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Blesa y la ficción

Miguel Blesa

Montero Glez

La verdad en la vida y la verdad en la literatura no son idénticas. Identificar vida y literatura fue el gran error de las vanguardias que, de manera involuntaria, se alejaron de lo popular para ser referencia de una élite. Por lo mismo, identificar la verdad de la vida real en una novela, sólo nos puede llevar al fracaso. Porque la novela es el arte de revelar la verdad a partir de la mentira y la vida real es lo contrario a la ficción pero sin arte. No sé si me explico.

En los últimos días, la red del pajarito azul se ha llenado de hipótesis sobre la muerte de Blesa. Lo que sucede es que las hipótesis no son verdaderas ni falsas pues por algo son hipótesis y en este enredijo criminal, predominan los tuit que identifican la muerte del banquero con una novela negra.

Entre ellos, destaca el de Clara Obligado, profesora de talleres literarios y donde relaciona la política del PP con un thriller policíaco. Nada más lejos pues los elementos resultan tan obvios que, a lo más que podemos llegar, es a construir un relato cargado de condicionales, es decir, un relato poco hecho y alejado de la verdadera ficción por ser cercano a esa corriente de vanguardia que se ha venido a llamar “metaliteratura”. Hagamos repaso.

Un banquero, en libertad provisional y con permiso de armas, aparece muerto de un tiro en el pecho con una escopeta de caza. El móvil del suicidio es oficial desde el primer momento, sin dar tiempo a que se realice una autopsia donde sólo es posible el suicidio con unas manos tan largas como para robar y apretar el gatillo de una escopeta.

Si queremos identificar la realidad con una ficción de género negro, hay que dar cuenta de un detalle elemental para cualquier novelista que se precie: el tiempo. Todavía es pronto para construir, pues la literatura tiene un componente de memoria, de pretérito fermentado y los elementos aún siguen frescos como la sangre en la pechera del banquero.

Una vez pasado el tiempo, falta lo más importante: el talento por el cual un novelista como Vázquez Montalbán hubiera podido construir una novela poniendo de investigador a su personaje de ficción más logrado, el detective Pepe Carvalho. Lejos de la vanguardia, Montalbán creó un tipo capaz de encender su chimenea en verano para quemar -y con ello distinguir- la verdad en la vida, de la verdad en la literatura.

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