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Ni Susana, ni Podemos, ni el PP, el gran enemigo de Pedro Sánchez es...

Pedro Sánchez, candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno.

Gumersindo Lafuente

¡Menudo panorama. no me gustaría ser español!, exclama Jules Winnfield (Samuel L. Jackson) cuando Vincent Vega (John Travolta) intenta explicarle el nuevo mapa político en este genial vídeo de KORAH. Pero señores y señoras, el lío del “homenaje” a Pulp Fiction se ha trasladado a la realidad y de momento, los rojos, los azules, los morados, los naranjas y los verdes no están logrando construir un acuerdo para investir a un nuevo presidente. Hasta el rey -en esto, como un español más- se muestra escéptico y parece convencido de que habrá que repetir las elecciones.

Mientras, los futuros posibles presidentes intercambian papeles. Mariano Rajoy, con una aritmética parlamentaria imposible, solo puede esperar a una carambola de última hora o a volver a las urnas. Y Pedro Sánchez, con sus 90 diputados, no tiene otra posibilidad que intentar recolectar los apoyos para ser presidente en lugares muy dispares, lo que es muy complicado, y aún más cuando da la sensación de estar completamente rodeado de enemigos.

Lógicamente, en el PP no le quieren. Ese sí es un no de verdad. Para Ciudadanos sería una solución muy remota, por la necesidad de ir acompañada de otros actores imposibles para la sensibilidad de Rivera. Podemos, el socio natural, es a la vez su máximo competidor y eso genera una desconfianza casi insalvable. Y en el PSOE, su propio partido, tampoco parece tener muchos apoyos.

Un día es Susana Díaz, otro Rodríguez Ibarra, al siguiente las sombras de Carme Chacón o Eduardo Madina. Siempre y en todo momento hay algún notable dispuesto a complicarle las cosas al líder de un partido que poco a poco se va acercando al desastre. Y es que el PSOE está sometido a un doble desgaste. Sufre, como el resto, las imperfecciones de nuestra ley electoral, que han ido restando representatividad y cercanía a sus diputados. Pero también tiene un problema interno de equilibrios de poder que acaba beneficiando a los fieles acríticos y laminando a los leales con talento.

Y en el centro de este huracán está Pedro Sánchez, librando, al borde del precipicio, la última batalla por su supervivencia política. A todo o nada. Y lo llamativo, lo verdaderamente singular de la situación, es que su mayor enemigo no está ni fuera ni dentro de su partido, es él mismo. En las dos últimas encuestas queda muy claro. En la publicada en eldiario.es ya se vislumbra el sorpaso de Podemos al PSOE, en la de Metroscopia, publicada en El País, además de eso, hay un dato demoledor, que quizá ha pasado un poco desapercibido: entre sus votantes, los del PSOE, tiene un saldo evaluativo de +51, mientras que en el caso de Albert Rivera y Pablo Iglesias es de +82 y en el de Rajoy de +80. Tan solo un mes después de las elecciones es un resultado muy malo, que a buen seguro sus compañeros de Ejecutiva tendrán muy presente en su próxima reunión, que se adivina caliente y envenenada por una incómoda pregunta: ¿Se puede ser presidente sin diputados, sin partido y sin el apoyo unánime de tus propios votantes?

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