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La ancianidad es femenina

Archivo - Una anciana con mascarilla se abanica sentada en un banco

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Las mujeres son mayoritarias en la vejez, muchas de ellas viven en el medio rural que va despoblándose. ¿Vivirá en algún pueblo la Vieja de Guiard? ¿Vivirá sola? Nada en el cuadro indica el lugar, pero sí la soledad de esta mujer. No hay nada a su alrededor. 

Adolfo Guiard pintó hacia 1910 el cuadro Vieja. ¿Qué hace esta mujer? Todo en ella nos muestra el paso de la vida por su cuerpo, por su persona. Piensa, descansa serena, juega con sus manos. Su sola presencia llena todo el espacio de realidad azulada que el autor presenta. 

La esperanza de vida al nacer para las mujeres es de 85,06 años frente a los 79,59 para los hombres. La esperanza de vida a los 65 años también beneficia a las mujeres, situándose en algo más de 22 años para ellas y algo más de 18 para ellos. En 2019 la esperanza de vida a los 65 años en España se encontraba, tanto en hombres como en mujeres, entre las más altas de la Unión Europea y del mundo. 

La fortuna de vivir más tiempo es una de las conquistas colectivas más admirables que ha conseguido nuestra sociedad. El desarrollo social y económico, así como los avances sanitarios, lo han hecho posible. En el Estado español se evidencia un aumento de la edad promedio y un aumento de la proporción de personas mayores, que en 2021 eran más de nueve millones, lo que representa un 19,65% del total de la población. El INE estima que para 2035 podrían llegar a 12,8 millones. La perspectiva de vivir estos años con buena salud hace que las personas añosas puedan participar en la vida de las familias y contribuir al fortalecimiento de la sociedad, siendo un capital humano fundamental que no se puede ni debe desperdiciar.

El COVID ha causado estragos, pero la tendencia es a la recuperación. En el Estado español la esperanza de vida de hombres y mujeres en 2019 era de 84 años. Cayó a los 82,4 en 2020, según Eurostat, pero se recuperó en 2021, subiendo a los 83,3 años. No podemos negar que han sido unos años duros para las personas de más edad. 

Si se mide el porcentaje de tiempo que se vive con buena salud a partir de los 65 años, hay también diferencias pero en el sentido contrario. Para los hombres el 62,7% del tiempo restante por vivir lo será en buenas condiciones, mientras que para las mujeres será sólo del 51,5%. La Vieja de Guiard parece cansada, con las manos heridas por el tiempo y la mirada entretenida en el infinito. 

Si nos centramos en las pensiones con las que afronta su día a día la población mayor, también encontramos diferencias entre hombres y mujeres. En enero de este año la Seguridad Social contabilizaba más de 10 millones de pensiones. Con datos de enero de 2023, y aunque se observan disparidades regionales, la pensión media de jubilación del sistema es de 1.189,12 euros y la de viudedad, de 848,06 euros. Sin embargo, si nos centramos en el SOVI que reciben más de doscientas treinta mil personas, mayoritariamente mujeres, su importe medio desciende a 455,80 euros mensuales. Insuficiente para satisfacer plenamente sus necesidades básicas ¿La Vieja será pobre? Posiblemente. 

Con datos de 2018, Eurostat indica que en todos los países de Europa se evidencia una brecha de género en las pensiones. Las pensionistas reciben menos ingresos debido a una trayectoria laboral y familiar diferente y al tipo de ocupaciones a las que han tenido que dedicarse en un mercado laboral pensado por y para hombres. En el Estado español esta brecha de ingresos se sitúa en un 31,2%, por encima del 29,1% de media europea. Con datos desagregados de diciembre de  2019, la pensión media  por jubilación en régimen general era de 1.440,09 euros para ellos mientras que para ellas descendía a 1.016,78 euros. Además, hay que añadir que las mujeres mayores son en general más pobres ya que cuentan con menos ahorros y activos que los hombres.

Si se quiere lograr un desarrollo humano sostenible y alcanzar los objetivos marcados en la Agenda 2030, nuestra sociedad debe tener en cuenta las necesidades actuales y futuras de las personas mayores, en especial de las mujeres veteranas, y estar preparada para cubrirlas. El edadismo empieza a ser evidente y notorio en ámbitos como la educación, el trabajo, la salud o la asistencia social e influye de manera muy negativa al plantear los problemas a los que nos enfrentamos, a las prioridades en las agendas políticas y a las soluciones que se ofrecen a los retos sociales de cara al futuro. Las añosas, por el hecho de ser mujeres, se vuelven más vulnerables. 

Propiciar una comprensión más positiva y realista de la edad y el envejecimiento y una sociedad capaz de integrar a todas las edades y sus diferencias nos hace más fuertes y más justos. No dejar a nadie atrás es tener la solidaridad intergeneracional necesaria para facilitar la cohesión social y el intercambio entre generaciones en pro de la salud, la vida digna y el bienestar de todas las personas.

El aumento de la esperanza de vida condiciona la economía, impacta en la sostenibilidad presupuestaria, la asistencia sanitaria y los cuidados de larga duración y, por supuesto, pone de manifiesto la necesidad de trabajar por una mayor cohesión social. Pero también, a la par que problemas, trae oportunidades. Crear trabajos que fomenten la equidad social o apostar por la economía plateada o la asistencial son algunas de las posibilidades que nacen de este escenario.

El camino que se abre es amplio. La mejora de una vida independiente entre los mayores articula caminos para el desarrollo de hogares inteligentes, para tecnologías de asistencia, para el incremento de la accesibilidad a productos y servicios, a movilidad personal y automatizada. Se abren oportunidades en sectores como el turismo, la robótica de servicios, el bienestar de las personas añosas, la cultura, la banca, incluso la moda y la cosmética específicas para los y las entrados en años o los servicios para el envejecimiento saludable y activo. También para la innovación científica y médica y para los profesionales sanitarios y cuidadores altamente cualificados. Son algunos ejemplos la telemedicina con biosensores para el diagnóstico y seguimiento a distancia de los pacientes o con aplicaciones de teléfonos inteligentes.

La realidad es que la población seguirá envejeciendo, influyendo en la conformación de los mercados laborales y financieros, modificando la demanda de bienes y servicios, transformando la idea que tenemos sobre la educación, la vivienda o el transporte, reconstruyendo las estructuras familiares o los vínculos intergeneracionales y despertando la necesidad de innovar en la protección social, por eso la economía debe estar al servicio de las personas y no al revés. La solución a los problemas derivados del envejecimiento de la ciudadanía no puede estar basada en que estos mayores permanezcan en el mercado laboral  más tiempo, sino en crear una red social que les permita y nos permita en un futuro llevar una vida digna. Una red en la que estemos todos implicados, las Administraciones, las empresas y la ciudadanía en su conjunto. La soledad, la pobreza, el aislamiento y la falta de protección que refleja el cuadro de Guiard no pueden ser la representación de nuestros mayores.

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