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La trampa del empoderamiento: Ivanka Trump y el arte de destruir la esencia del feminismo

Imagen de archivo de la hija de Donald Trump, Ivanka Trump

Jessica Valenti

Esta es la realidad: los votos de las mujeres blancas auparon a Donald Trump hasta la victoria. En lo próximos días probablemente veamos a republicanos asegurando que esos votos son la prueba de que las mujeres adoran a Trump y que, en realidad, el presidente electo (abiertamente misógino) tiene buenas intenciones en el fondo. Lo que hará que esta conciliación sea peligrosa es que la administración entrante ya tiene listo un símbolo para apuntalar bien su mentira: Ivanka Trump.

La obediente hija de Donald Trump se define a sí misma como a una especie de Sheryl Sandberg un poco más light: lanzó la campaña Women Who Work y dirige sus redes sociales con sumo cuidado para mostrarse como una glamurosa pero accesible madre trabajadora. Y ahora, con un papel en el equipo de transición de Trump, Ivanka seguirá siendo concebida como un bálsamo para el racismo y sexismo manifiesto de su padre.

En un momento en el que la concepción dominante sobre feminismo es menos sobre política que sobre la nebulosa idea de “empoderamiento”, esta división podría funcionar muy bien. En los últimos diez años, la retórica feminista se ha vuelto lo suficientemente popular como para prender incluso en organizaciones conservadoras que afirman que las mujeres se “merecen más” que el aborto y cremas anticelulíticas.

Cuando hablé con Ronee Schereiber, autora de Righting Feminism: Conservative Women and American Politics, sobre el fenómeno en 2014, me contó que, para las mujeres conservadoras, utilizar el género como una estrategia de difusión es un enfoque de política de identidad que ellas a menudo critican pero que a veces invocan“. En otras palabras, el feminismo es malo a no ser que alguien que realmente no cree en el feminismo lo esté pregonando.

Esta especie de movimiento diluido –no solo de la mano de las mujeres conservadoras sino también a través de la mercantilización– es lo que bien podría permitir a Ivanka crear una cortina de humo alrededor de la peligrosa visión que tiene su padre sobre las mujeres.

De hecho, en la mayor parte de la campaña presidencial, Ivanka funcionó como una armadura perfectamente articulada y telegénica contra las acusaciones de misoginia vertidas contra su padre. Publicitó su buena fe hacia las mujeres recordando a todas las que Trump había contratado durante estos años y mencionando cómo su padre siempre había apoyado su carrera. Llegó a llamarle feminista.

La culminación del feminismo de mercado

Andi Zeisler, autor de We Were Feminists Once: From Riot Grrrl to CoverGirl, the Buying and Selling of a Political Movement y cofundadora de la revista Bitch, cree que Ivanka es “la culminación del feminismo de mercado”.

“Es una de las muchas personas que oportunamente se ha aprovechado de esa etiqueta para intentar parecer relevante para las mujeres”, explica. Incluso cuando the New York Times publicó una historia sobre la sospechosa relación de Trump con las mujeres, Ivanka insistió en que su padre no era “un tocón”. Esta declaración atormentaría a Ivanka más adelante cuando apareció el vídeo de su padre en el que se jactaba de los abusos sexuales que había cometido. Después, decenas de mujeres acusaron a Trump de haberlas manoseado.

Aún así, Ivanka siguió cubriendo sus espaldas. Lanzó un comunicado diciendo que sus comentarios eran “inapropiados y ofensivos”, pero aseguró que estaba contenta con sus disculpas. En una entrevista posterior, quitó peso a la grabación diciendo que simplemente era “lenguaje vulgar” y aseguró que sus palabras no se correspondían con el hombre al que conocía.

Pero mientras que la campaña de su padre parecía deshacerse y su propia marca resistía los golpes –hubo un boicot generalizado a su línea de ropa– tener una elegante madre trabajadora como suplente le funcionó bien a Donald Trump.

