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Cervantes para este otoño

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¡Qué alegría volver a sentir el petricor, el olor y el sonido refrescante de la lluvia tras largos meses de ausencia! La primera lluvia otoñal que nos indica el cambio de estación. El otoño que invita a recomponer nuestra vida y nuestra agenda familiar, laboral, profesional, tras el paréntesis del agradable verano. Otoño, tiempo de introspección, de escritura, de lectura... El Quijote, ¿símbolo?, ¿realidad? Símbolo de la justicia, de la verdad, del amor, de la entrega y del esfuerzo, de paciencia y resignación ante lo avatares de la mala fortuna, cuando resulta apaleado o se ve perjudicado en sus andanzas, desfaciendo entuertos.

Realidad de lo irreal, de lo prohibido, de todo aquello censurado, de la mentira, de la hipocresía, de lo satírico, de la burla intencionada, de la picaresca, del sacar a la luz lo recóndito de las conciencias. Cervantes, en “El Quijote”, persigue enaltecer y ensalzar la condición humana. La realidad de su razón de ser no es otra que romper moldes, normas, “desfacer entuertos”, ofrecer a la humanidad la otra cara que cada individuo oculta vergonzosamente.

Don Quijote busca la libertad, rompe las ligaduras de su monótono vivir en un pueblo manchego, y busca un ideal por el que lucha, fracasa, se revuelve, sueña, ama, tirita, padece hambre y sed, rie, llora, se enoja, se enfrenta a los gigantes en fiera y desigual batalla... ¡Vive en toda su plenitud! ¡Vivir sin ideales, no es vivir! El paladín de la justicia cree con toda su corduralocura en el ideal de lo caballeresco e inmerso en los libros, se abstrae de todo lo real y cruza el umbral de la caballería andante, como hiciera Alicia, el entrar en el país de las maravillas.

Cervantes ante los molinos en el campo de Montiel, imagina y hace imaginar a su personaje que unos gigantes de poderosos brazos le interceptan en su camino y arremete contra ellos. Igual que al ver la polvareda que levanta un inmenso rebaño de ovejas, el Quijote cree ver que dos ejércitos están contendiendo y arremete contra las ovejas como si de caballeros armados se tratara. O la noche en que estando en la venta arremete a cuchilladas contra los pellejos de vino pensando que son gigantes que le envían sus enemigos encantadores.

Y Cervantes ve en Sancho, el catalizador idóneo entre lo real e irreal. Sancho representa el egoísmo material, que no excluye la bondad de su corazón, es el labrador sencillo, noblote, que usa el sentido común y la sabiduria popular del refranero. “Don Quijote, el pobre -escribe Américo Castro-, aspira a la existencia mística; más Sancho, al tirarle de los pies, lo introduce violentamente en la realidad, gracias a lo cual surgió un nuevo género de novela”.

Este análisis que habéis leído lo publicó un joven en la revista "El Ingenioso hidalgo" (nº 47, invierno 1977) editada por el Instituto Cervantes de Madrid, donde estudió el COU, en el curso 1974-75, obteniendo matricula de honor en Lengua Española. En 1980, ese joven se licenciaba en Periodismo en La Complutense de Madrid, y es hoy quien firma este artículo

El mundo del rencor y de la envidia aparecen en el mundo cervantino, pero éste sabe dulcificar ambos males, pecados para algunos, con prudencia, justicia, fortaleza y una templanza que hacen rendir al más atrevido. Si, ya sé que el “Caballero de la Media Luna” consiguió vencerle, me diréis alguno, pero no olvidéis que Cervantes lo tiene todo previsto; deja que el tal caballero, el bachiller Sansón Carrasco, venza a don Quijote, pues la causa por la que vence es noble y humanitaria. Don Quijote abandona la locura que ha mantenido en pie toda la obra, y la vida de don Quijote torna a su fin: “Señores -dijo don Quijote-, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros de hogaño. Yo fui loco y ya soy cuerdo; fui don Quijote de la Mancha y soy agora, Alonso Quijano el Bueno”.

Este análisis que habéis leído lo publicó un joven en la revista “El Ingenioso hidalgo” (nº 47, invierno 1977) editada por el Instituto Cervantes de Madrid, donde estudió el COU, en el curso 1974-75, obteniendo matricula de honor en Lengua Española. En 1980, ese joven se licenciaba en Periodismo en La Complutense de Madrid, y es hoy quien firma este artículo.

Antonio Muñoz Molina ha escrito un precioso y magnífico libro, “El verano de Cervantes”, en el que analiza y disecciona la obra del Quijote, que he leído este verano con delectación y que auguro podría ser un buen pretexto para conceder al novelista, periodista y académico, nacido en Úbeda, el Premio Cervantes.

En los cines españoles se estrenó en setiembre “El Cautivo”, la película de Alejandro Amenábar que recomiendo, pues trata de acercarse a aquella etapa de Cervantes, un tanto desconocida, cuando fue capturado por corsarios berberiscos y estuvo preso y cautivo en Argel durante cinco años, entre 1575 y 1580, tras cuatro tentativas de fuga, y de donde pudo salir gracias a los padres trinitarios que pagaron por su rescate.

Treinta años más tarde, su hijo Miguel fue recaudador de impuestos y recorrió las campiñas de Córdoba y Sevilla, para requisar el trigo y el aceite que Felipe II reclamaba a los propietarios, pero esa es otra historia..

En su última carta, Cervantes escribe al Conde de Lemos: “Puesto ya el pie en el estribo, con las ansías de la muerte, Gran señor, ésta te escribo...”, de Madrid a 19 de abril de 1616. Días después, el 23 de abril, fallecía Miguel de Cervantes. Sus restos se hallan enterrados en el convento de las monjas trinitarias descalzas en Madrid, en el barrio de las letras. El Quijote es uno de los libros cumbre de la literatura universal. Vio la luz en 1605. En 1615 se publicó la segunda parte. Cervantes (Alcalá de Henares, 1547-Madrid, 1616) escribió otras obras como La Galatea, Los trabajos de Persiles y Segismunda, Viaje del Parnaso, Las Novelas ejemplares.

En las calles de Sevilla queda el busto de bronce de Miguel de Cervantes, obra de Sebastián Santos Rojas, en 1974, en entrecárceles, donde estuvo la Cárcel Real. En el parque de Maria Luisa hay una glorieta dedicada a Cervantes. Y en calles y plazas sevillanas quedan paneles de azulejos que recuerdan pasajes de las obras del “Príncipe de los ingenios”, sobre el Quijote, Rinconete y Cortadillo, El Rufián dichoso, La española inglesa, Coloquio de Cipión y Berganza, La Ilustre fregona, y otras. Cervantes tuvo problemas como alcabalero y estuvo preso en la cárcel Real de Sevilla desde septiembre de 1597 hasta abril de 1598. Los padres de Miguel de Cervantes, Rodrigo de Cervantes, cirujano, y Leonor Cortinas recalaron en Córdoba y luego, en Sevilla, en 1564. Treinta años más tarde, su hijo Miguel fue recaudador de impuestos y recorrió las campiñas de Córdoba y Sevilla, para requisar el trigo y el aceite que Felipe II reclamaba a los propietarios, pero esa es otra historia... Te recomiendo para este otoño, releer a Cervantes, y volverás a disfrutar.