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Esos infalibles videntes económicos

Rajoy en el Congreso de los Diputados. EFE/Juan Carlos Hidalgo

Economistas Sin Fronteras

Alejandro Represa Martín —

Existen profundos análisis y estudios econométricos que realizan todo tipo de instituciones internacionales, universidades y organismos públicos y privados, en los que colaboran los más doctos y sesudos expertos económicos, que nos anticipan constantemente el futuro del comportamiento de nuestra economía, y también de la del resto de Europa, e incluso de la de todo el planeta.

El pasado mes de julio, el economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Olivier Blanchard, en su Informe “Perspectivas Económicas Globales” aumentó las previsiones de crecimiento de la economía española para el año 2015 hasta un 1,6%. Desde el 0,8% que había estimado en enero de 2014, pasó al 1,2% en abril para terminar en el citado 1,6% en julio, o sea, el doble que seis meses antes. Todo ello, en opinión del señor Blanchard, debido al fantástico comportamiento que están teniendo las exportaciones, pues, a la vez que fomentan el consumo interno posibilitan el crecimiento de las perspectivas de inversión.

Pero no satisfecho con los insólitos, relevantes y variables aumentos que sobre el crecimiento de la economía española estima el FMI, nuestro presidente del Gobierno ha elaborado sus particulares previsiones, eso sí, aún más generosas que las del conocido organismo internacional. Y así, el señor Rajoy, el pasado 18 de octubre, anunció a bombo y platillo en Almería que la economía española va a crecer 2 puntos en 2015, superando esta previsión en un 25% a la del jefe de los economistas del FMI. Y poco le importó que ese mismo organismo publicase recientemente las previsiones para España en los próximos años, determinando el crecimiento de nuestra economía en 2 puntos, pero para el año 2019. ¡Cuatro años más tarde de lo previsto por el señor Rajoy!

Cabe preguntarse si ese enfermizo empeño del presidente por exteriorizar la mejora de nuestra economía, en la que insiste de manera obsesiva en cada ocasión que se le presenta, no será debido a la necesidad que tiene de tapar las vergüenzas que atesoran la casi totalidad de los partidos del espectro político español (y principalmente el suyo, que es el que ostenta el gobierno de la nación y, en consecuencia, el que mayor ejemplo debería dar) con los casos Gürtel, Pujol, Eres… y, ahora, las tarjetas 'black' de Caja Madrid y Bankia, y la particular relación del exministro y antiguo director general del FMI, Rodrigo Rato.

Es probable que para proclamar semejantes adivinanzas, al presidente Rajoy le haya influido la campaña electoral que se avecina, y quizás sea por eso por lo que ha empezado a actuar cual sacerdotisa de Apolo yendo a declarar los oráculos al templo de Delfos, o sea, a profetizar.

Da la sensación de que nuestro presidente está concentrado en tratar de mantener distraído al personal, para que nadie piense en otra cosa que no sea la gran esperanza del futuro económico que nos anuncia. Pero yerra el señor Rajoy, ya que a nadie le importan esas cifras macro, pues lo que de verdad preocupa a la gente es la falta de trabajo (así como la mala calidad del poco que se crea), el deterioro de la sanidad, de la educación, la carestía de la vivienda, el incremento de la pobreza infantil… y, por supuesto, la corrupción de la clase política.

Y, miren que contrariedad, el Indicador de la Actividad Exportadora (ISAE), dependiente de la Secretaría de Estado de Comercio, ha señalado que las exportaciones españolas sufrieron un descenso de 15,5 puntos en el tercer trimestre. Para colmo, las bolsas europeas han experimentado en estos últimos tiempos un tremendo desplome, con notable crecimiento de las primas de riesgo (la nuestra ha llegado a alcanzar los 160 puntos básicos), pues los mercados prefieren invertir en lo que creen que es más seguro, como el bono alemán.

Siguiendo en esta línea, hace apenas 15 días que el FMI advirtió de los síntomas de debilitamiento que presentaba la economía europea, apuntando que puede entrar de nuevo en recesión, lo que, sin duda, repercutiría también en nuestras exportaciones, ya que nuestros principales clientes son los países de la Europa comunitaria.

Ante tantos anuncios, rectificaciones y continuas especulaciones sobre el futuro de nuestra economía, entiendo que debemos tomar con todas las reservas las estimaciones, tanto del FMI como del resto de organismos y, por supuesto, las de nuestro presidente.

¿No sería mejor, incluso para ellos, que los políticos dijeran la verdad por dura que sea? ¿Acaso no tenemos derecho a saber que la deuda pública española ya supera el Producto Interior Bruto anual y que, por tanto, es muy probable que vayan a tener que acabar de pagarla nuestros hijos o, quizás, nuestros nietos? ¿No es también cierto que España no podrá reducir la tasa de paro por debajo del 20% durante muchos años, ni siquiera con ese empleo precario y de mala calidad como el que hasta ahora se está generando?

Lo peor de todo es que los políticos europeos (y del resto de Occidente) no se den cuenta de que si las desigualdades siguen aumentando tan obscenamente como hasta la fecha (y más aún en nuestro país), desconocemos cuáles pueden llegar a ser las consecuencias que se deriven de ello. Y, por otra parte, si la pobreza sigue concentrándose en la mayor parte de la población mientras la riqueza se sitúa en manos de unos pocos, dado que la previsible debilidad económica de Europa va a hacer que disminuyan nuestras exportaciones, lo que a su vez va a provocar una reducción del consumo interno, ¿quién consumirá entonces? ¿Ese pequeño grupo de ricos?

En conclusión, urge cambiar las estructuras económico-sociales de Europa y, por supuesto, las de España, pero, simultáneamente, debemos conseguir que también vayan haciéndolo en el resto de Occidente, pues esta situación puede llegar a eclosionar si no se toman medidas contundentes. Medidas que deben ir dirigidas a un reparto más equitativo de la riqueza en todos los países, permitiendo una forma de vida más digna a las personas, tanto de nuestro mundo como de ese que despreciativamente llamamos “Tercer Mundo”, ya que lo que allí pasa nos influye a todos.

Y, si no, miren como hemos sufrido por el contagio del ébola procedente del que creemos “otro mundo”, pero que nos ha tenido atemorizados durante un tiempo a todos. ¡Y eso que afortunadamente Teresa Romero se ha salvado!

Este artículo refleja exclusivamente la opinión de su autor.

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