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Sobre este blog

No está claro si dan risa o miedo: perfiles semanales con mala leche de los que nos mandan (tan mal) y de algunos que pretenden llegar al Gobierno, en España y en el resto del mundo.

Miguel TarJETAS Blesa

Miguel Blesa, una trayectoria llena de puntos oscuros.

Ramón Lobo

Al TarJETAS, como se le conoce en los bajos fondos y en las redes sociales, se le ha caído la gomina. No por mangui (presunto), sino por imprudente, por no decir tonto: ¡a quién se le ocurre dejarse pillar con las manos en la masa en vísperas de unas elecciones y con todas las encuestas anunciando el fin del mundo bipartidista!

Nació en Linares en 1947, veinte días antes de que el toro Islero corneara mortalmente a Manuel Rodríguez Sánchez, alias Manolete, la estrella de los cosos en la postguerra (piso minas: eldiario.es es antitaurino militante). En ese lugar de mala memoria nació Miguel Blesa. Nada hay en la historia familiar que nos permita saber si era un bebé llorón o un niño obediente, pelota, acusica, pajillero o si ya gastaba maneras altivas de futuro rico. Por si no fuera suficiente la desgracia de la provincia (Manolete, Blesa, los aceituneros altivos maltratados por los señoritos) nació en ella, en 1950, Cristóbal Montoro, hombre de voz aflautada y maneras firmes, casi autoritarias. Entre jiennenses anda el juego: el sheriff y el forajido. Solo faltan Clint Eastwood y Sergio Leone. O Luis García Berlanga.

En la biografía del TarJETAS existe un vacío sospechoso en sus años de colegio. No hay pruebas de que el borrado sea consecuencia de un intento de esconder fechorías. Me lo imagino en el patio del colegio urdiendo sus primeros negocios adolescentes, haciéndose con los mejores cromos de fútbol mediante un ingenioso timo (legal, eso sí) en el que a cambio de la estampita física prometía un ‘futuro de cromo’ sobre unas colecciones aún no impresas y que nunca llegaron a imprimirse. Los llamó “activo subyacente”. Esto no es real, no tengo pruebas, pero como dijo Giordano Bruno antes de acabar en la hoguera “Se non è vero, è ben trovato” (Si no es verdad, está bien inventado).

En Granada cursó Derecho, disciplina que suelen estudiar los amantes de las leyes, los dispuestos a quebrarlas y los que no saben qué estudiar. Años después, logró el puesto de inspector de Hacienda mediante una oposición. Saberse al dedillo el Derecho Fiscal permite comprender cómo piensa y actúa la parte que se dedica a perseguir los enjuagues, artificios, ingenierías contables, cajas y tarjetas B. Ese conocimiento completó una formación que le llevaría, con el tiempo, a ser el jefe (presunto) de una peligrosa banda cuyos miembros se hacían llamar Los Consejeros.

Gracias al estudio de la oposición y a su buena estrella amigó con José María Aznar, el hombrecillo insufrible, con quien coincidió en su primer destino. Al llegar ambos a Logroño encontraron dos pisos disponibles, uno grande y otro pequeño. Decidieron resolver el asunto mediante un sorteo. Sin noticias de un amaño ni de que la mano inocente fuese la de Ana Botella, a los Aznar les tocó el grande. A Blesa le gustaba bromear en sus años gozosos que su amigo le había colocado en Caja Madrid para compensar aquel sorteo. Aquellos tiempos son claves para comprender el ascenso y caída del personaje. Allá compartieron cenas, cines, frío, viento y sueños de grandeza. Las dos mujeres se hicieron amigas íntimas.

Tras reírle las gracias al hombrecillo insufrible y a su desalmada esposa, Blesa logró puestos de relevancia a su regreso a Madrid, siempre en relación con la pasta, su verdadera vocación. El más conocido fue el de presidente de una caja de ahorros con mucho monte, bastante orégano y muy poca piedad para con sus ahorradores, cargo que ejerció sin historial ni preparación alguna de manera falaz entre 1996 y 2010. No se conoce butrón más insólito en la historia de la banca española, que ya es decir: hacerse jefe del chiringuito para vaciarlo desde dentro (presuntamente, claro).

El hombrecillo insufrible, que pasará por Tipos inquietantes cuando le toque el turno, no tiene buena mano con los amigos de estudios. Además de Blesa, colocó en Telefónica a Juan Villalonga, con quien compartió pupitre en el colegio de El Pilar de Madrid, con los resultados conocidos: malo para la empresa, que pese a todo logró sobrevivir, y bueno para el amigo.

El TarJETAS podría gastar otros apodos, todos merecidos: El Preferentes, El conde de Monta-cristo y El Inglés, por la flema, por esa imperturbabilidad de jugador de póker con las cartas marcadas, un tipo capaz de desplumar a un asilo entero, o a varios, sin mover un músculo de la conciencia.