En la convención republicana, la intervención de Ivanka –en la que describió a su padre como un defensor de las mujeres– fue muy elogiada a pesar de las ironías obvias. “Era como si estuviera hablando de Betty Friedan o Gloria Steinem, no de Donald Trump”, asegura Debbie Walsh, directora del Center for American Women and Politics en la Universidad Rutgers.

El apoyo continuo de Ivanka, combinado con su imagen pública inalterable, convenció a muchas mujeres de que Trump debía ser una buena persona a pesar de que todo indicaba lo contrario. Anne Helen Peterson de Buzzfeed los apodó como los “votantes de Ivanka”. “Si Trump crió a alguien con tanta clase, esto es una prueba de algo”, me dijo una mujer. “Ivanka, entonces, es una especie de lavado de cara: una saneada, reconfortante y elegante Trump que hace que votar a su padre sea menos problemático”.

Para algunas mujeres conservadoras, Ivanka fue más que un símbolo de la feminidad conservadora, les dio permiso para votar a un monstruo. Es la cara de un “feminismo” distorsionado que ayudó a dar la bienvenida del 53% de los votos de mujeres blancas.

“Esa gente siempre vota a su partido”

“El pensamiento quizá sea que si ella puede respetarle y pensar que es un buen tipo, es que no debe ser tan malo”, explica Walsh. Sin embargo, prosigue, confundimos la antipatía de algunas republicanas hacia Trump con que eso cambiaría sus votos. “Los estudios siempre han mostrado que esa gente vota a su partido”.

Que todo lo que tenga que ver con las mujeres sea ahora calificado de “empoderamiento” solo ayudará a Ivanka a mantener su apariencia feminista. No solo entre los votantes sino entre la cultura dominante y la élite deseosa de abrazar los derechos de las mujeres siempre que estén despolitizados.

Después de todo, no fue hace mucho cuando la conferencia de TEDWomen (cuya entrada costaba 1.000 dólares) me dijo que no presentaría ninguna charla sobre el aborto porque era una “cuestión de actualidad sobre la que no podemos tomar una posición”. Varias conferencias de mujeres han sido duramente criticadas por no permitir a las madres traer a sus bebés que tenían que ser amamantados. Y el abanico de encuentros sobre los derechos de las mujeres que han surgido del mundo empresarial —Thrive, Women in the World, las cumbres MAKERS y SHE...— son más bien conversaciones para sentirse bien pidiendo más dinero en las negociaciones laborales o dejando de pedir disculpas que acciones que de verdad cambien la política y los sistemas.

¿Hasta cuándo Ivanka encabezará alguna de estas conferencias? Si la primogénita de Trump es capaz de salir de esta carrera por la presidencia con su reputación intacta y su marca ilesa, invitada a eventos de mujeres que se camuflan bajo lemas como “diversidad de pensamiento”... entonces, el futuro del feminismo está en peligro.

Lo siguiente para Ivanka es lanzar, en representación de su padre, un mensaje a las mujeres que va a ser, seguramente, una continuación de lo que ya hemos visto suceder al feminismo: la amable (y errada) creencia de que los derechos de las mujeres son un asunto bipartidista. Mientras siga teniendo el lustre y el lenguaje del empoderamiento de las mujeres, es bueno para las mujeres.

Durante nuestra entrevista, Schreiber explicó cómo el sesgo conservador del feminismo se basaba la noción de que si las mujeres se comportaban adecuadamente, estaríamos bien. “La idea es que los hombres nos tratarán mejor si nos mostramos respetuosas”, añade.

Es un sentimiento que ya estamos viendo, dirigido a la izquierda: pide reconciliación y aceptación incluso cuando el nacionalismo blanco y los crímenes de odio barren a la nación. Pero las feministas saben –especialmente cuando ven a Ivanka afianzarse como la “respetable” y dócil conservadora ideal de la feminidad blanca– que hay pocas cosas que amenacen más a sus derechos que actuar de manera respetable.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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