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Rajoy se presentará, ganará y no gobernará

Andrés Ortega

No es un vaticinio, aunque la afirmación se basa también en el análisis, sino lo que se piensa en algunos ámbitos del PP, pese a un movimiento de fondo en contra de Rajoy, e incluso del PSOE. Mucho ha pasado en la política y la sociedad españolas, sacudidas por un movimiento tectónico de gran alcance, que empezó ya en 2010 y que sólo empezamos a entrever. Aunque queda y mucho puede pasar de aquí a las elecciones generales a celebrar entre noviembre y febrero.

Se presentará

El propio presidente del Gobierno, que asumió el grueso de la campaña electoral para el 24 M, ha indicado su intención de presentarse de nuevo encabezando el cartel del PP a las generales. Sería además un error táctico para el PP, como lo fue para el PSOE la renuncia de Zapatero en favor de Rubalcaba en 2011, cambiar de jinete a pocos metros de la meta. No sólo no ganarían nada los populares, sino que perderían al mandar la imagen de fracaso por la gestión de estos años. Hay, sin embargo, movimientos en el PP y en otros entornos en contra de esta opción. En ausencia de primarias y de democracia interna, en este partido su presidente -y más aún si lo es también del Gobierno-, tiene mucho mando, todo el mando. Ahora bien, la pérdida de poder regional y municipal, y muchas diputaciones,  puede desbaratar las redes clientelares del Partido Popular generando graves problemas en su organización y capacidad de movilización de cara a los comicios nacionales.

Las ganará

Tanto los resultados del 24 M como las últimas encuestas indican que el Partido Popular será el más votado y con más escaños en el próximo Congreso de los Diputados, aunque la distancia con el PSOE de Pedro Sánchez (un político al que, de momento, acompaña la suerte) ha disminuido mucho. Ambos han perdido votos. No es tan claro que haya habido un corrimiento general del electorado hacia la izquierda, sino una recomposición del voto en el seno de la derecha y de la izquierda, sin grandes transferencias de votos entre una y otra, salvo por antiguos abstencionistas. Sí ha habido un corrimiento hacia lo nuevo que no tiene por qué detenerse ante unas elecciones generales, aunque serán diferentes. 

El Gobierno sigue confiando en que la recuperación económica puede llegar a más gente tras un esperado buen verano, aunque mucha otra siga sin sentirla (algo que no han entendido los economistas y sociólogos del PP y del Gobierno, ni sentido directamente en la calle sus dirigentes ni muchas comentaristas en la noche electoral y posteriormente que parecieron haberse olvidado del impacto de la crisis para centrarse únicamente en la corrupción). Los posibles y probables pactos de gobierno entre PSOE y Podemos, o viceversa, -u otras configuraciones similares- en algunas comunidades, ayuntamientos y diputaciones pueden impulsar al PP a sacar a pasear el espectro de un Frente Popular, aunque esta es otra España. Desde luego se agitará el fantasma de la ingobernabilidad y de la inestabilidad.  

No gobernará

Lo que ya parece excluido, en la estela de las europeas y de las municipales y autonómicas, es que el PP pueda en las generales conseguir una mayoría absoluta o incluso poder apoyarse solamente en Ciudadanos para formar Gobierno o una mayoría parlamentaria. Pero incluso si lo logarse –lo que no es nada seguro-, es previsible que sus eventuales socios –cualesquiera que sean, sin olvidar, improbablemente, a CiU- exijan que Rajoy no siga. Por varias razones, entre ellas la corrupción en el PP durante años, el SMS –“sé fuerte”- de apoyo a Bárcenas –y la necesidad de renovar el personal político. Además en tal situación pesará el propio cansancio psicológico de Rajoy, poco deseoso, tras sus años de mayoría absoluta, de tener que bregar con un Gobierno de coalición, o apoyos de amplio espectro en el Parlamento, desde luego sin comparación con lo que Aznar tuvo que hacer con Jordi Pujol entre 1996 y 2000.

¿Y entonces?

Los sondeos y las proyecciones apuntan a una situación de ingobernabilidad. En ausencia de, por insuficiente, un acuerdo entre PP y Ciudadanos, sólo se podría generar estabilidad a través de un pacto entre PP y PSOE, de Gran Coalición, incluso ampliable a otros. Es por lo que aboga, incluso a nivel municipal y autonómico, un sector importante del mundo de la gran empresa y una parte del mundo mediático que lo quisiera ver ya a nivel local y autonómico. Algunos creían que Podemos iba a ser un fenómeno pasajero que se iba a deshinchar. No se esperaban tampoco que en varias comunidades y ciudades importantes PSOE y Podemos (o las candidaturas ciudadanas) estuvieran en condiciones de gobernar entre ellos dos. Y si por no hacerlo, por no lograr acuerdos, mantuvieran en su lugar el gobierno el PP –Cospedal en Castilla la Mancha, Aguirre en Madrid, por citar dos ejemplos-, sus electorados les castigarán. También esperaban que Ciudadanos consiguiera más llaves de gobernabilidad.

Pedro Sánchez sabe que un acuerdo a solas con el PP sería un suicidio para lo que queda del PSOE, pero muchos también en este partido temen un beso de vampiro por parte de Podemos. Una situación nada fácil de gestionar. Aunque después de las generales no cabe excluir totalmente un acuerdo de amplio espectro político y  limitado en el tiempo que contemplara una reforma del sistema político, de la ley electoral e incluso de la Constitución, junto a algunas medidas sociales y de reformas estructurales económicas para una legislatura necesariamente corta pero no desaprovechada. Aunque sería sumamente difícil de conseguir.

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