Blesa es desconfiado, más desde que fue capturado por el cazador de recompensas Elpidio Silva, que le metió en la trena para evitar que lo rescatara la banda de Los Consejeros. Solo pasó un par de noches en la cárcel, en la zona VIP, claro, hasta que le liberaron sus amigos. Ahora, el vengador Elpidio vaga sus penas en un destierro junto a otro célebre cazarrecompensas, Baltasar Garzón. No es país para justos.

Los más grandes del oficio de Los Presuntos jamás cambian de técnica, es su sello, la firma, como la celebérrima Pantera Rosa (¡otra vez Peter Sellers en la sección!). Por eso sospechamos -con mucha inventiva, eso sí- que el posible timo escolar de los cromos pudo ser un antecedente de la estafa de las preferentes. El mecanismo es el mismo: dinero físico y real a cambio de futuros de una ilusión que nunca llegó ni se la espera. Blesa aún no ve delito ni trampa en la ruina de miles de personas, muchos de ellos pensionistas. Para él fue mala suerte en los mercados.

El TarJETAS fue consejero a tanto el consejo de una televisión privada, una universidad pública, una compañía aérea y una pinacoteca de prestigio, lo que ya fue jugar con fuego. ¿Alguien ha revisado su colección de arte? ¿Los sótanos de su casa? En los de Caja Madrid ya apareció su retrato fantasma que nos ha costado a todos 159.000 euros. Deberían hacer fotocopias y buzonearlas en mayo junto a la propaganda electoral.

Su especialidad no es el carterismo, algo al alcance de cualquier mequetrefe con los dedos rápidos. Lo suyo es talento, labia para convencer, una gran capacidad para crear bandas transversales, eso que ahora llaman equipos de trabajo. En Caja Madrid logró implicar a miembros de la pandilla rival, dedicada a hacer la vida imposible al hombrecillo insufrible. Logró fusiones impensables con las bandas de los comunistas y de los sindicalistas, esos envidiosos que lo único que quieren es expropiar el coche del rico para subirse en él. El TarJETAS no tuvo que bajarse del suyo, que era blindado a costa de los contribuyentes, gracias a su habilidad: les regaló la tarjeta compra-lo-que-sea, una tarjeta mágica-corrompe-voluntades que al entrar en contacto con la luz se volvía invisible, como los bombarderos Stealth.

El TarJETAS perdió la buena estrella con su divorcio. Ana Botella no se lo perdonó y menos que cambiase a su amiga por una mujer 25 años más joven. Aquello fue un síntoma más del desvarío de este hombre enfermizo con su imagen exterior -vestía trajes de raya diplomática con pañuelito de pico y zapatos de lujo- y con las formas, que después perdía con facilidad ante los que consideraba inferiores, es decir casi todos. Es propio de los pelotas: serviles con el jefe, mezquinos con el subordinado. Se aficionó a los coches caros y a los vinos. Dicen que la bodega privada de Caja Madrid (si no la han mangado también) es de las mejores de España. Eran los tiempos de las vacas gordas, en los que idearon el timo de las tarjetas opacas (todo legal) para burlar a Hacienda. De algo le servía, por fin, el Derecho Fiscal.

Su gran golpe no ha sido el de las tarjetas opacas, aunque se llevara crudos 436.700 euros (15,5 millones entre todo el equipo de trabajo, y podrían ser más). Esos 15,5 millones equivalen a 655,39 años de trabajo honrado de un sueldo medio, que en España es de 23.650 euros año, según un informe de la escuela de negocios ESADE. Pese a la espectacularidad, se trata de una formidable cortina de humo, una distracción, para cubrir un golpe mayor y que ha engañado a fiscales, jueces y periodistas.

Mientras todos miran al trilerismo de las tarjetas, nadie se pregunta por el origen del verdadero agujero, el de los 22.000 millones de euros, dos veces los recortes de Sanidad y Educación juntos. En ese desplume maestro, el mayor rescate de la historia de la banca española y que estuvo apunto de llevarse por delante el sistema financiero, Los Consejeros fueron ayudados por acción u omisión por una banda mayor compuesta por miles de miembros, la mayoría intachables padres de familia de noche y peligrosísimos responsables políticos de día. Se hacen llamar La Élite, La Casta, La Caspa y cosas así. De momento no hay detenciones ni se esperan. Tampoco que nadie devuelva lo robado ni lo prestado.

Borracho de ego, el TarJETAS no captó el parón de la música, como dice Jeremy Irons en la película Margin Call. No fue solo la crisis financiera de septiembre de 2008 que nos atropelló a todos, a personas y derechos, sino el cabreo de los Aznar con su disipada vida sexual. Luego apareció el pistolero a sueldo (de las películas) para acabar con el descarriado, que en su caso fue pistolera: Esperanza Aguirre. Sin banco, sin el grifo de la pasta gansa, solo con el apoyo de Alberto Gallardón (ya difunto) quedó expuesto a los buitres de la prensa y a los rojos. Y ahí sigue, partido de la risa, en libertad y disfrutando de la buena vida a costa de nuestra mala vida.

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No está claro si dan risa o miedo: perfiles semanales con mala leche de los que nos mandan (tan mal) y de algunos que pretenden llegar al Gobierno, en España y en el resto del mundo.

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