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No sin mi coche, aunque enferme al respirar

José Luis Gallego

A principios de este año el Ayuntamiento de Madrid dio a conocer la puesta en marcha de un nuevo protocolo de actuación para proteger a los ciudadanos de la contaminación generada por el tráfico automovilístico.

Las normas presentadas, contenidas en el nuevo Plan de Calidad del Aire que está elaborando el gobierno municipal, incluían la posibilidad de prohibir totalmente la circulación de coches privados por la ciudad (salvo excepciones) durante los episodios de alta contaminación que coincidan con previsiones meteorológicas desfavorables.

Se consideran episodios de alta contaminación aquellos en los que dos de las estaciones de vigilancia superen durante tres días seguidos y más de dos horas consecutivas los 200 mg/m3 de dióxido de nitrógeno (NO2), o bien cuando en un solo día se rebasasen los 400 mg/m3 de NO2, muy por encima del límite que establecen las Directivas Europeas sobre calidad del aire basadas en las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuyos informes al respecto no pueden ser más contundentes.

El último de ellos (septiembre de 2016) establece que: “Los síntomas de bronquitis en niños asmáticos y la disminución de la función pulmonar en adultos, aumentan ante la exposición prolongada a las concentraciones de NO2 que se dan en las principales ciudades europeas”.

Por si no quedaba claro, un poco más adelante la OMS se deja de eufemismos: “la contaminación del aire urbano es carcinógena para el ser humano y está estrechamente relacionada con la creciente incidencia del cáncer, especialmente el cáncer de pulmón”. Blanco y en botella. Fumar mata, pero respirar el aire que enturbian los tubos de escape también. Porque el tráfico es el responsable del 60% de las emisiones de NO2. Por eso es imprescindible plantarle cara al coche en beneficio de todos.

Esta misma semana, y como otra de las medidas del nuevo Plan de Calidad del Aire para reducir los niveles de contaminación en Madrid, el ayuntamiento ha presentado las nuevas tarifas de aparcamiento. Serán más caras para los coches que más contaminen y más baratas para los coches ecológicos: eléctricos, híbridos y a gas. Parece de cajón ¿no? Bien, pues no todo el mundo está de acuerdo. Solo hay que echar una ojeada a las páginas del motor de diarios y revistas, especialmente de la prensa económica, para ver que los del 'no sin mi coche' están en pie de guerra. Es alucinante.

Resulta que cada vez somos más los ciudadanos que participamos de manera activa y solidaria en la mejora del medio ambiente. Reciclamos. Cambiamos las bombillas por leds. Estamos dispuestos a pagar más por la lavadora para que sea de clase A. Hemos puesto aireadores en los grifos para ahorrar agua. Pero ojo: cuando se trata de mejorar la calidad del aire que respiramos muchos responden que el coche no por favor, que el coche no me lo toques: que no sin mi coche.

Pero esto se tiene que acabar. Los números del coche particular en la ciudad son tan negativos que no soportan ni un segundo de debate razonado. Además de ser la principal causa de deterioro de la calidad del aire, el coche es uno de los principales responsables de las emisiones de CO2 que están provocando el cambio climático, es el principal responsable de la contaminación acústica y el gran usurpador del espacio público urbano, del que se ha ido adueñando hasta convertir al viandante en un refugiado del tráfico. Por eso es imprescindible ponernos serios con él y empezar a tomar medidas para razonar su uso.

Unas medidas que no son contra el coche, ni contra el conductor sino en defensa del derecho de todos los ciudadanos a respirar un aire más limpio, algo que por cierto reconoce la propia Constitución en su Artículo 45.

Si abren el enlace y leen lo que dice en su segundo apartado comprobarán que, en último término, lo que pretende el Ayuntamiento de Madrid con el nuevo Plan de Calidad del Aire es cumplir con lo que dicta la norma suprema del ordenamiento jurídico español y garantizar ese derecho de todos, incluidos los del no sin mi coche, a respirar sin enfermar.

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