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“Nadie quiere quedarse en Líbano. Es una vida miserable”

Imagen de archivo de un naufragio en el mar Egeo

The Guardian

Kareem Shaheen | Beirut —

Desde la ventana de la casa de su infancia en un suburbio del sur de Beirut, Mohammad Safwan contempla el Mediterráneo que dos semanas antes acabó con la vida de su padre, de su madre, de tres hermanas y de su cuñada. Esta última murió congelada en el mar un mes antes de dar a luz.

“Es lo que Dios decide. ¿Qué ganaríamos si lloramos, lloramos y lloramos?”, se pregunta Safwan. “Pero ahora odio ver el mar”. Este odio no lo comparte todo el mundo. En la ciudad más importante del norte de Líbano, Trípoli, un pintoresco cantante local en el distrito de Mina sonríe al escuchar notas de audio vía Whatsapp de su nieta de cuatro años, que llegó esta mañana a una isla griega.

“Abuelo, te echo de menos. ¡El agua me golpeó y vomité! El agua entró en el barco”, explicaba la niña entre nervios. “Di adiós al abuelo, cariño”, se podía escuchar al padre de fondo. Se trata de familias libanesas, no sirias, pero que también desafían al mar en un fenómeno migratorio que, según las autoridades locales, aumentará este año.

Quince años después del final de la guerra civil en Líbano y de que la migración se dirigiera hacia el oeste, América Latina y África, los jóvenes libaneses vuelven a huir del país. Su marcha se aviva ahora por la corrupción endémica, por los problemas política y el desempleo, por la desigualdad y la pobreza.

La apariencia de estabilidad ha evitado que esta pequeña nación levantina con 18 grupos religiosos se vea envuelta en la agitación que ha destruido a otros países de Oriente Medio y cambiado algunas fronteras.

“Estoy muy contento de que mi hijo esté en Europa”, asegura un conductor de Trípoli, cuyo hijo viajó a Grecia en un barco y ha encontrado trabajo en Suecia dos semanas después del periplo. “Quizá, si consigue la nacionalidad, pueda llevarnos con él. ¿Qué nos retiene aquí? Hay muchas historias como esta. Nadie quiere quedarse en Líbano. Es una vida miserable”, lamenta este hombre.

Familiares, agentes de viaje y autoridades locales esbozan los caminos que los migrantes libaneses escogen para llegar a Europa, y las razones por las que escogen una travesía tan peligrosa como primera opción. No está claro cómo les afectará el reciente acuerdo firmado entre Turquía y la Unión Europea de devolver a los refugiados sirios que huyen de la guerra en su país. Las entrevistas se hicieron antes de la firma del acuerdo.

Mafias, pasaportes y muerte

La mayoría de los libaneses eligen en primer lugar viajar hasta Turquía legalmente en ferry o en avión desde Trípoli y Beirut ya que no se necesitan visados. Después, se ponen en contacto con contrabandistas en ciudades portuarias como Esmirna, a veces pagando por un pasaporte sirio falsificado, y tras eso abonan 1.000 o 2.000 dólares para embarcarse en un pequeño barco y llegar a la isla griega más cercana. Finalmente, tienen que saltar al mar y salvar una pequeña distancia a nado hasta llegar a la orilla.

Posteriormente, siguen su camino hacia Atenas y avanzan hacia Alemania o Suecia a través de las vías de los refugiados, casi siempre en tren o caminando. Los palestinos de Líbano y Siria a menudo eligen la ruta que lleva a Europa desde Trípoli, ya que tienen grandes dificultados para obtener visados a Turquía y muchas veces son arrestados por autoridades locales, aunque las autoridades palestinas dicen que miles han muerto en el mar.

El hecho de que muchos estén huyendo de un país que en general evitó la desintegración traumática típica en la región es visto por muchos como una denuncia de la clase política libanesa, que ha alcanzado niveles casi tragicómicos de descomposición.

Un año sin presidente

El país ha estado sin presidente desde mayo del año pasado, momento en el que las facciones rivales, apoyadas por las potencias regionales Arabia Saudí e Irán, no pudieron ponerse de acuerdo para elegir a un candidato de consenso, otro síntoma de lo que muchos consideran una guerra fría en la región. El Parlamento ha prorrogado su mandato hasta en dos ocasiones, renunciando a celebrar nuevas elecciones en medio de un vacío político que pone en duda que Líbano sea realmente una democracia.

El líder del bando prosaudí y la mayoría del partido suní Movimiento del Futuro están en un exilio autoimpuesto por razones de seguridad. El bando de Hizbolá apoyado por Irán dirige la defensa y la política exterior libanesa, interviniendo en el conflicto sirio de la mano de Bashar al Asad, salvando a su régimen del colapso y prolongando la guerra civil.

En medio de este vacío, el Gobierno ha fracasado a la hora de hacer frente a problemas clave como la crisis de los refugiados. Los refugiados sirios no tienen campos y en estos momentos representan una de cada cinco personas en Líbano, con lo que la población del país está cerca de los niveles que se auguraban para 2050. Las autoridades ni siquiera pudieron durante meses recoger la basura a causa de una disputa sobre los nuevos vertederos.

“Las razones son obvias: el desempleo y la pobreza son lo que han llevado a la gente a emigrar en este camino hacia la muerte”, dijo Abdullah al-Bakka, alcalde de Trípoli que aseguró que, entre los meses de agosto y octubre, 2.000 personas han dejado su distrito. “A la gente que le hemos preguntado para que nos cuente nos responde: quizá podríamos haber muerto aquí también”.

“Esto es un abandono de las obligaciones del Estado y de los líderes políticos”, añadió. “No dan a la gente las cosas que necesitan porque quieren seguir teniendo criados que llaman a su puerta. Esto es Líbano: políticos que nunca servirán a la gente a la que supuestamente representan”.

La muerte no les frena

Trípoli es una ciudad especialmente afectada, el largo abandono del Estado ha dejado zonas del norte de Líbano muy pobres, que se agrava por el desgaste de las infraestructuras y por los momentos de violencia vinculados a la guerra en Siria. A pesar de las muertes en el mar, muy difundidas como por ejemplo la historia de la muerte de la familia de los Safwan, muchos siguen dispuestos a comenzar el viaje.

“Tenemos mucha demanda”, confirmó el gerente de una agencia de viajes en Trípoli. “Nos dan todo el dinero que tienen y nos cuentan que lo único que quieren es irse de aquí”. A finales de verano y comienzos de otoño, la agencia de viajes aseguró que los ferries llevaban hasta 400 viajeros, tanto libaneses como sirios y que partían seis a la semana desde el puerto de Trípoli. Ahora el número se ha reducido a tres por semana con la llegada del invierno pero se espera que se retomen con la llegada de la primavera. “Nadie vuelve”, dijo.

“En primavera las migraciones se incrementarán exponencialmente”, confirmó Bakka, alcalde que estima que el desempleo entre la gente joven de Trípoli alcanzará el 50%. “Pero, la verdad, a veces yo quiero seguirles con mi familia. Esto es inaguantable”.

Salvo Safwan, que ha decidido no desafiar al enorme mar. “¿Qué reacción puedes tener cuando has perdido a toda tu familia al mismo tiempo?”, se pregunta sentado en la ventana, ignorando el agua. “Nacimos aquí y crecimos aquí, y ellos se fueron y murieron en el mar. La casa está vacía”.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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