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11M y periodismo: ¡cómo es posible tanta vileza!

Monumento a las víctimas del 11M, en la estación de cercanías de El Pozo.

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Coordinación para mentir. Beneficio político y económico. Graves daños a funcionarios policiales. Acoso durante años a familiares de víctimas mortales en los atentados. Llamaron periodismo (y aún lo hacen) a lo que fue una vergonzosa campaña de intoxicación. Y no pagaron ningún precio por ello. Siguen en el oficio, presumen de rigor e independencia, son invitados a participar en programas de televisiones públicas y, quizá lo más sorprendente, han sido de alguna manera legitimados por la mayor parte de sus compañeros.

 Si una breve noticia perdida en una esquina de un periódico puede arruinar la vida de una persona, ya sabemos el efecto que tuvo la campaña sistemática de mentiras reproducida con contumacia principalmente en un periódico importante (El Mundo), la segunda cadena de radio más escuchada (Cope) y una potente televisión autonómica (Telemadrid). Machacaron, durante años, a las mismas personas, extendiendo sombras sobre su trabajo, su vida y su pasado.

Los principales nombres que alentaron y sostuvieron las mentiras los conocemos todos: Pedro J. Ramírez, Casimiro García-Abadillo, Federico Jiménez Losantos, Esperanza Aguirre. Pero no son los únicos. Esto solo se pudo sostener tanto tiempo porque algo falla en nuestro periodismo. Ni las asociaciones profesionales, ni los comités de ética, ni la mayor parte de las redacciones reaccionaron ante la mayor campaña de noticias falsas de la historia del periodismo español desde la recuperación de la democracia.

Veinte años después de los atentados seguimos preguntándonos por qué tanta vileza. Por qué Pilar Manjón tuvo que soportar un acoso tan canalla. Conviene recordar que su hijo Daniel, de 20 años, fue asesinado en los atentados; conviene recordar que El Mundo utilizó su militancia en CCOO para desacreditarla, conviene no olvidar lo que pasó en el Congreso de los Diputados el día que, en su calidad de presidenta de la Asociación de Afectados, intervino en la comisión de investigación.

Les dejo el testimonio de la propia Pilar sobre lo que ocurrió mientras leía su intervención: “Una chica del PSOE y Labordeta estaban llorando. Y por parte del PP, Vicente Martínez Pujalte, Eduardo Zaplana y no sé quién más, estaban leyendo prensa económica y riéndose”. Sí. Riéndose ante la representante de cientos de muertos y miles de heridos. Por eso no puede extrañar que hoy diga que se arrepintió muchas veces de ir al Congreso: “Si ya éramos víctimas de segunda, a mí me convirtieron en víctima de tercera (...). Creo que me pusieron escolta en 2005, cuando empezaron las amenazas de muerte. Entre quienes me agredieron había un miembro de la juventudes del PP. Sus improperios no bajaban de 'protoetarra, terrorista. ¡Qué bien te vino que reventaran a tu hijo!'”. 

La constancia en la persecución a las víctimas organizada por El Mundo no tuvo límites, quizá el caso más vergonzoso y poco conocido sea el de Laura de Vega. Herida en los atentados, murió tras diez años en coma, y Pilar Manjón cuenta con desgarro: “Los de El Mundo fueron capaces de meterse en su habitación a hacerle fotos con una falta total de escrúpulos. La familia llevó el caso a juicio, porque rayaba lo inhumano, y lo ganaron”. ¿Se puede ser más canalla? Sí, se puede, sigan leyendo.

Rodolfo Ruiz fue el comisario de Vallecas que custodió la bolsa que contenía una bomba que no llegó a explotar el 11M. Gracias a su contenido se pudo identificar con rapidez a los autores del atentado. También vivió un calvario: “Se me acusó de haber cometido delitos muy graves. Me había tocado custodiar la bomba que no estalló en la estación de El Pozo y se me culpó de manipularla para encubrir la autoría de ETA”. La campaña contra él no acabó ahí. Por qué conformarse con eso. Tiempo después, cuando dirigía la Brigada Provincial de Información, a raíz de una agresión que sufrió José Bono, ministro de Defensa del primer Gobierno de Zapatero, por parte de unos militantes del PP en una manifestación de la AVT, se le acusó de acosar a los agresores. Fue procesado y condenado por la Audiencia Provincial. Y aunque el Tribunal Supremo le absolvió de todos los cargos, su carrera en la Policía terminó. Él solo había cumplido con su deber y los conspiranoicos lograron su objetivo, destrozaron la vida de un funcionario policial y la de su familia. Rodolfo lo resume así: “Nos impusieron un tormento a toda la familia a nivel psicológico, personal y profesional. Aquello tuvo consecuencias horribles, incluido el suicidio de mi primera mujer, Magdalena (...). Los dos o tres primeros años tras los atentados del 11M fueron tiempos de acoso, ensañamiento y odio. Hasta el punto de que me dio un infarto”. 

Juan Jesús Sánchez Manzano era Comisario Jefe de los Tedax en el momento de los atentados. Era por lo tanto el principal responsable de identificar el tipo de explosivo empleado. Su testimonio no deja lugar a dudas y pone en evidencia a Aznar, Acebes y Zaplana en su estrategia de la mentira, obsesionados con el resultado de las elecciones del 14 de marzo: “Los indicios con los que contábamos ya a las 09:00 horas del día 11 no apuntaban a la banda criminal ETA. Los Tédax que trataron de neutralizar las dos bombas que no habían explosionado, habían observado una sustancia explosiva de color blanco; el Titadyn [el explosivo usado por ETA] es de color rojo”. Quizá la contundencia de este testimonio es lo que convirtió a Sánchez Manzano en objetivo de los creadores de los bulos. Había que destruir a un testigo tan cualificado. “Los conspiranoicos como Losantos, Casimiro García-Abadillo o Pedro J. Ramírez (...) publicaron de forma consciente bulos y mentiras sobre el mayor atentado cometido en suelo europeo (...). Pudieron haber contrastado datos, testimonios y evidencias. figuraban en el sumario y, después, en las sentencias. Ninguno de los periodistas conspiranoicos me llamó nunca para confirmar rumores o cotejar información antes de publicarla (...) Tenían como objetivo que en el imaginario popular quedase el infundio de que la banda criminal ETA había tenido algo que ver con el 11M”.

Los testimonios recogidos en este artículo están sacados del libro 'Voces del 11-M, víctimas de la mentira', escrito por Víctor Sampedro Blanco, catedrático de Comunicación Política que lleva años estudiando cómo y desde dónde se lanzaron los bulos sobre el atentado y sus consecuencias sobre las víctimas, los policías y el periodismo. Les aconsejo que se acerquen a comprarlo, además de ser un documento demoledor, los ingresos generados por los derechos de autor se destinarán a la Asociación 11-M de Afectados por el Terrorismo.

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