión papel couché, la dulce Soraya intentó sacudirse su estigma de mojigata con un posado en picardías que a lo tonto a lo tonto la elevó hasta la Vicepresidencia del Gobierno (o al menos sumó puntos).

Así que, por esa regla de tres, me temo que lo peor está aún por llegar y, con la intención de lavar su imagen, en cualquier momento podría aparecer Gallardón en Hable con ellas, Bárcenas en Mira quien canta, Urkullu en una hipotética reposición de Hablando se entiende la vasca (perdón por el chascarrillo, pero no me pude resistir), o, en el súmmum de los despropósitos, Rajoy en El Club de la Comedia, ¡vaya gracia!

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