Por un Juernes de Por Fogones sin humo en las terrazas: ¿una medida justa y necesaria?
España ha dado un paso firme hacia la protección de la salud pública con la prohibición de fumar en las terrazas de bares y restaurantes. Una decisión que celebro abiertamente, porque durante demasiados años quienes no fumamos hemos sido relegados al interior, condenados a elegir entre respirar humo o renunciar al placer de disfrutar de una comida o café al aire libre. Las terrazas, que deberían ser un espacio de convivencia y disfrute, estaban vetadas en la práctica para quienes apostábamos por un aire limpio.
No se trata de una batalla contra los fumadores, sino de defender el derecho de toda la ciudadanía a espacios libres de humo en entornos públicos de ocio. Numerosos estudios médicos respaldan lo evidente: el humo del tabaco no solo molesta, también enferma. Y en una época en la que la salud y la prevención ocupan un lugar central en nuestras sociedades, resulta incoherente mantener excepciones que privilegiaban el cigarrillo sobre el bienestar general.
Lo sorprendente es que, al hablar con muchos empresarios de la hostelería, descubro una realidad muy distinta a la imagen de oposición que venden sus federaciones. La gran mayoría de dueños de bares y restaurantes con los que he mantenido conversaciones en estos días se muestran favorables a la medida. Argumentan algo básico: las terrazas dejarán de ser espacios exclusivos para fumadores y recuperarán a esa clientela que antes no quería sentarse en ellas. Sus trabajadores dejarán de intoxicarse con el humo de los clientes, la propuesta gastronómica realzará su valor sin ser entorpecida por humos y olores desagradables, por no hablar de la limpieza sin colillas en suelos o ceniceros a rebosar.
Algunos destacan que se sienten aliviados por dejar de ejercer como los “policías” que a día de hoy ponen paz entre mesas que discuten por el humo del tabaco. En definitiva, lo ven como una oportunidad de equilibrar, ampliar clientela y modernizar su oferta.
Sin embargo, el discurso oficial de organizaciones como Hostelería de España o la Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo de Las Palmas (FEHT) insiste en dramatizar las posibles pérdidas económicas. Es un guion repetido: ya se escuchó lo mismo cuando se prohibió fumar en interiores en 2011, y el tiempo acabó demostrando que la hostelería no solo sobrevivió, sino que se adaptó con éxito. De hecho, tanto en aquel momento como ahora, el temor parece tener más que ver con la resistencia al cambio que con un riesgo real y cuantificable de pérdidas masivas.
Desde Por Fogones hemos hablado con varios hosteleros de Gran Canaria, Lanzarote y Tenerife con distintas tipologías de negocio y solamente uno se manifiesta abiertamente en contra de esta prohibición, los otros consultados (pequeña muestra con una veintena de locales) se congratulan de la misma y creen que va a ser beneficioso para su personal, clientela y negocio.
La prohibición de fumar en terrazas no solo es un cambio legal, es un cambio cultural. Supone actualizar la definición de lo que consideramos un espacio común. Tal y como ocurrió con los cinturones de seguridad o con la regulación de alcohol al volante, hoy a nadie se le ocurriría retroceder en esas conquistas. Lo mismo sucederá con el tabaco en las terrazas: pasará a formar parte de la normalidad, mientras que la convivencia se hará más sana y equilibrada. Y si no me creen recordemos cómo se fumaba hace años en los aviones, discotecas o restaurantes, algo que hoy sería totalmente inconcebible. Es más, cuando en alguna película de esos años se observa la vida diaria con el tabaco pegado son los más jóvenes los que no se creen que eso haya pasado en realidad.
Yo me sitúo sin matices entre quienes celebran esta medida. Porque las terrazas volvieron a ser espacios de encuentro durante la pandemia y ahora, libres de humo, tienen la oportunidad de convertirse en lugares realmente inclusivos, donde todos podamos disfrutar del aire libre sin tener que pagar un peaje en forma de humo de tabaco, escuchando lo que muchos ya saben: un ambiente limpio y saludable no resta, sino que suma.
2